En mi proceso creativo, y supongo que en el de la mayoría de los creadores, siempre hay una chispa, ese instante luminoso que, con un chasquido, enciende toda la maquinaria que resulta en una novela.
No obstante, la chispa de El medallón de fuego, mi última novela, publicada en octubre de 2021, es realmente especial. No responde a una anécdota, un hecho histórico, una visita a un museo o un rato frente a la televisión. La culpa de El medallón de fuego la tienen los lectores, muchos de los miles que a lo largo de estos diez años desde que publiqué La tabla esmeralda me han pedido una prolongación de tal historia.
Ciertamente, cuando terminé de escribir La tabla esmeralda, supe que, aunque se trataba de una historia cerrada, algunos de sus personajes aún tenían recorrido. Pero tal idea había permanecido latente, casi abandonada, en un rincón de mi cerebro. No era el momento, no estaba madura. Hasta que hace un par de años, en una visita a una librería de El Corte Inglés, Santiago, el librero (espero que me perdone sacar a relucir su nombre en público), me abordó con un: “Tú lo que deberías escribir es una segunda parte de La tabla esmeralda.” La que lio con esa frase sencilla de ademán casi imperativo: una chispa que ha generado 599 páginas.
No obstante, lo que diferencia a El medallón de fuego de mis anteriores novelas es que tiene dos chispas. Una, como acabo de contar, es la iniciativa de los lectores. Otra, un libro de Svetlana Alexiévich titulado La guerra no tiene rostro de mujer.
Se trata ésta de una crónica de estilo periodístico en la que Alexiévich intercala sus encuentros con mujeres soviéticas, veteranas de la Segunda Guerra Mundial y que combatieron en primera línea, con sus propias reflexiones sobre la historia de estas francotiradoras, pilotos de aviones de combate, conductoras de tanques, partisanas…
Más allá del dato singular de que el Ejército Rojo fue el único de entre todos los que participaron en la Segunda Guerra Mundial que admitió mujeres en puestos de combate, lo que más llama la atención es que el relato de estas veteranas es diferente del de los hombres. El de ellas es más humano, más crudo, no tienen reparos en reconocer la tragedia de la guerra.
En sus historias enseguida encontré un filón para mis novelas y El medallón de fuego me dio la oportunidad de explotarlo a través de una de sus protagonistas, Katya, la joven francotiradora que toma con el Ejército Rojo la ciudad de Berlín en mayo de 1945.
A ello debo añadir que la aproximación que Svetlana Alexiévich hace a sus libros coincide con el modo en que el yo abordo el contexto histórico de mis novelas.
Dice la premio Nobel:»No escribo sobre la guerra, sino sobre el ser humano en la guerra. No escribo la historia de la guerra, sino la historia de los sentimientos. Soy historiadora del alma».
Siguiendo así la inspiración de Alexiévich, es mi deseo que sea justo eso lo que encuentren los lectores en mis novelas: la historia de la gente corriente en los momentos clave de la Historia con mayúscula. En definitiva, la verdadera chispa de todo mi trabajo.
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Autora: Carla Montero. Título: El medallón de fuego. Editorial: Plaza&Janés. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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