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La búsqueda compartida

La palabra poética es un reto de autenticidad que sólo llega a darse dentro de un mundo que no puede prescindir de las coyunturas y las mentiras. Cada vida particular está situada en la historia, y ese inevitable depender de las situaciones nos coloca una y otra vez en la encrucijada. Antonio Machado es un poeta auténtico, presente de una forma decisiva en la cultura española contemporánea, porque condensó en su palabra un núcleo de pensamientos y creencias vividas que supieron darle respuesta a las demandas de su temporalidad.

Esta correspondencia entre pensamiento y pulso existencial es lo que, según el filósofo Pedro Cerezo Galán, hace de Antonio Machado un poeta auténtico. Responsable ahora de la edición de su Obra esencial, el profesor Cerezo nos había ofrecido ya páginas muy valiosas en dos libros: Palabra en el tiempo. Poesía y filosofía en Antonio Machado (1975) y Antonio Machado y sus apócrifos. Una filosofía de poeta (2012). En la larga introducción de este volumen, no sólo resume lo estudiado, sino que nos deja su interpretación final, ajustada y madura, del pensamiento y la poética del autor.

"A las manos del lector llega de manera limpia y bella la obra esencial de un poeta auténtico"

A la hora de organizar los textos, el profesor Cerezo utiliza las Obras completas editadas en 1989 por Oreste Macrí, pero busca un realce estético en la distribución estrófica de los poemas siguiendo la edición preparada por Aurora de Albornoz y Guillermo de Torre en 1973. El ensayo introductorio supone también un sedimentado deseo de ajuste y estilización de los libros anteriores de Pedro Cerezo. A las manos del lector llega de manera limpia y bella la obra esencial de un poeta auténtico.

Antonio Machado inició su andadura poética por los caminos del modernismo y del simbolismo al publicar la primera edición de Soledades en 1903. Ese fue el horizonte, menos modernista y más depurado, que maduró en la segunda edición de Soledades en 1907. La búsqueda de la verdad se fundamentaba en la capacidad de revelación de los símbolos (el agua, la fuente, el camino, la colmena…), un proceso que tenía que ver con las diversas formas de conocimiento que pueden darse en el sueño. El profesor Cerezo analiza el papel del símbolo en esta poética, el protagonismo del cantar frente al contar y todo el sedimento de lecturas filosóficas que acompañó durante su vida a Antonio Machado.

Uno de los más interesantes aspectos del ensayo introductorio es el análisis de la dinámica paulatina que superó el simbolismo a raíz de Campos de Castilla (1912):

“Yo diría mejor que se trata de una transustanciación de temas líricos/simbolistas en carne y sangre de su propia vida […] Podría decirse con verdad que Campos de Castilla, contemplado en su fisonomía definitiva, es una honda poesía experiencial, dramatizada en la alta meseta castellana, al hilo de su propia historia”.

No es que desapareciese la estrategia simbolista por completo, sino que el uso poético de los símbolos se hacía cómplice de una apetencia de objetividad.

"La conciencia de lo efímero, el enfrentamiento con la muerte y con la nada desde la autenticidad existencial, apartó a Machado del activismo vanguardista"

La superación de la subjetividad romántica, además de facilitar un realismo lírico que ayudó a establecer escenas de fusión entre la intimidad y la objetividad amorosa, permitió también la consolidación literaria de una voz cívica y de una ética regeneracionista. No fue un reto sencillo la superación de la individualidad esencialista. La apuesta abrió muchas posibilidades, algunas de las cuales han marcado la mejor poesía contemporánea. La conciencia de lo efímero, el enfrentamiento con la muerte y con la nada desde la autenticidad existencial, apartó a Machado del activismo vanguardista con su pirotecnia verbal y sus juegos formalistas. Prefirió el humorismo escéptico de sentir al poeta como una “mula vieja” dando vueltas en la noria del tiempo y de unas cuantas palabras verdaderas. También lo acercó a los usos poéticos del folklore, no desde la canción lírica depurada, sino en la meditación de los proverbios y cantares que juntan la experiencia individual con una sedimentada sabiduría colectiva. Es el camino que siguió en su tercer libro, Nuevas canciones (1924).

A lo largo de sus indagaciones, la retórica machadiana descansó en la idea de que la calidad poética depende más de escribir como se habla que de hablar o escribir como se escribe. La palabra nacida con voluntad de diálogo le hizo pensar que el mejor grado de conocimiento provocado por el sueño es el acto de despertar. La búsqueda de la verdad no podía hundirse en el pozo del subjetivismo idealista. Recordemos una de las “Canciones de tierras altas”: “¿Tu verdad? No, la Verdad, / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela”. Y esta otra: “No es el yo fundamental / eso que busca el poeta, / sino el tú esencial”.

"El poeta indagaba en su capacidad de reconocerse en el otro y de buscar matices del propio pensamiento en personajes como Abel Martín y Juan de Mairena"

El desplazamiento de la esencialidad al tú superó el subjetivismo del yo romántico y abrió lo que Pedro Cerezo llama una ética de la alteridad y una pacificación de la existencia. Así Machado se permitió la reivindicación de la bondad en una tradición lírica fascinada por los márgenes y las flores del mal. El escepticismo convertido en búsqueda compartida justifica, por otra parte, el deseo literario de crear apócrifos. El poeta indagaba en su capacidad de reconocerse en el otro y de buscar matices del propio pensamiento en personajes como Abel Martín y Juan de Mairena.

Se trata de vivir en la capacidad de mirar y escuchar, de dudar, de pensar y pensarse en la alteridad.

“Me gusta imaginarme a Juan de Mairena, —escribe Pedro Cerezo— no solo en clase, ni de calleja en calleja, sino de camino al ancho campo, buscando las encrucijadas decisivas, y siempre en compañía de sus discípulos, compartiendo con ellos la palabra y el aire del pensar. Estar en la encrucijada significa desafiar a toda seguridad y certeza y arriesgarse en la desacostumbrado, en lo no-pensado, donde no hay camino disponible, llevado por el viento de la cosa que nos hace pensar. Pero para ello es preciso haber apurado antes críticamente los callejones sin salida”.

Dos maestros, Antonio Machado y Pedro Cerezo Galán, nos ofrecen en esta Obra esencial un diálogo con el tiempo, la verdad, la nada, el amor, la muerte, los sueños y la memoria… Nada más y nada menos que ese marco existencial que los poetas auténticos llaman realidad.

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Autor: Antonio Machado. Título: Obra esencial. Editorial: Biblioteca Castro. Fundación José Antonio Castro. Edición y prólogo de Pedro Cerezo Galán. Venta: Amazon

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