El lector de poesía echaba de menos un volumen como este. Toda la poesía de Ferrer Lerín reunida en un mismo libro. Venía a suplir un vacío editorial de las primeras ediciones de su obra, a mediados de los 60, libros inencontrables ya, a cuyas prínceps se hacía referencia en diferentes estudios, pero que pocos, actualmente, habían visto o leído, si no fuese por diversos trabajos antológicos.
Lo que esta obra demuestra, puesta en retrospectiva, es la enorme coherencia estilística del poeta, cuyos rasgos más destacados ya se pueden encontrar en sus primeros libros, así como en sus últimos poemas. La poesía de Ferrer Lerín alcanza su grado de madurez muy pronto. Esa madurez les ocurre solo a los grandes autores.
La seguridad en la utilización de un idiolecto propio es una de las marcas de su fábrica lírica, sorprenden estos versos de juventud que encontramos en “Que arrastra las hojas muertas”, De las condiciones humanas (1964):
“Casual amigo conoce la índole adusta de tus políticos entreabriendo los días / que las invernales heladas empañen tus aviesos cometidos / y el pavor de la venganza difumine tus alas.//”
Hay un profundo conocimiento del léxico y puede acusarse una influencia francesa, de Perse, como él mismo reconoce, así como de diferentes libros en francés que había por la casa familiar como Las aventuras de Telémaco o Las aventuras de Aristonús, de donde comienza a recopilar material para la redacción de su segundo libro, La hora oval, dice en “Los editores”:
“Sophronime, ayant perdu les biens de ses ancêtres
tediosas a lo largo aventuras d’Aristonoûs”
Aquí utiliza un proceso de automatismo lírico, vierte líneas de un volumen ajeno y lo utiliza como material propio, procedimiento típico de la vanguardia, de la que tanto había leído y conocido a través de sus autores, o incluso, tras la traducción que realizaría de El hombre aproximativo de Tristan Tzara. Este procedimiento es uno de los más reconocibles en su poesía.
Hay una bimembración estilística en su obra: los rasgos que se dan en sus tres primeros libros, lo que se conoce como su primera etapa, se van a ver también en los cuatro libros de su segunda etapa. Hay un reflejo de una obra que se difumina durante 33 años.
La poesía de Lerín transita, desde este segundo libro, una senda en la que confluyen tanto verso como prosa, una prosa ejercida desde los parámetros del verso, una prosa cuidada, esmerada en su sonido, la fonética leriniana es otro espacio aún por estudiar, y algo que lo hace reconocible.
La utilización o la búsqueda de una poesía basada en el sintagma, provoca una lectura modulada por la dicción vocal, esa imaginación auditiva de la que hablaba Eliot, y que pocos poetas tienen en cuenta a la hora de escribir: el impacto de la poesía oída al ser leída, ese es el único fin del poema, el de ser escuchado.
Dice el poeta:
“Aquella vez que anduve tantos meses
por los páramos más antiguos torciendo
armoniosamente las ramas de eucalipto
y pude haberme cansado de las otras cosas
azucaradas en vino espeso y las ubres
llenas de varias tonalidades prendidas
en lo alto de nuestro desatino”.
La colocación nada fortuita de los sintagmas que conforman la estrofa y donde no es necesaria la puntuación, pues se lee de seguido. Recuerda a la experiencia poética de los metros clásicos recogidos de los maestros griegos. La musicalidad del poema frente a lo racional. En “Les Branches de Saules pleureurs” de La hora oval. Este poema es un buen ejemplo de esa imaginación auditiva donde se habla de la impresión debajo de las ramas de un sauce llorón.
Pone de manifiesto esta Poesía reunida la necesidad de una lectura leriniana, tanto para el lector curioso como para el poeta en ciernes, pues conecta la corriente heterodoxa europea y lo adscribe al movimiento hispánico, motivo por el cual, se puede asemejar su obra a la labor de ciertos autores que transitaron esas mismas corrientes alternas, hablo de Juan Larrea, de la obra poética de Cirlot, o de José-Miguel Ullán, autores que enfrentaron la poesía tradicional a un nuevo discurso, a una nueva narrativa lírica cuyo marco expandiese los encorsetados límites de la tradición española. Autores que tachan el texto para dar a luz otra semántica, la expresión lírica desacralizada por medio de otra simbología, o creando alfabetos o ideogramas alternos para crear una lírica diferente.
