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Julio Alberto: «No cambiaría nada de lo que me ha pasado»

Julio Alberto: «No cambiaría nada de lo que me ha pasado»

Minuto 35 de la segunda parte. El 4 del Fútbol Club Barcelona, Julio Alberto Moreno (Candás, 1956), corre hacia el córner levantando los brazos en señal de victoria. Acaba de mandar el balón a la red de un zurdazo. El esférico ha trazado una línea recta desde su bota, a cinco metros de la frontal del área, hasta la línea de gol, superando al meta de la Juventus de Turín, Stefano Tacconi. El lateral asturiano pega un brinco enérgico. Sus compañeros se le echan encima. El ruido en el Camp Nou es ensordecedor. Y el césped, desde la grada, es un tapete verde —diría Mario Benedetti— «liso, regular, aterciopelado, estimulante. Desde la tribuna quizá crean que, con semejante alfombra, es imposible errar un gol y mucho menos errar un pase». Están a un paso de la semifinal de la Copa de Europa de la temporada 85/86.

Lejos ha quedado aquel gol a los italianos (el recuerdo es un vídeo en YouTube). Han pasado cuatro décadas de la gesta balompédica que alzó a Julio Alberto al Olimpo en una «noche apoteósica», como tituló El Mundo Deportivo. El día que se hace la siguiente entrevista en Púgil Store (Madrid), el ex internacional y jugador del Atlético de Madrid y Barcelona cuenta con 66 años pero bastantes más vidas a sus espaldas, tanto las vividas como las leídas. Es presidente de la Fundación Relife y dice en su segundo libro, Nunca recordaré haber muerto (2016), que él es como el goofus bird, el pájaro imaginario que Jorge Luis Borges describe en El libro de los seres imaginarios, «un pájaro que construye su nido al revés y vuela hacia atrás porque ya no le importa adónde va, sino dónde estuvo». Pero Julio Alberto no ha construido su nido al revés; se siente identificado por donde ha estado en cada momento de su vida, de la que dice haber regresado cuando le habían dado por muerto.

***

—¿Por qué sigue usted vivo?

—Deberíamos preguntárselo al Director (Dios). Él me dio la voluntad y la fuerza para seguir adelante.

—Pero cuando intentó suicidarse le pidió que la próxima vez le hiciera saltar más…

—En una situación tan complicada como en la que yo me encontraba, sabiendo que podía hacer daño a mucha gente y que había perdido tantas cosas, lo que pedía es que ese sufrimiento acabara.

—¿Nunca perdió la fe?

—No, nunca.

—¿Cuándo empieza a sentir que su vida está fuera de control?

—En 1993. Yo creo que hasta el 91 había estado perfecto, incluso en el 92, que fue el año de las Olimpiadas y tenía que trabajar con Telecinco. Me quedaban muchas cosas por hacer.

—¿Y cuándo sintió que había tocado fondo?

"Hay un momento en que pensamos que ya está, que no hay nada más, que hay un problema y no sabemos salir de él"

—Bueno, eso es algo que viene dado con el tiempo y este proceso de adicción. Creo que todos y cada uno de nosotros, los que hemos pasado por este tipo de situaciones, somos conscientes de cuándo hemos tocado fondo. Hay un momento en que pensamos que ya está, que no hay nada más, que hay un problema y no sabemos salir de él. Ahí te das cuenta de que has tocado fondo.

—Al punto de penalti de la línea de gol le separan 12 pasos, los mismos que ha de dar un adicto para superar su adicción.

