Después de la lectura de Nieve de primavera (1969), Caballos desbocados (1969) y El Templo del Alba (1970) de Yukio Mishima (Tokio, 1925 – 1970), empecé la cuarta y última parte de la tetralogía de El mar de la fertilidad, titulada La corrupción de un ángel (1971).
La corrupción de un ángel, con sus 315 páginas, es la novela más corta de la tetralogía. Mishima acabó esta novela y se la envió a su editor la mañana del 25 de noviembre de 1970, unas horas antes de que se suicidara con el ritual del seppuku.
Nos encontramos en mayo de 1970 y Honda tiene setenta y seis años. Su mujer, Rié, ha fallecido, y Honda pasa el tiempo y a veces viaja con su amiga Keiko, a quien conoció en la anterior novela, El Templo del Alba, ya que era la vecina de la casa que se compró con vistas al monte Fuji.
En el primer capítulo del libro, Mishima nos muestra el poder del mar desde la costa. Un joven, al que conoceremos un poco más tarde, observa ese mar desde una estación marítima del puerto. Es Tôru, un huérfano de dieciséis años, que trabaja en el puerto avisando de la llegada de los barcos comerciales. Tôru es un adolescente solitario y ensimismado, que recibe en su lugar de trabajo las visitas de Kinué, una joven, algo mayor que él (de veintiún años), que sufre el trastorno de sentirse una mujer muy guapa y deseada, cuando en realidad es, precisamente, llamativa por su fealdad. Tôru tampoco es un joven normal, pues vive obsesionado con la idea de que el mundo se crea a partir de su percepción y que podría destruirlo si así lo deseara. Tôru está convencido de su pureza. «Un muchacho de dieciséis años que se hallaba completamente seguro de no pertenecer a este mundo. Solo la mitad de él estaba aquí. La otra se hallaba en el reino de añil. No existían en consecuencia leyes ni normas que le gobernasen. Él se limitaba a simular que se hallaba sometido a las leyes de este mundo. ¿Dónde están las leyes a las que ha de someterse un ángel?», leemos en la página 23. En este cuarto libro, la metáfora del ángel, como entidad que flota en el espacio esperando poder ocupar el cuerpo de un humano, cobra cada vez más importancia. De hecho, Honda sueña cada vez más noches con los ángeles.
De un modo casual, Honda y Keiko llaman a la estación de control naval en la que trabaja Tôru, con la intención de que les permitan visitarla. Una vez dentro, Honda observará que Tôru tiene en el pecho los tres lunares que tuvieron en el pasado Kiyoaki (protagonista de Nieve de primavera), Isao (protagonista de Caballos desbocados) y Ying Chan (protagonista de El Templo del Alba); para Tôru esos tres lunares son «una prueba en su propia carne de que eran suyos dones sin límites».
Honda toma la decisión de adoptar a Tôru, al que considera la nueva reencarnación de su amigo Kiyoaki, que ya pasó por Isao y Ying Chan. En más de un momento, Honda temerá haberse equivocado, pues no tiene claro si Tôru nació después de Ying Chan (condición necesaria para poder ser su reencarnación o antes). En el caso de ser Tôru la nueva reencarnación de su amigo, Honda piensa que no puede llegar a los veintiún años, límite de edad a la que murieron todas las reencarnaciones anteriores. Y Honda quiere adoptarle, aun viendo en la esencia de Tôru la pura maldad. Al ser Honda una persona poseedora de una gran fortuna, no le va a resultar difícil adoptar a Tôru, situación que el joven acepta.
Si uno lee La corrupción de un ángel intentando comprender el estado mental de Mishima en el momento de la escritura, podrá encontrar algunos párrafos en los que muestra su malestar por la occidentalización de su país, como este de la página 149: «Las pruebas de una buena crianza proporcionan categoría a una persona, y la buena crianza en el Japón significa familiaridad con la manera occidental de hacer las cosas. Solo hallamos al japonés puro en los barrios miserables y en el hampa, y cabe esperar que con el paso del tiempo se torne cada vez más aislado».
Una curiosidad del libro es que su narración avanzará hasta el año 1974. Es decir, más allá del tiempo narrativo del que Mishima escribe, que es 1970. De este modo, El mar de la fertilidad empieza situando a Honda, su personaje principal en 1912, con dieciocho años, y lo deja en 1974, con ochenta, abarcando más de sesenta años de la historia del Japón del siglo XX.
La convivencia entre Honda y Tôru, desde el principio, parece recorrida por la tensión de una violencia subterránea. Ya en mi reseña de El Templo del Alba comenté que algunas de sus páginas me recordaban a las leídas en Junichiro Tanizaki, porque también las páginas de La corrupción de un ángel se van tiñendo de un aire enfermizo de perversión y de personas con la idea de hacer daño a otras, sin que queden muy explicados sus motivos. De este modo, Honda, convencido de que Tôru es la reencarnación de su amigo y de que no va a llegar a los veintiún años, quiere conseguir que antes se case con una bella muchacha para poder disfrutar luego de sus lágrimas de viuda joven, o Tôru tratará de idear cómo hacer el mayor daño posible a las personas con las que se va cruzando.
En La corrupción de un ángel, Mishima usa un nuevo recurso narrativo: el lector podrá acercarse a algunas páginas del diario íntimo de Tôru, donde él mismo anotará que le falta el instinto de autoconservación.
Creo que las páginas que más me han gustado de esta cuarta novela son aquellas en las que, tras veinte años, Honda vuelve a su antigua perversión (adquirida en el tiempo de El Templo del Alba), después de la explosión de un conflicto con Tôru, de disfrutar siendo un voyeur que observa, por la noche, a parejas en los parques públicos. En algún momento he llegado a pensar en el gusto por los personajes excesivos, y con tendencia a la monstruosidad, de José Donoso. Todo un aire de misterio enfermizo y perversidad flota sobre las páginas de La corrupción de un ángel.
La novela acaba in medias res, sin que se acaben resolviendo algunos de los misterios planteados durante la narración. Me gusta el final, donde las últimas páginas se enlazan con la primera novela, Nieve de primavera, y reaparece aquí un personaje del que se habla, pero al que Mishima no hace comparecer ni en Caballos desbocados ni en El Templo del Alba, que ha perdido ya la memoria y que va a hacer enfrentarse a Honda, definitivamente, con la fragilidad de todo y la cercanía de la muerte.
Con algún pequeño altibajo, el nivel de la tetralogía El mar de la fertilidad es alto y los cuatro libros que la forman, que recorren más de seis décadas del siglo XX en Japón, son una valiosa obra literaria.
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