Falstaff, de Verdi. Royal Opera House.
Desde que en 1839 el editor italiano Giovanni Ricordi comprara los derechos de la ópera Oberto, Conte di San Bonifacio por dos mil libras, un joven Giuseppe Verdi comenzó a destacar en el ambiente musical italiano del XIX. A él se atribuye la renovación de la ópera, gracias a la grandiosidad emocional de su música. “En el Réquiem de Brahms los vivos piden a Dios paz y en el de Verdi los muertos piden volver a vivir», apuntó el director Riccardo Mutti en su libro Verdi el italiano, publicado en 2001.
La historia transcurre en el reino de Aragón del siglo XV y describe el enfrentamiento entre Jaime de Urgell y Fernando de Antequera por el control de la corona. No sin algunos reveses, incluida la muerte del libretista Salvatore Cammarano, Verdi puso música a esta obra de García Gutiérrez, a la que Mariano José de Larra se refirió a como la obra romántica por excelencia. La historia lo tiene todo para serlo: el peso del destino, la presencia de la muerte y la inflamación de las pasiones, un triángulo argumental que Verdi consiguió exprimir hasta la última gota y que recoge el espíritu fatal del XIX español.
No es ésta la única ópera de inspiración española de Verdi. Tras unas navidades en París, el músico y su esposa, Giuseppina Strepponi, viajaron a España en 1863 para asistir en el Teatro Real al estreno de La forza del destino, una ópera en cuatro actos basada en la obra teatral Don Álvaro o la fuerza del destino (1835) del escritor español Ángel de Saavedra, Duque de Rivas. Tanto Rubén Amón en su historia del Teatro Real publicada por Alianza como Víctor Sánchez en Verdi y España han aportado datos de aquella visita.
En aquellos diez días madrileños del invierno de 1863, Verdi dedicó largas travesías a los pueblos andaluces. Tanto sus cartas como algunas biografías documentan su interés por el drama romántico español, que le permitía la búsqueda de un colorido musical. Abundan las referencias españolas en el universo verdiano, desde el estreno de Oberto en Barcelona hasta las curiosas referencias al acero bilbaíno en Falstaff, además, claro, de la impronta aragonesa de Il trovatore.
La visita de Verdi a Madrid para la puesta en escena de La fuerza del destino fue memorable, tanto que una pequeña placa en forma de rombo rinde homenaje al episodio en la plaza de Oriente. Al estreno, el día 21 de febrero de 1863, acudió la reina Isabel II, que agasajó al compositor italiano al terminar la función. También se encontraban entre los asistentes Rosalía de Castro y Ángel de Saavedra, duque de Rivas, quien al parecer no quedó nada contento ni con la versión de su obra que hizo Verdi ni con el pago que recibió por derechos de autor.
Capítulo Shakespeare
España fue una de sus improntas más claras, pero el deslumbramiento de Verdi con Shakespeare comenzó mucho antes, desde su juventud. Y aunque Schiller también llamó su atención, el efecto Shakespeare fue mucho mayor, y no es de extrañar. El XIX fue el siglo del redescubrimiento de la obra de Shakespeare, que llevaba años ignorada y supuso para los compositores, dramaturgos y autores de la época una absoluta tormenta.
Las historias del británico fueron, para artistas y compositores decimonónicos, una reserva salvaje de las pasiones en su estado más puro: los celos, la ambición, la vileza, el amor, la locura. Tenían algo terrible, y al mismo tiempo ejemplarizante, que cautivó el genio de la época. Y Verdi no fue inmune a ello. Macbeth, de hecho, fue la primera composición que hizo basándose en la obra del británico.
Otello, Macbeth y Falstaff (basada en Las alegres comadres de Windsor) son las tres grandes composiciones que hizo a partir de la obra del inglés. De haber culminado su versión del Rey Lear habría completado el ciclo de tragedias del británico. Macbeth, de hecho, fue la primera composición que hizo basándose en la obra del dramaturgo, a la que regresaría en dos ocasiones más: Otello (1887), en la que trabajó cerca de diez años, y Falstaff, la comedia lírica en tres actos que se estrenó en 1893 en el Teatro de la Scala.
Considerada un estudio de la maldad humana, o incluso de los accidentes de la maldad humana, Macbeth despliega todas las variantes que adquiere la oscuridad en el alma de las personas: desde el ánimo pusilánime, cobarde y al mismo tiempo turbio de Macbeth, hasta la avasalladora ambición de su mujer, quien le emponzoña y espolea para que mate al rey Duncan y se cumpla la profecía de las brujas, quienes al comienzo de la tragedia se aparecen para decirle que será rey de Escocia.
Existen algunos matices entre el Macbeth de Shakespeare y la creación que hace Verdi a partir del texto. En el caso de la ópera de Verdi, es el coro el que cumple el papel de las brujas. Asimismo, la composición del italiano se concentra en Macbeth y Lady Macbeth, por lo que Macduff y Banquo pierden la importancia de la obra de Shakespeare. Incluso el propio rey Duncan como figura resulta mucho menos llamativo ante la fuerza del matrimonio traidor.
El caso de Falstaff tiene una vertiente curiosa. Verdi escribió sólo dos óperas bufas a lo largo de toda su carrera. Lo hizo como si con ellas respondiera a la desgracia. La primera fue Un giorno di regno (Un día de reino), que coincidió con la muerte de su primera esposa y sus dos hijos. La segunda y la última de toda su carrera, Falstaff, que escribió poco antes de morir junto al libretista Arrigo Boito, basándose en pasajes de Las alegres comadres de Windsor, Enrique IV y Enrique V de Shakespeare (en una edición traducida por Victor Hugo), las tres obras del británico en las que aparece Sir John Falstaff, antiguo compañero de armas y aventuras del príncipe Hal, el futuro Enrique V de Inglaterra. Al convertirse en rey, Enrique rompe sus relaciones con Falstaff y este, sin la protección del soberano, se abandona a la bebida y a la gula, a la lascivia y a la fanfarronería, según escribe Joan Mataboch, director artístico del Teatro Real.
Sir John Falstaff encarna el exceso. Creído de su estatus social hasta lo risible, siempre escaso de dinero, ridículo y pretencioso, posee sin embargo un talento, una dignidad e inteligencia natural. Castigado por la pluma de Shakespeare, Falstaff es todo lo contrario de aquello que desea ser: un hombre obeso y sin dinero que se cree un seductor, un vividor poseído por todos los vicios, al que dos poderosas burguesas de la ciudad de Windsor, Alice Ford y Meg Page, le preparan un pequeño escarmiento.
¡Cómo se extrañan las citas en el teatro Colón…!