—Lo de los doce pasos es muy americano. Es un programa que además nace en Italia y se traslada a Estados Unidos, cuando el tema del alcohol estaba haciendo estragos tanto allí como en Europa. Pero hay que hacer muchas cosas para salir adelante. Es un proceso lento, tremendamente complicado. Yo llevo 30 años viviendo todo tipo de situaciones y te diría que cada uno es un mundo; cada persona tiene sus tiempos y los maneja de una manera diferente, porque no todo el mundo tiene las mismas necesidades ni la misma capacidad para resolver una situación de este tipo. Las adicciones conllevan todo lo que se vive alrededor de esa adicción. Están la familia, el trabajo, el sistema emocional… Un montón de cosas que se van destruyendo alrededor. Y recomponer todo eso no es solo curarte. He visto y he vivido muchas veces esa situación de curarse y sentirse tremendamente desgraciado por haber salido incluso de la adicción porque había perdido todo lo demás: las hijas, la relación con los padres y con los amigos, el trabajo… Este proceso es mucho más complicado de lo que la gente se cree.

—Cuando publicó su primer libro, Mi vida, destinó los beneficios a Proyecto Hombre.

—Tomeu Catalá, el presidente y fundador de Proyecto Hombre en España, es íntimo amigo mío. Junto con el doctor José Maria Fàbregas fueron las dos personas que me ayudaron a salir adelante.

—La Fundación Relife nace el 19 de diciembre de 2022. Pero usted llevaba tiempo ayudando…

"A partir de ese momento también comienzo a estudiar. Hago un máster —que me regala Johan Cruyff— en marketing y gestión deportiva"

—Hace muchos años, cuando me reincorporé al Barça en el 2003-2004, con Joan Laporta y Sandro Rosell. Tuve una relación buenísima con ellos. Entonces yo estaba en Palma de Mallorca y pedí trabajo en el club. A partir de ese momento también comienzo a estudiar. Hago un máster —que me regala Johan Cruyff— en márketing y gestión deportiva. Y por otro lado, me dedico y me especializo en todo el tema de las adicciones, trabajando y colaborando con expertos en delincuencia juvenil y prisiones de Cataluña. Esos cuatro años que pasé trabajando en prisiones de Cataluña y en delincuencia juvenil con la Generalitat, con David Ballester y Xavier, fueron fundamentales. Ellos gestionan todo el tema de los DAE (Departamento de Atención Especializada). Trabajábamos con mujeres y hombres y me di cuenta de que yo tenía algo que aportar y que contar desde mi perspectiva. Aprendí muchísimo. Esa escuela, más algunas formaciones que hice a través de la Fundación del Barça, me dieron la capacidad para poder dar conferencias, charlas, talleres, jornadas y preparar algunos proyectos nuevos. La formación la acabé de complementar cuando me encargaron hacer los cursos de formación en África, Centroamérica y Asia, con la Fundación del Barça y de la mano de Marta Segú. Cogí altura y me especialicé en conocer todas las realidades diferentes que vivimos. Entendí mejor las adicciones, las diferentes sustancias. Hace siete años empecé a darle vueltas al proyecto de la fundación y conocí a Luis Miguel Lagos.

—¿Pudo haber continuado en el fútbol después de su retirada en 1991?

—Sí. Y podía estar trabajando con Joan Laporta hoy en el club. He tenido dos ofertas para irme a Perú, a Colombia, incluso a Asia y Emiratos para trabajar como entrenador. Tengo el curso de la Federación Española, lo hice con Pep Guardiola, Luis Enrique, Julio Salinas, Carles Busquets, Rafa Alkorta… Mientras unos tiraban para entrenar, yo tiraba para la gestión y el márketing deportivo.

—Pero a usted no le gustaba el fútbol…

—A mí me gustaba el ciclismo. Quería ser sacerdote y ciclista, las dos cosas a la vez. Mi madre, que era muy sabia, me decía: «No puedes ser sacerdote y ciclista, porque los sacerdotes llevan sotana». Pero a mí me daba igual; me quitaría la sotana para subirme en la bicicleta. Mis primeros pasos los di en el Colegio Loyola, en Oviedo, y me imagino que me influyó muchísimo también la relación tan buena que tenía con la gente allí, sobre todo con los padres del colegio. Pero no sé por qué he querido ser sacerdote y ciclista. Ciclista sí, pero sacerdote de pequeño no sé por qué. Creo que nací ya con el ADN.

