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Juanjo Braulio: «Los Borgia fueron lobos entre lobos»

Juanjo Braulio: «Los Borgia fueron lobos entre lobos»

A los Borgia se les ha acusado hasta de la muerte de Manolete. Este apellido se ha asociado durante siglos a todas las depravaciones imaginables del ser humano: incestos, asesinatos, corrupción, nepotismo… Casi todo el mundo ha oído hablar de ellos, pero no son tantos los que saben que los Borgia eran en realidad los Borja, una familia valenciana que se trasladó a Roma para comerles la tostada a los cardenales italianos. Solo ha habido dos papas españoles, y los dos eran originarios de Xàtiva: Calixto III y Alejandro VI. Juanjo Braulio formaba parte de esa gran mayoría desinformada, hasta que un día en el instituto le contaron que los valencianos también tienen a sus propios Tudor. La semilla quedó plantada y en 2023 —tras horas, días, semanas, meses y años de recoger y analizar documentación— ha culminado la tarea de publicar una bilogía sobre los Borgia. El primer tomo ya está en las librerías y se titula En el nombre del poder (Ediciones B).

Hablamos con Juanjo Braulio en Zenda de papas más corruptos que la trama del 3 %, de cónclaves tan peligrosos como una pelea sin normas en el Trastévere y de pontífices con más hijos que Julio Iglesias.

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—Los Medici y los Sforza han pasado a la historia como mecenas. Con los Borgia, con los Borja, no ha ocurrido lo mismo. ¿Por qué tienen tan mala fama?

—Los Borgia sufrieron una de las primeras campañas de fake news de la historia. (Risas) Esto es algo que también le pasó a Cleopatra, a quien los historiadores romanos se encargaron de tirarle toda la porquería que pudieron encima. También ha pasado con más personajes: sabemos que Domiciano fue la piel del diablo, pero los testimonios que nos han llegado de él fueron escritos por historiadores a sueldo del siguiente emperador. Los de Domiciano y Cleopatra fueron procesos más lentos. Con los Borgia fue todo más rápido, porque ellos fueron los primeros en ser desacreditados cuando ya había imprenta. Con este invento la velocidad de difusión creció bastante. Un personaje de mi novela dice que «un simple escribano es capaz de hacer más daño que un batallón de ballesteros gascones». La máquina de Gutenberg lo cambió todo. En este sentido, les ocurrió lo mismo que a nosotros con las nuevas tecnologías.

—Las redes sociales.

"La Contrarreforma señala a los Borgia como paradigma de todo aquello que no vuelve a pasar, pero se olvida de los diez o doce papas anteriores que se comportaron igual que ellos"

—Claro. Los Borgia fueron vilipendiados en vida. Para empezar, eran extranjeros, no eran italianos. Estamos hablando de una familia de la pequeña nobleza valenciana que en 50 años se hizo con el poder absoluto de la cristiandad. Tuvieron dos papados, con Calixto III y con Alejandro VI. Esto los italianos no se lo perdonaron: que se apropiaran de una institución que consideraban suya. Había una alternancia entre las grades familias del país hasta que llegaron los Borja. Tampoco les perdonaron que intentaran constituir un principado Borgia —en la Romaña y la Toscana— que hubiera cambiado la historia de Italia. Estuvieron cerquita de conseguirlo, pero el proyecto se malogró con la muerte de Alejandro VI en 1503. Después, César Borgia no supo y no pudo, por una serie de desdichadas circunstancias, materializar este plan. Luego vino Julio II, el último gran papa renacentista. Entonces llegó la Contrarreforma, que encontró en los Borgia el mejor ejemplo de todo lo que era la degradación y la decadencia de la iglesia de Roma. Aunque, en realidad, la venta de bulas e indulgencias para pagar la Basílica de San Pedro no fue cosa de Alejandro VI, sino de su sucesor y archienemigo Julio II, que ha pasado a la historia como el gran mecenas que encargó a Miguel Ángel pintar la Capilla Sixtina. La Contrarreforma señala a los Borgia como paradigma de todo aquello que no tiene que volver a pasar, pero se olvida de los diez o doce papas anteriores que se comportaron igual que ellos, y de los tres posteriores que fueron aún peores, como León X que vació las arcas vaticanas. Los italianos focalizaron en los Borgia todo lo que no podía volver a ocurrir. Pasó el tiempo y llegamos al siglo XIX, y ahí la literatura tiene mucho que ver con la mala fama que nos ha llegado de esta familia. Esto es algo que ya había ocurrido también con el Cardenal Richelieu, que fue un gran estadista que ideó la Francia moderna y, sin embargo, en la cabeza todos tenemos al personaje maquiavélico y malvado creado por Dumas. Con la familia valenciana pasó algo parecido también por culpa de Alejandro Dumas: en El conde de Montecristo el famoso tesoro de la novela había sido escondido en la isla por un cardenal que fue envenenado por el papa Borgia. Después tenemos a Víctor Hugo, que escribió un libro llamado Lucrecia Borgia, donde la retrata como una devoradora de hombres. Y también está la ópera de Donizetti. El romanticismo encontró un filón que se nutrió de las mentiras y calumnias que los Borgia soportaron en vida: incestos, envenenamientos, asesinatos… Incluso Mario Puzo —el autor de El Padrino— dijo que eran la primera familia del crimen organizado, los inventores de la mafia; lo cual es un auténtico disparate.