Ese es el camino escogido por Lerín.
Se acusa también, en una lectura atenta, un paulatino proceso de alejamiento de lo anecdótico y biográfico, muy presente en sus tres primeros libros, apenas escondido en sus poemas más confesionales, pero mezclados con poemas muy experimentales, donde el tono confesional juega, ojo, a ser una máscara, a ser incierta su versión por quedar desautorizada por el constructo enajenador de ciertas de sus piezas, como en un personaje poco creíble, propio de la narrativa moderna. Estos poemas pueden ser los de La hora oval, donde se mezclan personajes como Nastenka, Ivanka, con poemas autobiográficos, que al ser leídos, dan la sensación de ser ensoñación:
“Se ha roto el aire que sustentaba mis largos paseos,
mis horas muertas en la noche del barco amarrado.
Se ha roto la angustia que me impulsaba a pensar,
aquí, entre sueños que guardaban mi silencio”.
Poema que refleja en “4-12-68”, todo un proceso anímico ante una de sus vueltas desde Jaca, donde vivía ya, a su ciudad natal, Barcelona, con 26 años, los amigos (Azúa, Panero, panecillo, y Gimferrer), habían marchado a otros lugares y se plantea la irremediable sensación de abandono que vierte en el poema.
Podemos ver este proceso autobiográfico en “Octubre 1969, I”, “Octubre, 1969, II”, o el sorprendente relato “La dama que vive”, donde el autor nos detalla el relato de su nacimiento.
O el nacimiento de su onirocrisia, ¿qué puede haber más personal que el propio sueño? El autor nos detalla sus sueños con voluntad de estilo, como en “Mansa chatarra”.
El proceso lírico leriniano es amplio.
Por su parte, en Cónsul, la tercera entrega de su primera producción, donde nos da cuenta de uno de los poemas más reproducidos, quizá de su primera etapa, el texto “Casino en provincias”, es decir, aquí ya se contienen los temas que van a ocupar gran parte de su obra: el sueño, el juego, el proceso asimilador. Pero hay mucho más que eso.
“Dos cuervos cruzan rápidos el cielo. Grrac. Hacia la playa. De
las montañas. Una puerta acristalada se destroza al golpearse contra su
marco. Me mantengo a la expectativa. Parece como si fuera el único
hombre en la ciudad. Brillan los cristales en el suelo. Me acerco a ellos.
Es una tienda. Me atiborro de chuletas y magro”.
En “Corvus Corax”. Cónsul.
Lerín, después de esta tercera publicación decide dejar de escribir, o de publicar, y no volvería hasta Fámulo en 2009.
Esta obra abre su segunda etapa, y nos encontramos con un poeta diferente, cambiado por la experiencia personal y por el tiempo transcurrido desde sus primeros libros, 33 años es toda una vida, este poeta ya es otro.
A su vuelta, su obra se ha transformado, introduce nuevos procedimientos líricos, sin dejar de lado los de la primera sección de su producción. La exposición autorial se difumina ahora.
Este arrojo biográfico no se vuelve a dar en el resto de su producción, y si se da, es bajo la aplicación directa del elemento biográfico, enmascarando así la anécdota en el acontecimiento del poema como objeto, al igual que Góngora construía poemas exentos de la realidad, cuyo fin en sí mismo, era el sonido del propio poema. Sin duda, es un proceso de “plagio inverso”, proceso o boutade acuñado por Lerín, según el cual, los grandes genios lo imitan.
Si los tres primeros títulos fueron fruto de una infatigable acción escrituraria, los de la segunda, se han venido haciendo lentamente, ex professo, no son encargos y escribe con mayor pericia, puesto que elige los temas y las formas de producción. En Cuaderno de campo, un libro en donde se recogen buena parte de las entrevistas que ha dado a la prensa, afirma que los poemas de juventud no le quitaban mucho tiempo, simplemente, no era difícil para él escribir, ahora domina otros procedimientos que pueden verse en:
Fámulo
“Vacas de vientre
hijos de tus bragas y bueyes de tus vacas
brabán
barras de jabón roídas por los lobos
la condición del finado
señala en el toque a muerto
la campana
músculos del campo
vacas
los mulos y aquellos bueyes
cantón”.
