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Karina Sainz Borgo: «Mientras haya nervio, independencia y criterio como los de David Gistau, habrá periodismo»

Karina Sainz Borgo: «Mientras haya nervio, independencia y criterio como los de David Gistau, habrá periodismo»

La novelista y periodista Karina Sainz Borgo recibió el IV Premio de Periodismo David Gistau por su columna «Aunque digáis lo contrario»

El columnismo es una mirada. La manera de enfocar el mundo desde los atrios de la propia personalidad. Karina Sainz Borgo viene tanteando desde hace tiempo este género breve de la Prensa, coto de los más grandes del periodismo, desde la simultaneidad de esa triple condición que arrastra consigo: la de su nacionalidad, la de su literatura y la de su forma de entender el periodismo, un oficio que ella ha ejercido, más que con los alambres de unos preámbulos asertivos, desde un permanente cuestionamiento del presente.

Su visión del columnismo es la de una resistencia abencerraje a asumir los lugares comunes y frases hechas de las propagandas de hoy. Esa rebeldía innata a asumir lo que otros dan por hecho y que la ha situado en numerosas ocasiones en los escaques más incómodos del tablero de la opinión. Lo suyo es ir a la contra. No alinearse con ningún color o partido. Mencionar lo que se niega y enseñar lo que nadie quiere ver. Llevar, como resaltó cierto periodista añorado, la camisa por fuera, no por un desatendido orden del atuendo, sino como una voluntad de inconformismo y una actitud desafiante hacia las convenciones. Escribir siempre empujado por cierto aire de desacato.

"No creo en las tribus, no me gustan. No escribo porque sienta que debo explicarle al mundo que tengo útero, ni para desagraviar a Moctezuma"

Es lo que asoma en las líneas de «Aunque digáis lo contrario», la columna, publicada en el diario ABC, que ha ganado la cuarta edición del Premio de Periodismo David Gistau, galardón que convocan Vocento y Unidad Editorial. «No creo en las tribus, no me gustan. No escribo porque sienta que debo explicarle al mundo que tengo útero, ni para desagraviar a Moctezuma, mucho menos para predicar o convertir a nadie al liberalismo, a la tauromaquia o a la ópera. Escribo porque la palabra es, junto con la firma, junto con el nombre, lo único que queda cuando todo se viene abajo». Con estas palabras, Karina Sainz Borgo asentaba las cláusulas de sus intenciones periodísticas, las que guían el gramaje de su articulaje.

Antonio García Ferrer, Bernabé Mohedano, Jesús García Calero, Julián Quirós, Joaquín Manso, Romina Caponnetto y Luis Enríquez, consejero delegado de Vocento.

Un discurso que principió minutos antes glosando la figura del desaparecido David Gistau, nombre que apadrina este reconocimiento, en presencia de su viuda, Romina Caponnetto, y de sus hijos. «A él le escuché decir que una novela no se echa adelante sólo con estilo, ni una columna con citas de Heródoto. Su fraseo era fresco y eléctrico. Le pertenecía sólo a él, a nadie más. Sin afectación ni impostaciones; sin manierismos, contorsiones ni estilismos de prosa ajena. Gistau era alguien que, de leerlo todo, acabó pareciéndose a sí mismo. A nadie más».

"Me dedico a este oficio gracias a personas como David Gistau. Excepto a escribir de boxeo, de él aprendí lo importante"

Reconoció las deudas contraídas en su trato con Gistau: «Me dedico a este oficio gracias a personas como David Gistau. Excepto a escribir de boxeo, de él aprendí lo importante. Leyéndolo, descubrí que tenía ganas de quedarme a vivir en un lugar más grande, más heterogéneo, inclasificable y único. Un lugar urgente como la prensa y duradero como la literatura. De Gistau aprendí que no basta moverse, que se puede ser ágil como un peso welter y al mismo tiempo contundente como un peso completo». Y admitió, con el orgullo que solo se encuentra en los pupilos bien avenidos con los maestros, que por él llegó a «Camba, ¡cómo olvidar su primera columna en ABC!, y a Chaves Nogales, y al siglo XX y XIX del columnismo español. Pero él no se agotaba en esa tradición. Gistau conocía a Talese, a Fontanarrosa, a Faulkner. Se había topado en un ascensor con Quino, había leído a Camus, a Voltaire, Cèline, la Biblia, La Odisea y se sabía al dedillo la filmografía de John Ford. David Gistau era y es cosmopolita, como la España a la que llegué hace casi veinte años». Ese país al que ella dedicó una columna que, con el correr de los días, ha sido reconocida por su punto de vista y su irreductible, e inusual, optimismo. «Sois una sociedad moderna, plural, rica, porosa, capilar y peleona. También apasionada en los desencuentros y soberbia en vuestras grandezas, aunque tendáis a olvidarlas o menospreciarlas».

Romina Caponnetto y Karina Sainz Borgo.

Acompañada por el cineasta José Luis Garci, el novelista Arturo Pérez-Reverte, el escritor Lorenzo Silva, el ex fiscal Eduardo Torres-Dulce y una amplia representación de periodistas, como Juan Fernández-Miranda, Ignacio Camacho, Isabel San Sebastián, Alfonso J. Ussía, entre otros, la novelista y periodista, sin permitir que los nervios afloraran en la voz y conteniendo desmesuras impropias, hizo una defensa del periodismo delante de los invitados y, también, de en qué consiste la práctica de este empeño: «En sus columnas, Gistau hacía compatibles el combate y la ironía, el periodismo y la literatura. Mientras todos busquemos en nuestra escritura lo que Gistau buscaba en la suya, no habrá nada que temer. Mientras no baste el ejercicio de estilo, mientras haya nervio, lecturas, independencia y criterio como los suyos, estaremos salvados. Habrá periodismo».

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Ricarrob
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11 meses hace

Las tribus. No cree en ellas la sra. Sainz. Yo tampoco. Ni nadie con dos dedos de frente. Pero hay pocos, poca gente con frente amplia. Precisamente estamos en una época trival. Todo son tribus. Futbolísticas, políticas, sociales, raciales, linguísticas, económicas…

Se pertenece a una tribu o a varias, a pesar de las incongruencias. Con sus totems y sus tabús, sus ritos y sus sacrificios, sus exclusiones, sus guerras, su infelicidad, su infierno. La tribu llevada a su máximo epìtome. La tribu lo llena todo, sobre todo en política. Y su máximo exponente, los nacionalismos. Y todos los «ismos». La tribu como degradación de todo lo humano.

Pocos somos los que no pertenecemos a ninguna tribu. Pocos somos los libres y limpios de corazón.

Enhorabuena a la sra. Sainz. Enhorabuena a una Ilustrada, de los últimos que quedan…