Shanghái, 1936. Un conglomerado de razas, clases sociales, intereses políticos y económicos. Un refugio, a veces una trampa sin salida para miles de expatriados de medio mundo, muy especialmente exiliados huidos del terror desatado por la Revolución de Octubre soviética. Aristócratas, militares, artistas, fulleros, arribistas, los rusos blancos, como en París o en cualquier lugar del mundo, empeñan sus últimas joyas y pertenencias y recurren a las más variadas e imprevistas ocupaciones para sobrevivir. Se mantienen, otra forma de supervivencia, en núcleos familiares cerrados no exentos de convertirse en un nido de víboras ansiosas de hacer daño. Además, la guerra: escaparon de una cruel, devastadora, y ahora observan abrirse de nuevo las puertas del Armageddon. Los japoneses se mueven inteligentes, insidiosos, despiadados en ese melting pot, en ese fascinante, corrupto enjambre humano, en la jungla de Shanghái, preparando una inminente declaración de guerra y la consiguiente invasión.
The White Countess (La condesa rusa, 2005) explora de manera brillante, romántica y sofisticada ese drama humano de riqueza, corrupción, amores al minuto y pasiones imposibles, política y turbiedad moral, supervivencia y familia en ese escenario inigualable del Shanghái de mediados de los años 30. Mueve los hilos un guión magistral, en su construcción sesgada y multidireccional, en la descripción a la acuarela, o en discreto esbozo de los personajes y en la descripción de ese cuadro colectivo de individualidades, debido al talento de Kazuo Ishiguro, el premio Nobel autor, entre otras, de la novela Lo que queda del día, que adaptaron para el cine esa sofisticada asociación de talentos compuesta por Ismail Merchant, James Ivory y Ruth Prawer Jabhavala. Merchant se despidió del cine produciendo La condesa rusa, que dirigió Ivory.
La condesa rusa es Sofía Belinskaya, una fascinante Natasha Richardson cuya belleza, elegancia y clase le permiten moverse para sobrevivir en el mundo oscuro y fronterizo de los dancings y las citas amorosas a tanto alzado. Verán, en una historia de amor, política y muerte, traiciones y locales nocturnos siempre nos quedará Casablanca. Aquí y ahora, en Shanghái, años 30, el alfil de la partida se llama Todd Jackson, Ralph Fiennes, quién sino un diplomático norteamericano que quiere abrirse paso en la jungla de aquella ciudad. Jackson es ciego, una cualidad con la que Ishiguro juega a varias bandas, incluida la de su pasión amorosa, correspondida, aunque entreverada por las idas y venidas de sus vidas, por la bella condesa rusa. Jackson funda y financia un club nocturno, inevitable punto de encuentro de la ciudad, y contrata a la condesa Belinskaya como el centro de todo lo que ocurre y ocurrirá en el local. Completemos el tablero con Matsuda, un excelente Hiroyuki Sanada, un misterioso amigo japonés de Jackson que funge como posible espía y con el nido de víboras familiar de Belinskaya, en el que se mueven su implacable suegra y su cuñada, la familia Redgrave al completo con Vanessa y Lynn, que jugarán la baza de la hija de la condesa cuando todo se derrumbe, la invasión japonesa derribe el tablero y ya solo quede la vida o la muerte.
No se puede ver esta película sin hacer prisioneros o que te hagan prisionero. No da tregua ni cuartel. He citado a Casablanca, una obviedad, un referente, pero no es más que eso. Porque Ivory e Ishiguro redoblan las apuestas y sus fichas son siempre morales; ni juzgar ni condenar, sino mostrar la descarnada condición de los humanos y sus conflictos sin solución. La elegancia del diseño de producción, extremadamente sofisticado en ambientación, vestuario o decoración, se ve sublimada por la acuosa, comprometida dirección de James Ivory, que si en otras películas (Regreso a Howards End o Lo que queda del día), encubre su emocionalidad romántica, incluso decadente, con un cierto distanciamiento henryjamesiano, en La condesa rusa muestra un compromiso más directo, situando el drama en el corazón de la vida de sus personajes camino de un infierno o de una redención sin futuro.
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The White Countess (La condesa rusa, 2005). Producida por Ismail Merchant. Dirigida por James Ivory. Guión de Kazuo Ishiguro. Director de fotografía, Christopher Doyle. Música, Richard Robbins. Montaje, John David Allen. Vestuario, John Bright. Diseño de producción, Andrew Sanders. Interpretada por Ralph Fiennes, Natasha Richardson, Vanessa Redgrave, Lynn Redgrave, Hiroyuki Sanada, Allan Corduner, Ying Da, Madeleine Daly, Lee Pace, Madeleine Potter, Luolong Wang, John Wood. Duración, 130 minutos.
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