“Pues si nada nos hiciera daño, no necesitaríamos ayuda alguna”
Platón, Lisis
Hablar sobre la amistad se parece a hablar sobre la comedia. Los mejores cómicos pueden tener el talento de la risa pero no suelen saber explicar cómo lo hacen. De igual manera los mejores amigos pueden serlo sin pararse a pensar los elementos que construyen su relación. Por eso me sonaba un poco raro proponerle a mis amigos Arturo Pérez-Reverte y Antonio Lucas que nos sentásemos en la Noche Blanca de Oviedo a charlar de forma improvisada sobre la amistad, en general, y sobre nuestra amistad, en particular.
Quedamos en el Auditorio a las siete de la tarde del sábado seis de octubre de dos mil dieciocho. Siempre pienso que a mis circos no va a venir nadie. Soñé con auditorios vacíos y con ellos dos, cabreados, “¿por qué nos has traído aquí?”. Pues al final aparecieron ochocientos seres humanos que acabaron formando parte de nuestra conversación. Después de presentar a Antonio Lucas y establecer bases de lo que íbamos a hablar, hice una pequeña prueba del algodón. Un truquito de teatro. De que ya llevo unos años en esto. Léase lo que solté con cierta solemnidad: “Querido público, les presento a un magnífico escritor, académico, columnista, todos los fines de semana en uno de los periódicos más importantes de este país, y autor de libros tan importantes como Corazón tan blanco…”. En ese instante el público se descojonó y Arturo me cerró el chiste con un “cabronazo”. Supe, cómo no, que ya estaban prisioneros. Que ya estaban dentro. Que ya no había cuarta pared y que podríamos no solo hablar sobre la amistad, sino ponerla en práctica, sin cálculos, con libertad, en directo.
“No hay amigo sin prueba y de un solo día, sino que se precisa tiempo”, escribía Aristóteles en Ética a Nicodemo. Antonio, Arturo y yo nos conocemos desde hace unos años, llevamos unos cuantos primeros y segundos platos y ya nos tenemos tomados los tiempos. Sabía perfectamente que Arturo iba a destacar el ingrediente principal que él considera que debe tener una amistad: la lealtad. Lo sé, además, porque fue de lo primero que hablamos el día que nos conocimos. Y, cómo no, la traición que va asociada a la deslealtad. Saltamos a sitios claves: ¿es posible la amistad entre padres e hijos? ¿Es igual la amistad femenina que la masculina? ¿Siguen con nosotros los amigos muertos? ¿Tenéis más amigos jóvenes o más mayores que vosotros? ¿Se puede ser amigo de tus perros? ¿Tenéis enemigos?
Me río mucho con mis dos amigos. Ahí saltó Antonio con su historia de Manolo Caracol o de Pedro J., olvidado por su chófer en una gasolinera de Burgos. Y Arturo con alguien que aparece de vez en cuando en su vida y que dice que hizo la mili con él, cuando él la evitó por miope. Repito: me río mucho con mis dos amigos y para mí fue muy especial reírme con ellos y el público en el barrio donde viví hasta los veinticinco años. Ahí mismo iba al colegio, ahí mismo tuve mis primeros amigos, ahí mismo trataba de ligar con las dominicas, ahí fui al instituto, ahí mismo tomaba las copas que Pituso en “La tabla”, ahí están siempre mis padres y mi hermano.
“Pero no es estar quieto la razón ni la meta, / sino un querer más pequeño, una conquista más clara”, leyó Antonio en Fuera de sitio, su hermosísimo poema dedicado a Arturo y creo que todos entendimos qué era aquello que nos había juntado.
No hubo ensayos, ni móviles, ni grabaciones, ni streaming. Solo tres amigos hablándose. Se lo tengo que agradecer de corazón porque siento la alegría de que se repetirá muchas veces y, a un tiempo, la tristeza de que no se repetirá jamás.
¿Con qué canción sobre la amistad podría cerrar el encuentro? La de un amigo de los tres: el genio del ritmo, el último cantor, el talento argentino universal, Andrés Calamaro y su himno Los chicos, dedicado a los amigos que se han ido. Resonó Andrés —te echamos de menos, Andrés— entre gente muy sonriente: “Tomá una lista de mis amigos, / quiero convencerlos que vuelvan conmigo, / si no van a esperar mucho, / y hace mucho que los quiero ver”.
Nos despidió la generosidad del público y hasta paró de llover. Después rieron con nosotros Lara, Jeosm, Errasti, Fernando, José, Belén, Javi, Vanesa, Cuervo… los amigos, de nuevo.
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