—¿Y por qué ciclista?

—Había una agrupación que se llamaba Los Tres: Vicente López Carril, José Manuel Fuente El Tarangu y Antonio Menéndez, que eran tres ciclistas emblemáticos asturianos. También me gustaban Eddy Merckx y Luis Balagué, que era del Bic y trabajaba de practicante, el que iba a casa cuando caías enfermo y te pinchaba. Cuando me ponía malo, me quedaba por la ventana mirando a que llegara Balagué.

—Y al final, ni sacerdote ni ciclista.

—Corrí una carrera ciclista con 14 años, antes de tomar la decisión de irme a vivir con mi madre a Madrid. Se celebró en mi pueblo, en Candás, y la gané. Le saqué 18 vueltas al siguiente. Quería correr en el Bic.

—Luego llegó a subirse a una bicicleta estando en el Barcelona. ¿Era una promesa?

"Schuster es un tipo excepcional, un buen amigo"

—A la Virgen de Montserrat. Esa promesa la hicimos Migueli (Miguel Bernardo Bianquetti) y yo: “Si ganamos este año la liga, subimos a Montserrat en bicicleta”. Entonces estaba el grupo de Vicente Belda con unos ciclistas espectaculares que corrían el Giro, el Tour de Francia, y subieron con nosotros. Del Barcelona, los únicos que estábamos preparados para subir arriba éramos Bernd Schuster y yo. De hecho, llegó Schuster primero y yo segundo. Schuster es un tipo excepcional, un buen amigo.

—Si un compañero tenía algún problema fuera del vestuario, ¿se hablaba entre ustedes?

—No. El futbolista suele ser bastante reservado con sus temas más íntimos. Es difícil que un futbolista le cuente a otro que tiene un problema. Tiene que ser un amigo muy especial, que en mi caso era Marcos Alonso. Con él sí que he compartido mis cosas, pero no todas, porque te vuelves muy hermético cuando tienes un problema de adicción o de separación. Es difícil y es complicado. Primero, porque si lo dices dentro de un vestuario se encienden las alarmas: «Este tío no está bien». Y a la mínima que tengas un error en el campo te sacan. Esto influye mucho en el día a día. Tienes que tener a un tío como Luis Aragonés de frente para poder sentarte y hablar de todo. Él sí que te entendía perfectamente. Por eso le llamaban «el Sabio». Le hablabas de un problema en casa y encima no salías tocado, sino reforzado.

—Llega al Atlético de Madrid mediante un anuncio en prensa, pero no es hasta la temporada 77/78 cuando Luis Aragonés le sube al primer equipo.

"En los periódicos, cuando el Atlético de Madrid y el Real Madrid hacían pruebas, se publicaba una especie de ficha que recortabas, rellenabas, metías en un sobre y mandabas"

—Sí. Es que antes se hacían anuncios así. Fue en los años setenta, cuando llegué a Madrid. En los periódicos, cuando el Atlético de Madrid y el Real Madrid hacían pruebas, se publicaba una especie de ficha que recortabas, rellenabas, metías en un sobre y mandabas. Y esto que parecía que no, sí funcionaba. Yo vivía en la plaza Vázquez de Mella (hoy de Pedro Zerolo), y el Atlético de Madrid tenía las oficinas en la calle Barquillo, muy cerca de mi casa, así que cogí y llevé el sobre.

—¿Solo rellenó el recorte del Atlético de Madrid?

—Y el del Real Madrid también.

—Pero contestó antes el Atlético de Madrid…

—Sí, gracias a Dios.

—¿Qué hubiera sucedido de haber respondido primero el Real Madrid?

—(Risas) No preguntes, que no hubiera pasado nada.

—¿Visita la casa donde vivía con su madre en Madrid?

