El madrileño Lorenzo Silva tiene un espacio propio entre los cultivadores de nuestra novela criminal gracias a la invención de una singular pareja de personajes, los guardias civiles Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro. Con ellos introdujo una bocanada de aire fresco en la protagonización y en los asuntos tratados de un género siempre en peligro de acartonarse en fórmulas rígidas. El acierto del autor al formular esta saga policial le ha pasado el precio, me parece, de ser conocido sobre todo por ella, en perjuicio de otros flancos de su versátil y amplia escritura. Porque Silva no se ha encasillado en la investigación policiaca en la que tan buena mano se da y su narrativa aborda muy distintos asuntos (lo sabe quien conozca La flaqueza del bolchevique, El alquimista impaciente o El blog del inquisidor). Además, ha hecho trabajos cercanos a la divulgación histórica académica (sobre la Guardia Civil, por ejemplo) y otros donde reconstruye el pasado, aunque con aliento narrativo. También ha hecho incursiones en el relato movido por impulsos autobiográficos, por el conocimiento y recreación de sus raíces familiares. En este ámbito se mueven el relato viajero por el norte de Marruecos Del Rif al Yebala y el relato novelesco El nombre de los nuestros, que recrea la desventurada peripecia militar de España en el Rif en la que participó como soldado raso un abuelo suyo.
Este sucinto apunte no pretende una mínima semblanza de Lorenzo Silva sino poner en un contexto Recordarán tu nombre. En buena medida, es un libro síntesis de la escritura del autor: aquí aparecen temas suyos como la dignidad y el honor, lo bueno y lo malo de la naturaleza humana, la memoria histórica, los sufrimientos de la gente cuando los aprisiona el vendaval de la historia o los rasgos definitorios del Instituto Armado. Todo ello forma la argamasa de una obra (no me atrevo a describirla con un calificativo exclusivo) que está, por otra parte, urgida por un acicate de la actualidad, por ese impulso que lleva a un escritor a practicar un «oportunismo» (en el sentido de lo pertinente en un momento dado con que Clarín utilizaba este término) creador: reflexionar sobre el pasado todavía vivo, por desgracia acaso demasiado vivo, a través de los flexibles medios que permite la literatura. La literatura no tiene por qué mantener rígidas fronteras entre ficción y documento, entre invención y testimonio.
La maleabilidad de la escritura es signo de nuestros días. El autor puede implicarse en el cuento que cuenta y así aportar el factor subjetivo que la novela histórica clásica disimulaba, si bien marcaba sus mismas entrañas. Así ha hecho hace unos meses Antonio Soler en una de las mejores novelas del año pasado, Apóstoles y asesinos, sobre los conflictos sociales en Cataluña de hace un siglo. Así acaba de hacerlo también Javier Cercas en un libro que guarda numerosas coincidencias con el de Silva, El monarca de las sombras. Y así lo acomete Lorenzo Silva en Recordarán tu nombre: él mismo, sin disfraz de un narrador interpuesto, explica cómo la memoria de sus abuelos, materno y paterno, le llevó a indagar sobre las circunstancias contrapuestas en que ambos vivieron en los tiempos de la República y la guerra, y en las consecuencias que tuvieron en sus padres. Él mismo interviene en la narración con su nombre real y en su condición de investigador de hechos pretéritos. Él mismo, en fin, y antes que nada, declara la perspectiva ideológica y política desde la que refiere los sucesos: una condena explícita de la militarada que en 1936 subvirtió la legalidad constitucional.
Este planteamiento de actualidad da lugar a una forma narrativa que, a falta de etiquetas menos esquivas, se conoce como novela sin ficción o autoficción y con tales mimbres Lorenzo Silva cuenta la peripecia de un general de la Guardia Civil, José Aranguren, que en los días críticos de la sublevación franquista se mantuvo fiel a las autoridades catalanas y al gobierno republicano y con su lealtad al juramento prestado impidió el triunfo en Cataluña de los sediciosos. El precio que pagó fue su expeditiva ejecución en los días finales de la contienda acusado de auxilio a la rebelión, el delito con que los golpistas dieron un golpe de estado también al sentido común y a nuestro idioma.