—¿Por qué Valencia no ha incorporado a los Borja a su historia?

"No es necesario caer en el patrioterismo: los Borgia no son buenos porque fueran valencianos, españoles: tuvieron sus luces y sus sombras"

—Eso es algo que se ha ido corrigiendo con el tiempo. Los Borgia siempre fueron incómodos, para Valencia y también para España. A pesar de que Alejandro VI es quien les otorga el título de católicos a Isabel y Fernando, el papa y el rey siempre se llevaron mal. El monarca lo consideraba su vasallo, al ser el religioso español, y el pontífice eso no lo admitía. Desde ese momento, los Borgia son molestos, sobre todo cuando intentaron crear su propia dinastía real. Su historia luego encajó muy mal con la Reforma y la Contrarreforma, y también, en el siglo XX, con la dictadura de Franco y el nacionalcatolicismo. Alejandro VI era un papa que tenía hijos, y los historiadores eclesiásticos no sabían cómo gestionar aquello. En el caso concreto de la Comunidad Valenciana, con el paso de los años se ha empezado a reivindicar sus figuras. La sede de las cortes autonómicas valencianas está en el palacio que tenían los Borgia posteriores a Rodrigo. En Gandía, donde tuvieron un ducado, la línea Borja llegó hasta el siglo XVIII y allí está el Palacio Ducal des Borjas. Poco a poco, se ha recuperado su patrimonio. Sí que es verdad que los Borgia auténticos estuvieron más tiempo en Italia que en Valencia, y es difícil rastrear su paso por España. También pienso que en este caso no es necesario caer en el patrioterismo: los Borgia no son buenos porque fueran valencianos, españoles: tuvieron sus luces y sus sombras. Lo importantes es conocerlos y ponerlos en valor, como los ingleses hacen con los Tudor. Los Borgia fueron lobos entre lobos. Lo que tenían alrededor era terrible.

—Hablando de lobos, por la novela aparece López de Haro.

—Exacto. A él le dicen: «Cuidado: los colmillos de los lobos del escudo de los López de Haro no tienen nada que hacer con los cuernos de los toros del de los Borgia».

—Esa frase los define.

—Sí. Pienso que debemos poner en valor lo que consiguieron. Que fue admirable. Parecía imposible que eso se llegara a producir, que dos Borja llegasen a ser papas. Me gusta pensar también que fueron el epítome de lo valenciano. Algo que se ve en las fallas. Fueron grandes, tremendos y en cincuenta años todo su poder desapareció.

—Victor Hugo y Alejandro Dumas les dieron caña, pero un valenciano, Blasco Ibáñez, intentó recuperar su memoria.

—Ha habido varios intentos. Me gustaría dejar claro que mi libro es una novela histórica, una ficción. Lo que se cuenta en esta obra pasó o pudo pasar, pero en ningún caso es historia científica.

