Dice Fernando Fonseca que para él la literatura es “ser sin tener que estar”, y en su última novela, Esperando a Montgomery, puebla su ya conocida Ciudad Ajada, tal vez un espacio intermedio escondido entre los soportales de Oviedo, de personajes que no llegaron a ser. Protagonizada por un hombre que comparte nombre con el autor y que, al igual que él, disfruta de la literatura más allá de las letras y que se identifica con un personaje apenas citado de una conocida novela, persigue la historia de aquellos cuyo relato jamás fue escrito pese a que fueron nombrados. Él los llama los nonatos: personajes descartados, eliminados o, como en el caso de Fernandito Fonseca, ni siquiera recordados por su propio creador, que esperan ser adoptados por alguien que tenga a bien cuidarlos y tal vez escribir su historia. Fernando, por diferenciarlo del autor, al que me referiré como Fonseca, aunque mucho me temo que haciendo esto se pierda un solapamiento intencionado, sube al escenario para participar en la obra de una médium llamada Lizzie Doten, quien le proporciona la entrada a este universo siguiendo los pasos del espectro de Edgar Allan Poe. A partir de este momento Fernando, que ya iba buscando escribir una tesis sobre esta literatura plagada de personajes que no llegaron a ser, se ve inmerso en un mundo literario en el que el autor despliega un lirismo casi nostálgico, en el que destaca la figura de un director de cine llamado Montgomery, cuya existencia dota de esperanza a esos seres apenas dibujados cuya única misión es, ya que no pudieron ser, estar.
Construye con estos mimbres una fantasía literaria plagada de referencias a escritores y obras conocidas que juega a desdoblar la realidad inventada para deleite de los lectores más avezados, que intentarán reconocer a los habitantes de Sinsalida 7 sin recordar que, como ya he dicho, muchos de ellos ni siquiera lo son por sus propios creadores. Fonseca crea un cuento para adultos representado sobre un escenario que me ha recordado a los mundos de Vila-Matas, cuyo afincamiento más real es la propia literatura por mucho que se ambientasen en lugares existentes, como si de este modo, en lugar de reflejar la realidad, la obra fuera un reflejo de sí misma o de aquellas que la inspiraron.
Impresiona en este punto el trabajo de arquitectura, pero más lo hace la palabra medida, la prosa cuidada y la tentación de ir guardando frase tras frase como si se tratara de pequeños tesoros embellecidos al detalle para disfrute del lector.
En una clara alusión en el título a la obra de Beckett Esperando a Godot, estos curiosos habitantes de Ciudad Ajada encuentran en la espera a este misterioso Montgomery, al igual que sucedía con Godot, una esperanza que otorgue un sentido a su existencia, mientras que el lector, como si hubiera sido víctima de la misma médium que el protagonista, tiene la sensación de pasearse por esta realidad que yo viví en blanco y negro, tal vez en un tono sepia deslucido pese a los cielos rosados y las flores.
Termina la novela diciendo que “la realidad es la mayor fantasía que nos depara la vida”, y yo he terminado la novela deseando regresar a esa fantasía que atraviesa realidades y que nos regala el autor.
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Autor: Fernando Fonseca. Título: Esperando a Montgomery. Editorial: Más Madera. Venta: Todostuslibros.
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