Lo difundido por la tradición podría diferenciarse de la realidad. Se nos enseñó que Cristóbal Colón murió en Valladolid en el año de 1506, en la Hospedería o Farmacia del convento de San Francisco, desaparecido por la Desamortización de Mendizábal. Este convento, de grandes proporciones, recibía los cuerpos sin vida de los notables pero también de los ajusticiados, ya que contaba con instalaciones suficientes para ser la última morada de muchos personajes de renombre (bueno o malo). Nada es de extrañar que hayamos considerado este lugar el primer enterramiento de Colón. Pero las dudas comienzan a bullirnos en la mente cuando nos peguntamos dónde se produjo la muerte del Almirante y por qué sus honras fúnebres no se celebraron en la iglesia de San Francisco sino en la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua.
En el Libro de Actas de la villa de Valladolid correspondiente a 1506 no se registra ninguna anotación alusiva al fallecimiento del descubridor. No tenía por qué haberla, porque en estos libros se registraban cosas atañederas a la villa y a sus regidores. Colón era un notable, un VIP, pero en nada relacionado con la villa de Valladolid. Su muerte es anotada, sin embargo, en el Diario del corregidor Rodrigo de Verdesoto, ocupando tres líneas.
“El Almirante Colón, que descubrió las Yndias y otras muchas tierras, murió en esta villa miércoles, víspera de la Ascensión, 20 de mayo de 1506. Enterrose en San Francisco, en la capilla de Luis de la Cerda, en la calasostra”. (La palabra “calasostra” no existe como término arquitectónico; los investigadores coinciden en la opinión de que se trata de un error de transcripción de la palabra “claustro”)
Hemos de tener en consideración que cuando Colón vino a Valladolid, estaba muy quebrantado por la enfermedad (artritis reumatoide) que, con complicaciones cardíacas probablemente, le llevarán a la tumba. Añadamos a ésta una segunda consideración: los aposentadores reales habían acaparado lo que hoy denominaríamos “plazas hoteleras”, puesto que estaban a punto de entrar en nuestra villa los nuevos reyes, Juana I de Castilla y su esposo Felipe el Hermoso, que llegaban de Flandes. De esta situación se deduce que en Valladolid no hubiera plazas disponibles para el Almirante y su gente. Es decir, sus hermanos, Diego y Bartolomé, y siete criados. ¿Dónde acudir? A la casa de un amigo o a un convento, costumbre habitual en Colón cuando no se desplazaba formando parte del cortejo real, que no era el caso, pues venía a reclamar ante el rey regente, Fernando, que le daba largas.
Somos de los que sospechamos que Cristóbal Colón debió de pedir ayuda a los franciscanos del convento de la plaza del Mercado, en cuya hospedería conventual solicitaría alojarse, ya que era buen cristiano y cofrade de la Venerable Orden Tercera de San Francisco o, al menos, murió con el hábito franciscano como mortaja y fue enterrado en la capilla de don Luis de la Cerda de ese monasterio. Pero la teoría del profesor Mijares está llena de sentido común, común sentido que falta con frecuencia en la vida y muerte del navegante.
Llegaremos al supuesto lugar de su muerte después de llamar la atención de nuestros lectores recordando que los funerales, al parecer, se celebraron en la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua, hecho tampoco documentado, sino simplemente recogido por el historiador Martín Fernández de Navarrete de boca de Tomás González, archivero de Simancas. Si Colón hubiera fallecido en la hospedería de San Francisco, parece lógico que los funerales se celebraran en ese convento. ¿Por qué se hicieron en La Antigua? La respuesta acude sin llamarla: porque murió fuera del monasterio. ¿Dónde ocurrió el óbito para que las honras fúnebres se hicieran en el templo que fue capilla del conde Ansúrez?
Cristóbal Colón pudo morir en una casa de la calle de Francos, propiedad del bachiller Andrés de Mirueña, uno de los dos testigos vallisoletanos que aparecen citados en el testamento del Almirante. El otro testigo fue Gaspar de la Misericordia que, según sospechas del desaparecido profesor Demetrio Ramos, era el amanuense del escribano Hinojedo, que manuscribió el testamento y codicilo aquél 19 de mayo de 1506. ¿Cuál pudo ser la razón por la que Andrés de Mirueña apareciera en tan triste momento? Es posible que porque era el dueño de la casa donde estaban sucediendo los acontecimientos.
El profesor Anastasio Rojo, gran lector de legajos, anotó un dato muy conducente: un hijo de aquel testigo Andrés de Mirueña, llamado Alonso de Mirueña, fue abogado de la Real Chancillería, murió a comienzos de noviembre de 1566 en una casa de su propiedad, sita en la calle de Francos. Si dicha casa fue también el domicilio paterno (de quien la heredara, como asimismo la profesión de abogado), de los difuntos de esa calle y del barrio de su entorno se celebrarían los funerales en Nuestra Señora la Antigua por ser la iglesia más cercana. Y si los de Colón se celebraron en ella, fue porque murió en una casa cuyos moradores y sus huéspedes eran feligreses o parroquianos de dicho templo. Esa casa pudo ser, con sospechas razonables, la de los Mirueña, en la calle de Francos.
No olvidemos que Colón necesitaba el asesoramiento de un licenciado en leyes para resolver sus asuntos con los reyes de Castilla, y no sería extraño, por tanto, que, al encontrarse enfermo, acudiera en ayuda de quien le iba a asesorar legalmente, una familia oriunda de Mirueña de los Infanzones, en la provincia de Ávila.
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