La caja 1654

Foto de portada: Daniel Mordzinski.

El Instituto Cervantes de Madrid, cuya sede se inauguró en 2007, fue en su origen el Banco Español del Río de la Plata que recibía los giros millonarios de los españoles emigrados en Argentina. Con este fin, el Banco instaló una gran caja fuerte para el cuidado del dinero, en la que el Cervantes atesora otros valores, legados de escritores con libros, fotografías, cartas… Lo que cada autor o sus herederos estimen importante guardar en las casi 1800 cajas numeradas como lo estaban cuando pertenecían a la entidad bancaria. Estos días recibió un legado de Ángel González que depositó María Gil Bürman, ahijada del poeta.

Es Ángel González un poeta que, desde su muerte en 2008, no ha sufrido el paso por el purgatorio en el que suelen dormir algunos escritores esperando la mano de nieve becqueriana que arrancara las notas dormidas de su poesía. González fue en vida un poeta que, como escribió en un poema, trabajó el aire, y con su manera cercana y auténtica de estar en el mundo, lo cerró así: “Para nada, ahora / para nada, luego; / humo son mis obras, /cenizas mis hechos. // … Y mi corazón/ se queda en ellos”.

"Para nada son humo ni cenizas su obra y sus hechos porque González hizo de su vida y de su obra ejemplos a seguir"

Para nada son humo ni cenizas su obra y sus hechos porque González hizo de su vida y de su obra ejemplos a seguir, precisamente por la distancia que mantuvo siempre entre ambos, entre la persona y el personaje que habla en sus versos. Y yo creo que por eso sigue estando en el corazón de miles de lectores entre los que se cuentan muchísimos jóvenes que ven en sus versos una razón que alimenta su aliento poético.

La natural modestia Ángel González se ve claramente en el discurso de la entrega del Premio Príncipe de Asturias, 1985: “Siempre he sostenido que los poetas no existen, salvo en la lectura. Si hablase como poeta les hablaría, en mi opinión, desde la nada”.

"El número de la caja elegida, 1654, bien podría haber sido un guiño del director del Instituto Cervantes, Luis García Montero al poeta asturiano"

Él siempre vivió y bebió la amistad confirmada sobradamente por sus amigos, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo o Juan García Hortelano, quien escribió que los camareros se alegraban cuando Ángel volvía a Madrid desde Albuquerque, Nuevo México, en donde impartía clases de Literatura Española.

El número de la caja elegida, 1654, bien podría haber sido un guiño del director del Instituto Cervantes, Luis García Montero al poeta asturiano, que de haber tenido hasta la 2000, probablemente le habría asignado la 1954, siquiera sea para recordar su poema: “Aquí, Madrid, mil novecientos/cincuenta y cuatro: un hombre solo./Un hombre lleno de febrero,/ávido de domingos luminosos,/caminando hacia marzo paso a paso,/hacia el marzo del viento y de los rojos/horizontes —…”.

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Publicado en el suplemento Abril de El periódico de España, el 23 de marzo.

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