—Ese es un debate de actualidad.

—Es el debate eterno. Hay libros magníficos sobre la familia Borja, como los de Francesc Mira y los de Óscar Villarroel. Son una de las dinastías más estudiadas de la historia. Yo he escrito una novela; me he metido en los huecos donde la historia científica no ha podido dar una respuesta. Te pongo un ejemplo: Alejandro VI tuvo hijos —él, todos los cardenales de su época y los papas anteriores—, pero no está claro si todos los que él admitió como políticos lo fueron biológicos. El motivo es que él buscaba fundar una dinastía. En este libro utilizo la literatura como motor de la historia y no al revés. No es tanto contar el «qué» de los Borgia, sino el «por qué».

—Me ha llamado la atención que, en cierta medida, los Borgia representaban el ascenso social. Ellos venían de una familia de campesinos que consigue tomar el poder eclesiástico, civil, financiero y militar. 

"En cuanto Alfonso de Borja se convirtió en Calixto III, los Colonna y los Orsini en lo que se pusieron de acuerdo es en que se habían equivocado"

—Cierto. Eso se lo deben a la educación. Más que una familia campesina, era una familia de la baja nobleza. Ellos eran dueños de tierras que arrendaban, pero hablamos de muy pocas propiedades. Alfonso de Borja —que fue papa como Calixto III— fue el primero de su familia en ir a la universidad y se convirtió en jurista. Alfonso de Aragón lo llevó a su corte y gracias a él se acabó el Cisma de Occidente, al convencer al sucesor del Papa Luna para que abdique. En agradecimiento por esa labor, el Papa Nicolás V le nombró cardenal —cuando ya tenía más de setenta años—. A partir de ahí se producen una serie de circunstancias que permiten a los Borgia llegar al poder. A la muerte del papa, los Colonna y los Orsini están enfrentados y no se ponen de acuerdo para elegir un nuevo pontífice. Al final del cónclave, pactaron escoger a un anciano extranjero —que piensan que está gagá— para darse algo de tiempo. En cuanto Alfonso de Borja se convirtió en Calixto III, los Colonna y los Orsini en lo que se pusieron de acuerdo es en que se habían equivocado. (Risas) En los escasos tres años que duró su papado, Alfonso se encargó de colocar a todos sus familiares en los puestos de responsabilidad de la iglesia romana. Entre ellos a su joven sobrino Rodrigo —Alejandro VI— como vicecanciller, que era el jefe de la burocracia vaticana. No lo debió de hacer tan mal cuando duró en su puesto hasta ser elegido papa en 1492.

—En su novela ficciona un cónclave para elegir papa. 

—Ahí es donde entra más la literatura en la novela. De los cónclaves papales, a pesar de que se lleva celebrando desde hace 1800 años, no sabemos absolutamente nada. Porque no hay un acta, no se firma nada, no se levanta ningún tipo de registro. Es una reunión secreta de la que no se desclasifica ningún documento. En la novela he recreado dos cónclaves, el de la elección de Inocencio VIII y el de la de Alejandro VI, de los que contamos con cierta documentación por las cartas de los embajadores —en las que les cuentan a sus reyes cómo está la situación—, pero esos testimonios son bastante contradictorios. Lo que decía el de Milán no tenía mucho que ver con lo que afirmaba el de Venecia. Lo que yo he contado es plausible; probablemente ocurrió.

—Relata en su libro la maquinaria de hacer dinero de Inocencio VIII, el predecesor de Alejandro VI. No había un solo negocio o transacción de donde él no sacara su tajada.

"Un principado, un reinado, el papado... todo era una cuestión patrimonial; los que lo ejercían consideraban que era suyo en propiedad"

—La corrupción estaba generalizada, pero creo que no debemos juzgar a la gente del siglo XV y XVI con nuestros ojos. El sentido del servicio público de las instituciones como elementos destinados a facilitar la vida de la gente no existía. Un principado, un reinado, el papado… todo era una cuestión patrimonial; los que lo ejercían consideraban que era suyo en propiedad. No se consideraban servidores públicos como lo son nuestros políticos hoy en día. Hay que entender también que los papas del Renacimiento además de líderes espirituales lo son políticos y guerreros. Para ellos eso no era corrupción. A Inocencio VIII se le critica que beneficiase en exceso a su hijo Francesco Cybo y al resto de sus familiares. Eso fue demasiado hasta para ellos. Hay que entender también que esa era una sociedad de privilegios y no de leyes.

