La editorial Eolas, en colaboración con el Grupo de Estudios Literarios y Comparados de lo Insólito y Perspectivas de Género de la Universidad de León —creado y dirigido por la doctora Natalia Álvarez Méndez, y en el que participan miembros de otras universidades españolas y extranjeras—, ha iniciado una colección de ficciones marcadas precisamente por su relación con lo insólito como tema literario. En el Diccionario de la Lengua Española, lo insólito se describe como lo “desacostumbrado, fuera de lo común, extraordinario”. Acotar un tema de tal naturaleza me parece una idea feliz, porque abre un espacio muy sugestivo que está en la frontera de lo fantástico, de lo absurdo, de lo maravilloso, pero que adquiere sin embargo una identidad concreta.
En la colección han aparecido ya cuatro libros —entre ellos las antologías Las mil caras del monstruo, editada por Ana Casas y David Roas, y Las otras: Antología de mujeres artificiales, editada por Teresa López-Pellisa—, y ahora se publica la novela Bestiaria vida, de la autora mexicana Cecilia Eudave, escritora de novelas, cuentos y micro-relatos, que ha sido reconocida en su país con diversos galardones. El libro está prologado por la profesora Carmen Alemany Bay, que apunta, precisamente, sus características principales: su localización “en las fronteras de lo fantástico y lo real”, su condición de “narrativa de lo inusual” —no carente de humor—, y cómo en él prevalecen “el discurso de lo extraño” y “la extrañeza de lo cotidiano”, entre peculiares referentes mitológicos.
Los trece capítulos del libro, con curiosos títulos, conforman una novela singular, que sin perder su condición unitaria, tanto en los ambientes, como en los personajes y en la línea argumental, es a la vez un conjunto de relatos y tiene incluso algún micro-relato como el final (El último recurso). Esa variedad en el tratamiento técnico está muy bien lograda.
La trama del libro, escrito con precisión y sin que falten el humor ni la sugestión poética, se centra en la historia de Helena narrada por ella misma, desde su nacimiento hasta un momento determinado de su vida, mediante una escritura que “no lleva días ni fechas” —no es un diario— con el objeto de no olvidar. El tiempo cubre por lo tanto varios años, pero está reproducido de modo fragmentario, recuperando diversos momentos especialmente inquietantes en la historia personal de la narradora.
La atmósfera es rara, hasta ominosa, y está conseguida mediante una peculiar mirada expresionista de lo cotidiano, diferente del realismo habitual: los diversos personajes, los lugares —el jardín que sirve de refugio a la narradora, la cabaña del monte, los diferentes habitáculos, la secuencia temporal— adquieren su naturaleza mítica precisamente por la perspectiva de Helena.
Cuando Helena nace “se enrolla como un caracol”, y acaso esta posición, una especie de encierro en ella misma, refleja toda su actitud a lo largo del texto, en el que van apareciendo los demás personajes, caracterizados como diversos monstruos míticos: su hermana Susana, la SÚCUBO —la autora utiliza las mayúsculas en esos nombres—, nace con un cuernito en la cabeza que luego le extirpan y, preferida por los padres, es muy mala con Helena; su madre, Laura, el BASILISCO, de quien su hija piensa que es capaz de matar con la mirada, empresaria de éxito que con los años acaba “anclada en la nada” —acaso en el alzhéimer…—; su padre, buen tipo que se convierte en el LICÁNTROPO y acaba escapando de casa; el abuelo, el CANCERBERO que, afectivo y generoso, “cuidaba la entrada del infierno”, como iremos sabiendo; su tío, el BÚFALO, exitoso agente publicitario; la tía prohibida, Irene la INNOMBRABLE, de joven rebelde, hippie, que acaba aficionada al Tarot; el BICÉFALO, compañero de Helena, recordado solo lo suficiente como para que conozcamos su separación; los amigos Lucio —homosexual enamorado sin embargo de una mujer— y Fernanda…
Tanto la basilisco como el búfalo son empresarios ambiciosos, e incluso el licántropo comienza su trabajo con esa disposición, hasta descubrir al acechante abominable hombre del trabajo, que también acecha a Helena hasta hacerla abandonar su brillante carrera publicitaria y refugiarse en su jardín o en el parque en el que recorta y pega en su cuaderno noticias siniestras de los periódicos: que han encontrado dos leones muertos en una calle, que un enjambre de abejas africanas atacó a los comensales de una boda, que un padre cuelga a un hijo y lo mata a palos por no dejarlo descansar…
El mundo de la ambición y el lucro desmedido, de odio y envidia al éxito, traumatizará a Helena ya desde sus primeros años escolares. La mirada sarcástica sobre nuestra sociedad se refleja, por ejemplo, en un episodio, cuando Helena les cede la cabaña del monte a Lucio y Fernanda para que se encierren allí para, dándose al alcohol y las drogas, “desintoxicarse del mundo”.
En numerosos momentos de la novela, el sueño o la alucinación hacen entrar el texto en cierta rareza de regusto fantástico: el abuelo, cancerbero, tras arruinarse hasta perder su casa, se va a vivir al nicho mortuorio de la abuela; los trabajos imaginativos del padre, el licántropo, culminan en la invención de un sistema repelente de ratas que, sin embargo, atrae a toda clase de insectos y gusanos; existen al parecer los llamados “invasores del espacio interior”, como la madre, que según el padre es toda ella una nave extraterrestre; los hombrecitos diminutos que viven en las alfombras y que, desde que le sucedió a un bisabuelo, se les van apareciendo a varios miembros de la familia, a quienes se les aplica tratamiento psiquiátrico; la pariente lejana atrapada con su reflejo, según cuentan, en un espejo del que jamás pudo salir…
En la novela hay alusiones pasajeras, casi imperceptibles, a diversos referentes literarios —Gregorio Samsa; El doctor Jekyll y Mr. Hyde; La vida es sueño— que son sutiles homenajes y nos susurran la estirpe del libro, excelente muestra de la literatura de lo insólito —un entorno familiar visto con profunda extrañeza—, y que habla, de manera alarmante, de la asombrosa realidad cotidiana que nos rodea.
Sirva como remate la transcripción de un párrafo:
“…la idea de que no hay lugar más extraño, incomprensible, paradójico, imposible, recóndito, insoportable, científico, profundo, infinito e interestelar que el espacio interior; es ahí donde hay que explorar”.
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Autora: Cecilia Eudave. Título: Bestiaria vida. Editorial: Eolas. Venta: Amazon y Casa del libro.
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