Inicio > Libros > Narrativa > Kerouac antes de Kerouac

Kerouac antes de Kerouac

Kerouac antes de Kerouac

“La ciudad pequeña es Galloway. El río Merrimac, ancho y apacible, fluye por ella desde las colinas de New Hampshire y rompe en cataratas provocando un espeso revuelo en las rocas, cubriendo de espuma las viejas piedras hasta llegar a un lugar en el que gira repentinamente en un amplio y apacible remanso, y avanza luego por el flanco de la ciudad, hacia lugares como Lawrence y Haverhill, a través de un valle boscoso, y finalmente al mar en Plum Island, donde desemboca en la infinitud de las aguas y desaparece” (pág. 11). ¿Pero esto es Kerouac? Son las palabras iniciales de La ciudad pequeña, la gran ciudad (1950), en traducción de Andrés Barba, esta curiosidad que nos ofrece Anagrama completando un poco más su Biblioteca dedicada al autor.

Imposible pensar en un libro tan distinto a los que le darían fama. Es realmente curioso ver a un Kerouac de veintiocho años intentando imitar a John Steinbeck, intentando crear una doble epopeya americana, la de la Naturaleza y la whitmaniana de las grandes ciudades, con sus sagas y sus bosques infinitos, y su técnica propia de la épica clásica, luminosa y borboteante. Le daremos la razón a Laura Fernández cuando, en el blurb de esta edición, nos indica que el autor quiso escribir una Gran Novela Americana, en el sentido de que quiso dar un significado a la vez nacional y cósmico al éxodo de la familia Martin, desde el corazón de Massachusetts hasta la gran boca urbana neoyorquina.

"La lente del narrador se abre y se cierra alternativamente, se aleja y se acerca, para mostrarnos lo macro y lo micro, en un friso que bebe de todas las épicas y romanticismos"

A veces, la ingenuidad de esta prosa roza la comicidad, porque toma el aspecto del cuadro de costumbres: “Aquel verano, en casa, se puso sus viejos vaqueros azules, fue a nadar al arroyo del pinar con sus amigos, y pasó el rato leyendo a Jack London y a Walt Whitman, pescando, jugando al béisbol y bebiendo  cerveza con los muchachos” (pág. 169). ¡El mundo estaba bien hecho!

No hay duda de que en esta novela tentativa de 1950, decididamente hipervitaminada, Kerouac actuó como el eco de la voz de otros: “Y entonces la asqueada y endemoniada Liz lloró en sus brazos, lo besó entre lágrimas, lo abrazó, tembló desconsoladamente, le pidió que le prometiera que nunca dejaría de amarla, lo miró desesperada y tristemente a los ojos, y se secó melancólicamente sus pobres lágrimas, pero cuando se fue, se quedó silenciosa y meditabunda en su cama, sombría a causa de los juramentos y desgarrada por una horrible furia” (pág. 372).

La lente del narrador se abre y se cierra alternativamente, se aleja y se acerca, para mostrarnos lo macro y lo micro, en un friso que bebe de todas las épicas y romanticismos tonantes y palpitantes anteriores, con una fuerte dosis de psicologismo: “Para Peter empezó un tiempo incomprensible, brumoso, lleno de culpa y obsesión. Le desconcertaba una culpa innombrable que pesaba sobre él desde que Tommy Campbell se había marchado y perdido en Bataan; su pálido recuerdo era como un rostro en la oscuridad onírica” (pág. 373). Jack: escribiste una peli tremebunda.

"Como los protagonistas masculinos de Mad Men, estos héroes del joven Kerouac engullen mucha leche"

Pero tranquilos, que la película termina bien. El mundo está definitivamente bien hecho: “Peter se sentó a la mesa de la cocina y se tomó aquella rica sopa casera y tres chuletas de cerdo a la plancha bien doradas, guisantes, puré de patatas, tomates frescos, pan con mantequilla, dos vasos de leche, dos trozos de tarta de chocolate, un trocito de pastel de dátiles casero y café caliente. Sus padres se sentaron con él, bebieron café y charlaron, observando ansiosos cómo comía”  (pág. 509). ¡Maravilloso!