La personalidad de Aranguren es el hilo conductor de la novela-documento. Con el enfoque clásico de una etopeya, Silva traza la trayectoria del general desde los años mozos de formación en su Galicia natal, pasando por su destino marroquí durante la ominosa campaña del Rif y desembocando en los puestos de responsabilidad que asumió en Madrid durante la República y en las jornadas barcelonesas que finalizaron con su fusilamiento por los rebeldes en 1939. El retrato produce la figura de un hombre de bien, valeroso y prudente, una especie de héroe templado a quien el autor propone sin disimulo como un modelo de virtudes, competencia profesional y rectitud moral. Este valor añadido, simbólico, sale más de la perspectiva del autor que del propio personaje, pues, a pesar de la minuciosa investigación acometida por Silva en archivos y mediante conversaciones con los descendientes del militar, la base documental no llega a ser muy grande, aunque tampoco resulte escasa. Con frecuencia, Silva imagina o supone qué pensaría Aranguren en algunas circunstancias especialmente delicadas o cómo debió de actuar. Así, al margen de que el libro constituya una reivindicación y homenaje del general, la narración novelesca se conjunta con el relato de datos verídicos y fortalece su valor de narración literaria con una meta bien visible: proponer una imagen de la ejemplaridad. Un objetivo no muy distinto, por cierto, del perseguido por el juglar que cantó a Mío Cid con su también intencionada aleación de verdad e imaginación.
Para que una etopeya funcione con plenitud necesita otros retratos opuestos; precisa de contramodelos, si se quiere. Los presenta Lorenzo Silva. Son, en conjunto, los incompetentes oficiales y jefes africanistas de quienes ya había dado buena cuenta en El nombre de los nuestros, y que ahora integran una madeja de nombres que un decenio después se encontrarán en distintas situaciones en la guerra civil. Hay un algo de fatalismo en la percepción histórica de Silva, sin que ello suponga ignorar los datos concretos que determinan el curso de la historia. La historia tiene un papel de apisonadora, para la vida de los protagonistas y de las víctimas colaterales, pero la máquina temible cuenta con responsables que marcan su itinerario. Estos son los militares ansiosos de privilegios, beneficiados de su poder arrogado. En algún cabecilla golpista, el general Goded, fusilado por encabezar la sublevación en Barcelona, aprecia un gesto de decencia. A otros se lo niega: a Sanjurjo, a Mola. De aquella camarilla de conjurados y adláteres, el peor es Franco. Al futuro dictador lo muestra como el ser implacable y sanguinario que fue, el que dio el visto bueno a la ejecución de Aranguren a pesar de las estrechas relaciones que ambos y sus familias habían tenido.
La trágica historia de Aranguren ocupa, en realidad, en Recordarán tu nombre un espacio discreto. La permisividad que facilita una novela-documento hace que la parte del león del libro sea historia y no ficción. Con mucho detalle refiere Silva la guerra del Rif, igual que hace con la caída de la monarquía, la proclamación de la República y las vicisitudes políticas y sociales de los años treinta hasta el pronunciamiento militar. Con suma atención cuenta asimismo el inicio del golpe en Barcelona. De este modo, la novela de Aranguren se convierte en una verdadera crónica histórica. El libro es más recreación histórica que fábula novelesca. Cuenta Silva con la solvencia del historiador y con la destreza del narrador. Con ello ofrece una amplia estampa de una larga y desventurada época de nuestro pasado aún reciente. En casi todo momento resulta vivaz y plástica, gracias al instinto innato de narrador del autor, pero podrían haberse acortado y agilizado algunos pasajes. La sugestiva materia, la voluntad de mostrar con suficiente detalle un tiempo convulso de nuestro país y lo aleccionadora que pueda resultar la época para el presente (por aquello que decían los antiguos: la historia es magister vitae) le han llevado a Silva a pecar más por exceso que por defecto. Lo cual siempre será, en una narración seria y suficientemente amena, un pecadillo venial.
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Autor: Lorenzo Silva. Título: Recordarán tu nombre. Editorial: Destino. Venta: Amazon y Fnac
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