Como si escribir fuese una necesidad fisiológica, Juan Eslava Galán inspira ideas y espira libros, generando una especie de pulmón literario a modo de valiosa reserva extra de oxígeno sobre las asfixiantes mesas de novedades. Con su serie histórica “para escépticos” que comenzó con aquella genial Historia de España, el escritor ha conseguido crear un colectivo no organizado (pero muy cohesionado) de yonkis lectores que andamos a la espera de un nuevo relato histórico pasado por el filtro del inconfundible escepticismo de Juan. Es el caso de La conquista de América contada para escépticos.
En este nuevo libro, el escritor afila las herramientas de una manera de contar que ha convertido casi en género literario donde se mezclan con eficacia narrativa el rigor del historiador, la guasa del tusitala del Sur y la recreación novelada de las escenas históricas. Toda la habilidad didáctica del docente que fue, el talento del lector que es y la capacidad narrativa del escritor entrenado durante décadas en el duro empeño de darle a la tecla han dado sus frutos, y en el caso de esta entrega, (quizás la más “redonda” de la serie), el disfrute lector está asegurado.
Por otra parte era demasiado tentador no renunciar al rigor histórico a la hora de contar la conquista americana, y por eso el escritor traza una línea ecuatorial que divide al libro en dos fragmentos bien diferenciados: en el norte de la página, el grueso narrativo; en el sur, las notas al pie, que se convierten en una especie de narración en paralelo de los hechos históricos contrastados con documentación, bibliografía, referencias a diferentes autores o cita de datos geográficos, biográficos o cronológicos.
De esta manera la experiencia lectora se convierte en un divertimento “multitarea” a modo de página web literaturizada donde, por obra y gracia del autor, los fríos hechos históricos se transforman en suculentas historias dentro de la historia, a veces narradas, otras dialogadas o bien lanzadas a modo de preguntas directas al lector con respuesta incluida, adobadas todas ellas con los sabores de las codiciadas especias: amores picantes, cotilleos sabrosos, dulces esperanzas, decepciones amargas…
Y desde luego algo que nunca falta en la mirada de Juan Eslava Galán: esa ironía inteligente ya característica que en esta extensa narración se despliega en una paleta de posibilidades, desde la guasa más socarrona al humor fresco más desvergonzado. Sirvan algunos pocos ejemplos para abrir boca:
“Colón llevaba consigo diez indios, entre ellos dos hijos de Guacanagarí, además de papagayos, gallipavos, algunas plantas desconocidas en Europa y diversos objetos taínos. Oro poco, eso es lo malo, Y especias, ni para hacer una paella […]”
“Nota 63: ¡Los primeros fumadores! A ver si los indigenistas toman nota de los perjuicios que nos ocasionaron: los españoles fuimos los primeros fumadores pasivos de la historia y después nos hicieron caer en el vicio de fumar aquellas hierbas metidas en una cierta hoja, seca también, a manera de mosquete hecho de papel […] (De las Casas, 1992, capítulo 46)”.
“Muchos años después, al final de sus días, Medinilla, que había alcanzado los setenta años, se hizo más rezador, y arrepentido de la vida pecadora que había llevado se mostró sensible a la “campaña del confesionario” que dominicos y franciscanos emprendieron de común acuerdo desde 1646. —Padre, me quiero confesar. / —Dime hijo, de qué te acusas. / —Me acuso, padre, de haber estado imposibilitado emocionalmente para asumir mis responsabilidades como cristiano. / —A mí no me hables en jerigonza, cacho truhán —replicó el confesor—. Di más bien que has estado explotando hasta la extenuación a los pobrecitos indios al tiempo que te tirabas a sus mujeres, a sus hijas y hasta a las suegras. / —Algo de eso hay —reconoció Medinilla”
“Sirva el ejemplo para introducir el tema de la leyenda negra. Nuestros compadres y colegas europeos, no solo los alemanes y belgas, sino sus vecinos ingleses, holandeses y franceses que en su tiempo rivalizaron con España, se muestran olvidadizos con los episodios menos edificantes de su historia, pero tienen cumplida noticia de los trapos sucios de la nuestra. ¿A qué se debe este encono con el que nos echan en cara la crueldad de nuestros antepasados? ¿Es porque nuestra tasa de suicidios es netamente inferior? ¿Es porque como en España ni hablar, es decir, que se vive mejor que en ningún sitio, como reza la inspirada copla de Antonio Molina? Nada de eso, amigo lector. Esa ojeriza secular se debe a que, cuando nuestros tercios señoreaban Europa, perdimos la batalla de la propaganda. La propaganda, amigo mío. Como dice nuestro sabio refrán, cría fama y échate a dormir, o, en el presente caso, cría mala fama y date por jodido”.
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Con todo, La conquista de América contada para escépticos no puede ni debe caber en un comentario, un consejo lector, un ejemplo o una reseña. Vayan y lean a Juan Eslava Galán zambulléndose con ganas en su manera de recrear la historia. Como pasa con todo aquello que merece la pena, no permitan que se lo cuenten; compruébenlo ustedes mismos.
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Autor: Juan Eslava Galán. Título: La conquista de América contada para escépticos. Editorial: Planeta. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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