Conocí a Javier Gómez hace algunos años por cuestiones de trabajo. Tanto él como su editorial (Desperta Ferro) me parecen un claro ejemplo de esfuerzo y de búsqueda de un leguaje propio.
Desde la más absoluta independencia ha creado junto a sus dos socios una de las editoriales referentes de Historia. Por eso y algunos motivos mas me pareció muy interesante invitarle a formar parte de este espacio.
Para saber más sobre Javier:
Soy un frikazo de manual. De siempre he sido muy de Star Wars, de Tolkien, de pintar soldaditos, de los juegos de estrategia… Terreno abonado para que me tirara la Historia, en especial la historia militar. Quizás fueron las novelas de aventuras (ay, Sandokán) o las películas (El hombre que pudo reinar, mi favorita de siempre), pero el caso es que ya en el instituto tenía muy claro que quería dedicarme a esto. Cursé la carrera (¿hace falta decir cuál?) mientras trabajaba y al terminar me dediqué a pintar miniaturas profesionalmente, al tiempo que dirigí una revista de wargames e hice alguna que otra traducción de libros de Historia. El sueño de todo aficionado: poder hacer carrera de su hobby. Hasta que un encuentro fortuito hace catorce años mandó todo al carajo. Para bien.
No me canso de contar cómo nació Desperta Ferro Ediciones, el sueño de tres almas gemelas (Alberto Pérez, Carlos de la Rocha y servidor) que decidimos hacer esa revista de Historia que, como aficionados, nos gustaría encontrar en el kiosco pero no existía. Ni en España ni en ninguna parte. Alta divulgación, números monográficos, especialistas internacionales, impactantes y rigurosas ilustraciones y una cartografía histórica sin parangón (no lo digo yo, lo afirman nuestros lectores y colaboradores de todo el mundo). En 2010, en plena crisis, sin subvenciones ni apoyo alguno, a pulso, y en un país donde además la historia militar aún era para muchos sinónimo de caspa, cuando esta renovadísima disciplina va mucho más allá de “las batallitas”, y en ella confluyen historia política, social, económica (fundamentales ambas), de las mentalidades, de género, arqueología… una suerte de Historia total, vamos.
Y así nació nuestra primera Desperta Ferro, rebautizada más tarde como Antigua y medieval. Le seguirían otras hasta el total de seis cabeceras que componen nuestro catálogo en la actualidad (Antigua y medieval, Historia Moderna, Contemporánea, Arqueología e Historia, Especiales y la más reciente… ¡Ucronías!), la friolera de veintinueve revistas al año, amén de más de un centenar de libros que hemos publicado desde 2015. Un volumen de publicaciones nada desdeñable, fruto del trabajo de un equipo formado por veintidós profesionales en plantilla a jornada completa (la mitad historiadores) y decenas de colaboradores externos. Muchos lectores nos comentan que no se explican cómo hemos sido capaces de tener éxito con un proyecto tan especializado y tan ambicioso como Desperta Ferro en España. La verdad, a veces yo tampoco…
Aprovecho esta tribuna para mandar un saludo a todos los que decían y siguen diciendo eso de que “Historia no tiene salidas”. Sin acritud.
Nos recomienda a los lectores de Zenda:
Vidas intrépidas, de Julio Albi de la Cuesta.
Eso de que hay una edad para leer (y entender) cada libro no puede ser más cierto en el caso de Vidas intrépidas: Españoles que forjaron un imperio, uno de los libros que en lo personal más huella me ha dejado en los últimos tiempos. Mi querido y respetadísimo Julio Albi de la Cuesta, célebre por su clásico De Pavía a Rocroi, el libro de referencia sobre los tercios españoles, nos ofrece en Vidas intrépidas la vertiente más humana de los ejércitos de la Monarquía Hispánica, que durante siglo y medio se enseñorearon de los campos de batalla europeos y de medio mundo. Y lo hace a partir de más de una docena de biografías de soldados que nos legaron sus propios escritos, en los que nos cuentan, normalmente de forma cruda y honesta, sus vivencias, sus aspiraciones y sus triunfos, sin sustraernos ninguna de sus frustraciones y de sus muchas miserias. Hace diez años vaya si habría disfrutado con la bizarría y el humor socarrón que emanan de las páginas de este libro. Pero a mis 45 tacos, cuando uno puede empezar ya a guardar la ropa primavera-verano y a ver la vida en perspectiva, esta inmersión en las profundidades de la condición humana que es Vidas intrépidas cobra toda su dimensión.
Fascina asomarse, como un voyeur, a las turbulentas vidas de estos hombres, a veces consagradas al deber, otras cegadas por la ambición, siempre al borde del precipicio, surcadas de cicatrices y pocas veces virtuosas. Almas desarraigadas que no dudaban en devolver la sonrisa a la Parca desde una cenagosa trinchera en Flandes, sobre la resbaladiza cubierta de una galera o en angostos pasos andinos, que se casaban por aburrimiento o que solo encontraban solaz en reyertas a cuchilladas en tabernas de mala muerte en los bajos fondos de Madrid o Nápoles. Cuando uno se plantea cómo habría cambiado su vida si hubiera hecho las cosas de manera diferente, produce cierto consuelo verse reflejado en estas trayectorias jalonadas de buenas o malas decisiones, pero sobre todo producto de unas circunstancias, que forjaron valientes, canallas, próceres, sinvergüenzas, supervivientes… y a veces de todo un poco. Olvídate de arquetipos rosa/negrolegendarios: los clichés se diluyen en la tremenda humanidad que impregna este libro. Si vivir aventuras era esto, igual mi vida, a fin de cuentas, no está tan mal. Será cosa de la edad.
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