—Alejandro VI no es muy citado en España, pero suya fue una decisión muy importante para nuestra historia, la concesión de la bula Inter caetera. Este documento autorizó a la corona de Castilla a adquirir todos los territorios del Descubrimiento de América.

—América Latina habla hoy castellano gracias a Alejandro VI. Todavía no estaban muy seguros de qué tierras eran aquellas —faltaban unos años para que Américo Vespucio las cartografiara y les diese el nombre—, pero las bulas alejandrinas delimitaron la influencia de la corona española y la de la portuguesa. El papa era en ese momento una especie de árbitro internacional. Por ejemplo, el rey de Nápoles solo lo era legalmente si el papa lo investía como tal. Alejandro VI dio permiso a Castilla para evangelizar esas tierras y esa decisión fue respetada. Entre sus títulos estaba el de Padre de Príncipes y Reyes.

—Para narrar su novela ha elegido a Miquel de Corella, Don Micheletto. ¿Cuál ha sido el motivo? ¿Por qué no escogió a un Borgia?

"A través de sus ojos cínicos y descreídos me parecía que era como mejor se podía contar esta historia. Él no era un Borgia, pero estaba cerca de ellos"

—Siempre me ha fascinado la figura del que hace posible que el poderoso lo sea. Te pongo un ejemplo. Si a Hitler lo hubieran cogido vivo, si no se hubiera suicidado en el búnker de la cancillería de Berlín, en los juicios de Núremberg habría sido muy difícil condenarlo. Hitler no firmaba nada. No había un documento fehaciente de su participación en el Holocausto. César Borgia no mató a nadie durante su vida. Tampoco Alejandro VI. Pero fueron responsables de un montón de cosas. Alguien lo hacía por ellos, y ese alguien era Miquel de Corella. A él le encargaban los asesinatos y los sobornos. A través de sus ojos cínicos y descreídos me parecía que era como mejor se podía contar esta historia. Él no era un Borgia, pero estaba cerca de ellos.

—Por las páginas del libro se cuela Savonarola, un personaje…

—Fascinante. Y también peligroso.

—Siniestro.

—Muchas cosas. Girolamo Savonarola convirtió una ciudad floreciente, cultísima, el epítome del Renacimiento, en una teocracia. De su historia podemos sacar muchas lecciones, cuando nos asustamos lo suficiente es muy fácil volver a la Edad Media. Bastó una pequeña crisis, una concatenación de sucesos para que la gente perdiese la fe en las instituciones y se pusiese en las manos de un zumbado de la vida como era Savonarola, que proclamó a Jesucristo rey de Florencia. Y eso ocurrió en el último lugar que pensabas que pudiese pasar, en la cuna del Renacimiento. ¿Cuánto más daño podía haber hecho este religioso si el papa Borgia no hubiese intervenido? Lo de Savonarola es algo que se ha repetido más veces después en la historia de la humanidad.

—La Argentina de Milei.

—Tú mismo. (Risas)

—Terminamos. Este libro es parte de una bilogía. ¿Quiénes van a ser los protagonistas de la segunda entrega de los Borgia?

—He divido la epopeya de los Borgia en dos partes: la primera —que es autoconclusiva— narra su ascenso, el apogeo del poder de Alejandro VI y termina con la decisión de César Borgia de dejar de ser cardenal; y la segunda se centra en la caída de los Borja, en cómo pasaron de estar a punto de conseguir su principado y de qué manera su poder se evaporó, de qué forma su rastro desapareció.

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Gonzalo
Gonzalo
11 meses hace

Lo de la estupidez de «la Argntina de Milei» no me queda clara. ¿Está comparando a el presidente de Argentina con Savonarola? La tontería de la entrevista. Por lo demás el libro parece interesante.