Conocí a Susana el verano pasado en el Festival Gata Negra, en Moraleja (Cáceres), organizado por nuestro querido Luis Roso.
Aquí tenéis el resultado.
Para saber más sobre Susana
Susana Martín Gijón nació en Sevilla en 1981, pero se crio en Extremadura. Allí ejerció durante muchos años como asesora jurídica (se licenció en Derecho y se especializó en Cooperación Internacional para el Desarrollo y Derechos Humanos) y allí también ostentó varios cargos, como la dirección del Instituto de Juventud regional, la presidencia del Comité contra el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia o la de la Asociación de Escritores Extremeños. Pero hace unos años, ya con su octava novela, lo dejó todo para dedicarse a la escritura a tiempo completo.
Su saga de novelas protagonizada por la inspectora Camino Vargas lleva más de cien mil ejemplares vendidos, está compuesta por Progenie (2020), Especie (2021) y Planeta (2022) y ha sido adquirida para su producción audiovisual en el formato de serie televisiva.
Ha sido galardonada por su trayectoria literaria con el Premio Avuelapluma de las Letras, así como con el Premio Cordoblack por su contribución a la renovación del género negro, el Premio Cubelles Noir a mejor novela publicada en castellano o el Granada Noir.
Caracterizada por sus obras comprometidas y la denuncia social siempre vigente en ellas, en 2022 fue becada por el Ministerio de Cultura por su proyecto de incentivación de la conciencia ecológica a través de la expresión creativa en Holbox, en México.
En 2023 publica La Babilonia, 1580, novela histórica ambientada en la Sevilla de finales del siglo XVI que la ha colocado como una de las escritoras más leídas del panorama nacional español.
Algunas de sus otras obras más conocidas son Náufragos, finalista del certamen de novela Felipe Trigo en 2015, Más que cuerpos (2013), Desde la eternidad (2014) o Vino y pólvora (2016) –estas tres últimas pertenecientes a la trilogía del trébol, que será reeditada por Penguin Random House en julio de este año–.
Nos recomienda este libros a los lectores de Zenda:
Como dediqué mis años de juventud a leer más leyes que literatura clásica, he tratado desde entonces de rellenar esa laguna de forma autodidacta, y lo he hecho conformándome mi propio canon, uno en el que las mujeres no estuvieran abrumadoramente borradas del mapa. Por eso fue una maravilla descubrir a la sinsombrero Luisa Carnés a través de su novela Tea Rooms: Mujeres obreras, obra profundamente social en la que refleja la realidad de comienzos del siglo XX en España, una realidad narrada desde abajo, desde quienes no toman el ascensor sino las escaleras de servicio. Carnés, a pesar de su origen humilde, de subir y bajar cada día esas escaleras, logra escribir esta novela portentosa, pero ella sabe mejor que nadie de las dificultades que conlleva y así lo describe en estas páginas que hoy recomiendo:
“Aquí, las únicas que podrían emanciparse por la cultura son las hijas de los grandes propietarios, de los banqueros, de los mercaderes enriquecidos; precisamente las únicas mujeres a quienes no les preocupa en absoluto la emancipación, porque nunca conocieron los zapatos torcidos ni el hambre, que engendra rebeldes. Matilde ha oído algo sobre esto, no recuerda dónde; o lo leyó en algún libro, tampoco recuerda exactamente en cuál. En los países capitalistas, particularmente en España, existe un dilema, un dilema problemático de difícil solución: el hogar, por medio del matrimonio, o la fábrica, el taller o la oficina. La obligación de contribuir de por vida al placer ajeno, o la sumisión absoluta al patrono o al jefe inmediato. De una u otra forma, la humillación, la sumisión al marido o al amo expoliador. ¿No viene a ser la misma cosa?”
Cuánta injusticia, cuánta amargura condensada y cuán necesaria esta reflexión de hace ahora noventa años. Cuánto por hacer también y todavía. Leer Tea Rooms: Mujeres obreras es un acto de reparación, pero constituye al mismo tiempo un deleite profundo.
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