Como los protagonistas masculinos de Mad Men, estos héroes del joven Kerouac engullen mucha leche, en un texto que tiene más que ver con el Canto general de Neruda, por cierto publicado cinco años después de La ciudad pequeña, la gran ciudad, que con En el camino (1957) o Y los hipótamos se cocieron en sus tanques (1945), coescrita junto a William Burroughs. Y por cierto que, en este último caso, la cronología no nos encaja, y la naturaleza de esa novelita fresca y salvaje nos obligaría a hablar de un Kerouac antes de nuestro pre-Kerouac de la Gran Novela Americana.

Al final de la epopeya de 1950, Peter Martin se sube el cuello de la chaqueta, baja la cabeza y afronta decididamente su destino, sobre una sinfonía urbana, un Nueva York que late con vida propia y escupe sus vapores y sus contradicciones sociales, así como Jack Kerouac afrontaba su escritura con casi treinta años, con idéntica decisión, adentrándose en la ciudad, pisando fuerte y sin pensar ya más en renos que beben y adolescentes que se bañan en embarcaderos irisados.

————————

Autor: Jack Kerouac. Título: La ciudad pequeña, la gran ciudad. Traducción: Andrés Barba. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros.

3.8/5 (4 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
reCaptcha Error: grecaptcha is not defined
  • Juan Carlos Ortega: “Muchos cómicos no saben bien bien quién es el poderoso”

    /
    marzo 17, 2025
    /

    ***** —Si le digo Carl Sagan, ¿usted qué me dice? —El mejor divulgador científico que ha existido jamás, sin duda. La persona que me motivó mi amor a la ciencia. —Y si le digo Jesús Quintero… —Sería un poco lo mismo en el sentido de que es otro ser humano que me motivó tantas cosas… Me motivó que viera la radio no como un entretenimiento, sino como una posibilidad de arte. Me enseñó que la radio era un lugar en el que se podía hacer Arte, con mayúscula. —¿Cómo fue trabajar con Jesús Quintero? —Me fui a Sevilla a trabajar…

    Leer más

  • Las últimas cartas del Requeté: Tinta y papel de corazones carlistas

    /
    marzo 16, 2025
    /

    Dios, Patria, Fueros y Rey habían sido las consignas entre las que habían nacido. Por ellas habían luchado sus abuelos y los padres de sus abuelos, con lo cual afrontar esta nueva confrontación suponía un deber moral, casi ancestral, como lo había sido combatir en las tres lides del siglo anterior. Se movilizaron 60.000 voluntarios en 42 tercios, de los que 6.000 nunca volvieron, y tuvieron una actuación decisiva desde el primer momento. En la guerra dieron el todo por el todo, y ellos considerarían que más que una guerra civil, era su cuarta guerra carlista. La llamada División Azul, presencia española…

    Leer más

  • H. R. Giger, el creador del Bicho de Alien

    /
    marzo 16, 2025
    /

    Culminación de su interés por la biomecánica —que idolatró hasta el fetichismo—, y siempre atento a esa entomofobia que el común de los humanos padecemos, este artista suizo —cineasta tangencial, alucinado y maldito—, creó un nuevo paradigma —un modelo de Pickman, por llevarlo al universo de Lovecraft, una de sus primeras influencias—: el de la bestia del espacio exterior, que viene asolando el cine de terror y ciencia ficción —fantástico en definitiva— desde que el Bicho arrambló a dentelladas con la tripulación del Nostromo, el carguero espacial de vuelta a casa, en el que, allí donde nadie podía oír los…

    Leer más

  • Rita Barberá, la “eterna” alcaldesa de Valencia

    Su hermana María José se trasladó con urgencia a Madrid, porque Rita le había dicho el día anterior que no se encontraba bien. Fue ella quien avisó a los servicios sanitarios al detectar que su hermana respiraba con dificultad. Cuando llegaron los efectivos del SUMMA, la encontraron en parada cardiorrespiratoria. Tras certificar su muerte, también se desplazó al hotel un equipo de la policía científica. En torno a las 10:00 de la mañana, el juez de guardia abandonaba el establecimiento, decretando el levantamiento del cadáver y el traslado del cuerpo de la fallecida al Instituto Anatómico Forense, donde se le…

    Leer más