—Sí, sigue estando, y paso a verla. Normalmente, cuando viajo a Madrid, voy con Luis Miguel a la plaza y miro el ático. Aunque esa fue la segunda casa, porque la primera estaba en la calle de la Reina, en una pensión (vivíamos en una habitación). Pero nuestra casa, la emblemática, es la de Vázquez de Mella. Fue una de las etapas más felices de mi vida.

—Contó en Interviú un suceso que terminaba con la frase «nunca he tenido familia».

—Eso prefiero olvidarlo.

—Pero sí ha tenido «una familia» en el fútbol.

—Hay compañeros y compañeros. En el vestuario tenemos una relación muy estrecha. Hay gente con la que haces amistad y gente con la que no. Yo he considerado mi familia a Marcos Alonso y a algún otro jugador o entrenador también.

—Usted, como Albert Camus, ¿todo cuanto sabe con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres se lo debe al fútbol?

"El fútbol te enseña a andar por la vida, a ser mejor persona"

—Mucho. El fútbol es una forma de vivir, tiene una magia especial. Compartes vestuario incluso con aquellos a los que no les gustas, porque no vas a gustar a todo el mundo y vas a tener que ser educado, saber pedir las cosas y hacer equipo. Cuando sales al campo, incluso estando peleado con un compañero, tienes que luchar por el mismo objetivo. Hay unas cosas que, si las lleváramos a la política, serían la hostia. Nosotros podemos estar enfadados, podemos discutir sobre si el entrenador vale o no vale, pero cuando llega el momento, decimos: «Aquí estamos todos a una». El objetivo no es el entrenador, es la afición y la entidad, y por encima de todo está el escudo. Luego ya decidiremos qué hacer. El fútbol te enseña a andar por la vida, a ser mejor persona.

—Diego Armando Maradona llegó a decir que se enganchó a la droga estando en el Barcelona.

—Sí, eso decía.

—Usted coincidió con él en el club. ¿Nadie lo sabía en el vestuario?

—No. Nadie. Su comportamiento era totalmente normal.

—¿Cuándo habló con él la última vez?

—Creo que cuando fue a Sevilla. Y luego hablamos otra vez en Cuba, poco antes de su muerte. Fui a La Pradera para intentar sacarlo de allí y ayudarle, pero no fue posible, no había manera.

—¿Por qué usted dijo sí a las drogas cuando tuvo que haber dicho que no?

—Es muy difícil de saber. Tenía una persona al lado con la que estaba compartiendo mi vida… y a veces dices sí cuando tenías que haber dicho no.

—Cuenta que en las mudanzas los libros son la carga más pesada…

"Tengo la casa llena de libros. Leo un poco de todo. Me gusta investigar, sobre todo Historia"

—Sí; tengo la casa llena de libros. Leo un poco de todo. Me gusta investigar, sobre todo Historia. El otro día cayó en mis manos uno sobre la relación de los estadounidenses con el alcohol y los pueblos indígenas. Son historias documentadas que me gusta conocer. También me interesa Brian Weiss, que cree en la reencarnación. Tiene un libro precioso que se titula Muchas vidas, muchos maestros.

—Si los libros en una mudanza son la carga más pesada, ¿también lo es el pasado?

—No, solo los libros. Yo no cambiaría nada de lo que me ha pasado, todo ha sido un aprendizaje, y lo que he hecho en mi vida desde que nací me ha traído hoy hasta aquí. No se puede cambiar. Por eso damos las  gracias.

—¿Se arrepiente de haber escrito sus dos libros?

—Me arrepiento de haber escrito el primero (Mi verdad). Yo no me encontraba al cien por cien. Está escrito con rabia y dolor. De ese sí me arrepiento. Pero no del segundo (Nunca recordaré haber muerto).

—Enrique Vila-Matas dice que escribir es corregir la vida…

—Escribir es poner la vida en el papel para que te des cuenta de las cosas que has hecho. Es una manera de tomar conciencia de tu trayectoria. Es bueno escribir, es un ejercicio de conciencia.

—¿Se ha perdonado?

—Sí. Hace tiempo ya.

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