Como se explica en La condición radical (Libros del Innombrable, 2023), en este texto, Lerín utiliza un proceso denominado por el propio poeta, paleografía, que consiste en utilizar un texto ajeno e incluirlo en el nuevo texto, creando así una visión provocada por una lectura alterna, en dos planos, como el arqueólogo que, a un tiempo, ve la capa exterior de un yacimiento, depauperado, e intuye las capas más bajas que está descubriendo para todos.
Por esa razón, el lector leriniano debe recomponer lo leído y catalogarlo de urgencia en una nueva clasificación genérica. Obra transdiscursiva.
¿Cómo entonces se puede clasificar este texto?:
“Ababuj (Teruel). Partida de Ablaque. Viga en La Caseta del Sordo.
(Practicable)
Abertura (Cáceres). Campo de Custodio. Olivos centenarios. (Practicable)
Abornícano (Álava). Pinar Mayor. Varios ejemplares en la umbría.
(Practicable)
Albí (Lérida). Ruinas del convento. Escarpias del muro norte.
(Practicable)
Altura (Castellón)”.
Se trata de una lista de lugares propicios para el suicidio. Todos estos lugares han sido visitados por el poeta en su infatigable camino en busca de aves, rapaces o necrófagas, que componen una geografía invisible, una región ignota donde nadie molestará para esta práctica.
En Hiela sangre existe una enorme continuidad estilística con la obra anterior, tanto es así, que hay una parte denominada “Postfámulo”:
“El dominio donde reina la arcilla bajo forma de terror, donde
el contumaz gusano —gigantesca lombriz lobo— apabulla
el aire oculto, y la sombra del agua,
como ollar inmarcesible, regenera
la voz de Aquel al final de la tarde, cabeza débil
que no soporta ya el peso del fino humano,
insobornable alférez […]”
Poesía, como puede apreciarse, que procede del trabajo del poeta desde el fogonazo léxico. Deslumbrar al lector. Colocar las piezas del lenguaje en lugares insospechados.
Poesía de inventario. La retahíla, el mantra, la influencia medieval, los listados de nombres o la versión de los índices de libros medievales.
“Animale.
Agua & humidad.
Bestes.
Bosq[ue] y la[s] otras cosas saluaticas.
Bois & choses des bois.
Bodega & lo q[ue] en si contiene.
Casamientos & todos su estados.
Couleurs.
Casas.
Ciudades & castillos.
Christianidad & los fieles.
Contiendas & guerra & zugaros. […]”
En Libro de la confusión están presentes los mismos temas y motivos, pero introduce un nuevo tema: la muerte.
“Te quiero Conchita tal como fuiste en los primeros años,
tal como fuiste en la época de esplendor que duró tan poco,
tal como fuiste en el griterío de la sordera y la escasa claridad,
tal como eres ahora blanca y sonriente en esta caja de pino” […]
Este poema, además, es un raro poema de índole amatoria, extraño en su producción lírica.
Aparecen también otras formas de texto que destrozan las viejas consideraciones en torno a una poética tradicional:
“Descendencia de Josefa Antonia Engracia Pérez Oliveta (1884-1921),
casada con José Juan Abilio Castaña Serafín (1881-1934).
1904: Sufre dos abortos (2 de enero y 24 de diciembre).
1908: El 4 de mayo nace Josefa Antonia Engracia Castaña Pérez, que
vive poco más de dos meses.
1910: Nace Josefa Antonia Engracia Castaña Pérez (20 de junio de
1910-19 de febrero de 1916).
1912: Sufre un aborto (24 de enero).
1914: Produce y le extraen una mola (20 de octubre).”
Pero la consideración sobre los géneros en su obra es tremendamente lábil, por ello es mejor no afirmar nada, y que el lector saque sus propias conclusiones.
Introduce, como en los libros anteriores ciertos homenajes a artistas o científicos: Moravia, Miller, o Frank Sherwood Taylor.
