Aunque el autor nos haya acostumbrado a entregarnos en sus novelas personajes que se parecen a su yo más personal, más íntimo, jamás hubo tanto de él en uno de sus libros. Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) nos ofrece en Mirlo blanco, cisne negro una experiencia personal, biográfica, aunque trazada, construida, sobre la inevitable arquitectura de la ficción. Lo que sucede en esta novela no ocurrió, no fue historia, pero sí las conductas que manifiestan y que perfilan los personajes. O eso simula. Unas actitudes que parecen representar al propio Prada en cada una de las voces de este libro, como si el autor se hubiese dispersado en la personalidad que acompaña a cada uno de sus personajes.
La historia cuenta los inicios literarios —abundantes de precariedad, como tantos— de Alejandro Ballesteros, escritor joven y con talento que aterriza en un Madrid en donde las principales estrellas del mundo literario deambulan de fiesta en fiesta, de acto social en acto social, aplaudidas por la crítica y elogiados por la corte de siempre, por la camarilla que ansía ocupar el prestigio de los escritores reconocidos, estimados, respetados. Alejandro, Álex para su círculo de amistades, para su novia, Paloma, acude a uno de esos actos alrededor de la literatura en los que su debate es lo de menos. Mucho más importante el codearse, el dejarse ver, hacer relaciones, repartir saludos, conversaciones, agregar contactos a la agenda. El protagonista, cuya indumentaria trata de renovar para ir a la moda, es decir, para la moda de la moda dominante, lleva en una bandolera unos cuantos ejemplares de su primer libro, un conjunto de cuentos. Libro que, a pesar de su calidad, es ignorado por el interés, por la pluma, de la crítica, cuya revista principal es Barataria, título que evoca una conocida publicación cultural española. Tras varios rodeos, titubeos, intentos de entablar trato y afinidad, desencuentros con la camarilla allí presente, y cuando Ballesteros decide que ya está bien, irrumpe Nieves, la mujer de Octavio Saldaña, escritor brillante pero de carrera en notable decadencia, superviviente de su propio éxito a base de presentar un programa de radio en una cadena en que la línea editorial es sectaria y dogmática, y en la que el poder de los grandes partidos en los contenidos de los programas es considerable.
Tras el fortuito encuentro entre Nieves y Álex, encuentro que posibilita la relación entre Saldaña y el joven escritor, admirador este de aquel, comienza a crecer un vínculo entre la pareja y Álex que determina el curso de la novela, y sus principales pasajes, claro, su trama, o mejor, cómo se desenvuelve la trama y qué nos enseña. El abandono de Álex al editor de su primer libro, Ramiro Cifuentes, por otra editorial de mayor relevancia en el panorama cultural; el desgaste del noviazgo con Paloma, a causa de la literatura; el retrato de la intrahistoria de la industria cultural y de la televisión, cómo maquinan sus directivos, qué intereses mueven sus acciones, cómo funcionan y preparan los programas, según qué principios giran sus decisiones.
Hay acaso guiños prescindibles, como el del personaje de El Chulo de Cervantes o los nocilleros, quienes aportan adorno al contexto de la época, sí, pero un adorno, digamos, pasajero, su participación en la trama es secundaria, y no provoca nada más allá del fiel retrato. Similar, aunque distante, es lo que sucede con Rosario Tena, personaje que mantiene suspense e intriga, pero que llegado el momento de desnudar el enigma nos deja algo fríos. Una profundidad más viva, una historia más desgarradora y vibrante —atormentada—, quizá habría sido lo idóneo, pues es lo que el personaje iba pidiendo desde que apareció en las páginas, en la vida del mirlo blanco. Y en la del cisne negro.
Sintaxis depurada y rica de metáforas, símiles e imágenes prodigiosas, recorren los párrafos de los capítulos. Una depuración que es estilística, aunque también personal, del propio Prada, quien se acusa, quien deja testimonio de una época —o de varias en su vida— que ya pasó. Pero no es el cotilleo de la vida literaria, o el poner nombre a las rencillas, lo que merece atención, sino la tensión emocional que desprende Saldaña, su salvación y su pérdida; la ingenuidad de un autor novel, el joven Alejandro Ballesteros; la conversación de las relaciones humanas entre el murmullo de las vanidades, de los recelos, de las debilidades.
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Autor: Juan Manuel de Prada. Título: Mirlo blanco, cisne negro. Editorial: Editorial Espasa. Venta: Amazon y Fnac
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