Juego de imperios

No falta en esta historia la presencia de un poderoso ejército que llegó a ser temido fuera y dentro de sus fronteras porque estaba hecho de hombres broncos, orgullosos, crueles y valientes acostumbrados a pelear, desde que su memoria se perdía en el último eslabón del árbol genealógico, contra incontables pueblos invasores que habían ido llegando en oleadas interminables en busca de la riqueza, la estratégica posición en el globo terráqueo y la belleza de esas tierras.

Esos hombres broncos, nacidos de damas resistentes y hermosas, pobladores milenarios de ese territorio privilegiado, llevaban el sello de una herencia dura como el pedernal, regada con la sangre mil veces mezclada con la de gentes venidas de los cuatro puntos cardinales que fueron abonando su historia con una semilla genética singular y cíclica que los llevaba, de tanto en tanto, a enfrentarse entre hermanos, más por ciego orgullo que por calculada estrategia.

Hubo un tiempo en que esa tierra fue un gran Imperio donde nunca se ponía el sol, porque las mentes científicas construyeron naves poderosas e instrumentos para surcar los mares, y esos hombres de sangre dura eran lo suficientemente pobres, ambiciosos o valientes como para pisar las tablas de aquellos nuevos artilugios dispuestos a cabalgar a ciegas sobre las olas durante meses en una guerra muy diferente a la que estaban acostumbrados a librar a lomos de sus caballos en los familiares campos de batalla.

Muchos murieron en el camino, pero otros arribaron a un lugar desconocido para el mundo conocido al que ni esperaban ni querían llegar. Allí no había especias, ni oro, ni nada que les sirviese para volver ricos y poderosos a sus hogares, pero decidieron quedarse, muchos de ellos quemando sus naves para no tener más opción que la huida hacia adelante.

Y en esa furia, esa desesperación, esa ambición y esa valentía, conquistaron una tierra ignota, poblada por civilizaciones desconocidas que, en muchas ocasiones, abrazaron con un cuchillo en la mano la imposición, la esclavitud, el sometimiento, la violación y el mestizaje. Pero así se conquistaban en el siglo XVI las tierras, así se hacían Imperios y se construían civilizaciones; esas eran las reglas de aquellos hombres y de aquel mundo.

Todo esto podría ser el argumento de una nueva saga escrita por George R. R. Martin, o el guion de una superproducción de Netflix, pero no. Es nuestra historia.

España inició la conquista de América en 1492. Hoy, en 2021, estamos obligados a continuar la historiografía de ese gran acontecimiento; revisar, estudiar, matizar, repasar, contar, recordar, discutir y publicar aquel hecho innegable. Para eso están los historiadores, los poetas, los novelistas, los lectores. No deben, por tanto, si desean saber más de ustedes mismos, dejar de leer cuanta historia de América encuentren en su camino, sin excluir Vencer o morir, este magnífico libro de Antonio Espino López, catedrático de Historia Moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona, que acaba de salir a las librerías publicado por Despertaferro Ediciones. Se trata de una historia militar de la conquista de México, la aventura de Hernán Cortés y su reducida pero extraordinaria hueste, donde se resalta la poderosa personalidad del líder hispano y el papel de las armas y mentalidad europeas en contraposición con las de sus enemigos mexicas, pero evidenciando también la importancia de las alianzas tejidas con los indígenas, sin cuyo concurso la conquista habría sido imposible, una visión renovada presentada desde el prisma de la nueva historia militar, que analiza un periodo tan fascinante como complejo libre de prejuicios y tópicos con la intención de dotar al lector de instrumentos lo más objetivos posible para que pueda formarse su propia opinión de cómo se produjo y qué significó la conquista de México.

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Autor: Antonio Espino López. Título: Vencer o morir. Editorial: Desperta Ferro. Venta: Todostuslibros y Amazon