Mi primera novela no es autobiográfica, pero trata temas importantes para mí. La historia llegó a modo de intuición y se aferró a mi piel en una época en la que buscaba una historia que contar y ninguna trama que me planteaba parecía suficientemente interesante como para embarcarme en su escritura.
Un sábado cualquiera fui con mis entonces compañeros de piso a una exposición que contaba e ilustraba el esplendor de la avenida del Paralelo de Barcelona a principios del siglo XX. Fuimos medio por aburrimiento medio porque vivíamos en dicha avenida y la exposición había despertado nuestra curiosidad. Entré en la muestra sin expectativas y salí enamorado. Supongo que así es el amor, irracional, inesperado y determinante.
El caso es que empecé a leer e investigar sobre una avenida que me descubría tesoros e ilusiones a cada detalle que descubría, una calle que cobijó el arte de dos grandes artistas y cantantes: Raquel Meller y Elena Jordi. A través de sus biografías se empezó a gestar la historia de Francisca —protagonista de La avenida de las ilusiones—, sin ser yo consciente de que me encontraba ante el génesis de una novela. Cuando me di cuenta de que estaba desarrollando una trama, me pregunté a mí mismo: «Xavi, ¿te das cuenta de que te dispones a escribir una novela histórica?». Era una opción que jamás había contemplado. ¿Estás preparado para retratar una época que desconoces? ¿Y para crear unos personajes separados de tu contemporaneidad por, al menos, cien años?
No respondí, y simplemente continué avanzando, porque la avenida me tenía encandilado. Descubrir sus teatros, sus cabarets, sus dramas y sus comedias, sus artistas y villanos, los cafés, el juego, las fiestas, la prostitución, las drogas, las salas de cine, la bohemia, los dramaturgos… Aquel universo me cogió de la mano y me llevó hacia otro, el obrero, el de la lucha de clases y las ideas revolucionarias que corrían por los cafés de la avenida. Conocí así el nacimiento de la CNT y profundicé en dos huelgas de las que sabía cuatro detalles, la Semana Trágica y la Canadiense. Así entré en el género histórico, sin haberlo deseado pero con la sensación de que estaba escribiendo una historia que hablaba mucho más de mí de lo podía llegar a imaginarme.
¿Por qué? Pronto hallé una explicación superficial. La familia de mi madre emigró desde la provincia de Cádiz hasta Barcelona en los años sesenta y, después de vivir en varios lugares de la Ciudad Condal, se instalaron en el Paralelo. Era la avenida de mis abuelos, donde yo también vivía, el lugar por el que había paseado infinidad veces con mi abuelo, un entusiasta de la historia que, antes de irse de nuestro lado, me había contado los mil y un secretos del barrio. Tenía una estrecha relación con el lugar, pero aquel argumento no me satisfacía. Estaba escribiendo la historia de una vedette y yo apenas sabía bailar ni conocía los entresijos del cuplé, el género musical por antonomasia del Paralelo de los años diez. Sabía que algo más me unía a aquella historia y, poco a poco, fui desgranando otros porqués.
Para empezar, estaba creando un personaje que iba a naufragar por la soledad y la melancolía, dos emociones a veces complejas que han sido enemigas de mi bienestar en más de una ocasión. Además, no estaba escribiendo solo sobre ellas, también sobre la valentía y los sueños, una cualidad y una tendencia que me acompañaban en aquella época. Y, sobre ese pósito, hervían las injusticias sociales, el feminismo, la identidad, la búsqueda, el teatro, la lucha entre la cultura popular y la burguesa o los motivos que engendraron los conflictos del presente; temas que me interesaban, que formaban parte de mis lecturas y de las conversaciones con mis amigos.
Sin más, dejé de preguntarme por los motivos que me llevaban a escribir esa historia y dejé que esta fluyera. Aparecieron María, Joan, Tomás, Jaume o Teresa y, juntos, compusieron la melodía de La avenida de las ilusiones.
La terminé y todo fue muy rápido. Al cabo de poco más de un mes, me llamaron de Grijalbo interesados por la novela, firmé el contrato y empezamos, junto a mi editora, el proceso de editing. Los meses se escaparon entre las líneas del manuscrito y, de repente, teníamos portada y campaña de lanzamiento. Se publicaba el 2 de abril, pero una pandemia mundial, esa que nos encerró en nuestras casas, también encerró el libro en el almacén de la editorial. Se pospuso la publicación y entendí que esta novela estaba reclamándome algo de lo que carezco: paciencia. Permitidme recurrir al manido tópico: todo llega. Finalmente se publicó el 28 de mayo, dando a conocer a Francisca, a María Green y a todos los sobrenombres que la protagonista usa durante la novela y que acaban componiendo su verdadera identidad.
Mi primera novela no es autobiográfica pero trata temas importantes para mí.
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Autor: Xavi Barroso. Título: La avenida de las ilusiones. Editorial: Grijalbo. Venta: Todostuslibros y Amazon
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