Y por último, la última pieza de este particular viaje por la lírica leriniana, nos encontramos con una vuelta de tuerca, otra vez vuelve a descolocar al lector con algo inesperado, acostumbrado a fatigar campos semánticos alternos, así, el autor, nos (re)descubre la teoría de grafos, cuya representación tiene la forma de un pez. Todos sabíamos de la pasión ornitológica de Lerín, de sus comienzos como herpetólogo, pero en el fondo, el poeta gusta de las palabras y de lo que pueden llegar a designar, así surge, Grafo pez, y nos hace una descripción de este animal fantástico, inexistente.
Grafo pez
“Propiedades generales:
Es plano, ya que puede representarse sin que sus aristas se crucen.
Es 1-conexo por vértices; tiene un vértice de corte y, por tanto, no es
hamiltoniano.
Es 2-conexo por aristas. Al tener un vértice de grado 4 y los demás
vértices de grado 2, el grafo pez es euleriano.
Coloración
El número cromático del grafo pez es 3.” […]
Ahora el lector no sabe dónde se ha metido. ¿En el mundo de la biología, en el del álgebra, o sólo es poesía?
Sólo es poesía, gran poesía.
Los animales fantásticos, las bestias, transitan los mundos de Lerín, ahí están La bête de Guevaudan, su Bestiario, así como diferentes piezas de Grafo pez que dan buena cuenta de ello.
Aquí lo explica, en Hippogyppoi, sin anomalías:
“[…] El Simorg eran ellos
y yo la destrucción del mundo
por tres veces
alma agobiada
siempre lector de obras primigenias
atleta de las imágenes
aunque en botánica soy tan exiguo
como abundante en otros conocimientos” […]
Pero Grafo pez es un buceo en la palabra, piedra de toque de su poesía.
Reúne este trabajo cuatro poemas inéditos, de los cuales, “Llegan ráfagas” había aparecido publicado en las páginas de la revista Turia.
“Llegan ráfagas, ráfagas
que invaden el cerebro, ráfagas
inconexas, muy breves, que no dejan señal
completa
que no puedo fijar. Quizá
correspondan
a cierto lugar que llaman Rambla
o a sutiles judíos
de aquella aljama de mi procedencia. ¿De qué siglo
llegan
de cuando empezara la pestilencia
del alboroto de hambrientos en las calles de Sevilla […]”
Por último, se incluyen los poemas de Edad del insecto (2016), un libro que recoge toda su producción lírica de juventud, aquella escritura que, durante más de una década (1959-1971), vino haciendo y fue recopilando en diferentes carpetas, y que, nutrirían el corpus total de sus tres primeros libros: De las condiciones humanas, La hora oval y Cónsul.
Este libro, por tanto, debería figurar entre sus tres primeras producciones, pero se publicó más tarde:
“67 alopécicas doncellas presentaron las ofrendas rituales al supremo
canciller
84 black-bass relampaguean dulce y atávicamente
16 amigos aman
98 son los años que
36 es un número
por eso a veces cuando el viento adormece a los pasajeros
y los aviones del cielo lanzan su carga de horror
empiezo la cuenta de las acciones 1 2 3 4 5 6 7 8 9
de esas buenas estancias y aperitivos 1 2 3 4 5 6 7 8 9
e incluso también de los primeros ratos pasados en Crimea ensemble”
Donde da rienda suelta a su vertiente más vanguardista, más lúdica, dentro de la poesía experimental de su juventud.
Después de este volumen, el editor, Aurelio Major, ha introducido con buen criterio, los prólogos y frontispicios de las obras lerinianas, fundamentales para entender mejor la obra de un poeta mayor de la lírica hispánica. Estos están firmados por José Corredor-Mateos, por Pedro Gimferrer, Javier Ozón y por Carlos Jiménez Arribas.
Adorna el volumen una faceta poco conocida del autor, el dibujo, el diseño de animales, objetos fantásticos, que, sumados a su vertiente del banco de alaridos, donde practica diferentes voces y graba su performación, todo ello, compone la preocupación total de un artista completo, radicalmente único, veraz y libre.
Un libro necesario en tiempos de bruma lírica.
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Autor: Francisco Ferrer Lerín. Título: Poesía reunida. Editorial: Tusquets. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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