El miedo crea un ambiente depresivo y es un excelente instrumento de dominio. Quien absolutiza su opinión y no escucha a los demás ha dejado de ser un ciudadano. Hoy ya nos da miedo hasta pensar. El miedo nos cierra las puertas a lo distinto.
Estas frases se leen en las primeras líneas del preludio y anticipan que no tener miedo es diferente a ser optimista, porque «el optimista está convencido de que las cosas acabarán saliendo bien. Vive en un tiempo cerrado». Sin embargo, debemos distinguir ambos de la esperanza del pensamiento positivo.
Le propongo al lector de cierta edad un acto de reflexión: ¿recuerda las grandes superficies comerciales que había en su provincia hace 30 años? Pues compárelas con las actuales. Ahora podemos adquirir ordenadores y todo tipo de aparatos electrónicos y electrodomésticos en carritos de la compra, tenemos cientos de cadenas de alimentación, posibilidad de comprar online en cualquier parte del mundo porque, como dice Byung-Chul Han, «no aparece ninguna nueva forma de vida que no se reduzca a la producción y el consumo, que nos esclaviza en la supervivencia e impide crear una revolución del miedo». Las empresas que comercializan el tiempo libre surgen progresivamente con la aparición del trabajo en cadena y las reducciones de las jornadas laborales; a menos tiempo de trabajo más tiempo para consumir ocio. Nos van uniendo un día tras otro para “ayudarnos a consumir”: Año Nuevo, Reyes, Día de los Enamorados, Carnaval (que se celebra durante meses en función de las localidades), Halloween, Oktoberfest, Black Friday, Papá Noel, etc., además de las fiestas locales y nacionales. Aunque aún nos falta asimilar Acción de Gracias y cuantas otras sean disculpa para festejar.
La esperanza activa renovará el mundo porque la acción es el único camino para construirlo más justo, en definitiva mejor y más positivo, pero desde una perspectiva reflexiva y positiva, fundamentada en la esperanza que propugna Byung-Chul Han.
Dice: «Solo los visionarios que sueñan despiertos son capaces de sacar adelante una revolución». Igualmente analiza el perdón, la culpabilidad y los problemas para cuya solución propone un planteamiento de sanación, para apelar a la esperanza como puente sobre el abismo. Si como postula, «soñar es un medio para conocer», la esperanza no debería quedarse en un simple sueño sino ser el acicate del cambio, transitado sobre el amor y fundamentado en la persistencia que nos aleja de la angustia.
Las puertas de la estancia en el mundo las abre el estado de ánimo y no el conocimiento, que, contrariamente a Heidegger, no es la angustia sino la alegría.
Una sonrisa, un “buenos días”, un saludo cordial, un beso o un abrazo, son una forma perfecta de comenzar el día.
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Autor: Byung-Chul Han. Título: El espíritu de la esperanza. Traducción: Alberto Ciria. Editorial: Herder. Venta: Todos tus libros.
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