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La costumbre ensordece, de Miguel A. Delgado

La costumbre ensordece, de Miguel A. Delgado

Ya lo dijo Samuel Beckett en su célebre Esperando a Gogot: “La costumbre ensordece”. Miguel A. Delgado ha construido un ensayo en el que demuestra que, detrás de todos y cada uno de nuestros pequeños actos cotidianos, se ocultan siglos de historia. El desayuno, el trabajo, el sexo… Todo lo que nos rodea es producto de siglos, incluso milenios de sucesos e innovaciones. Y en este libro se demuestra.

En Zenda adelantamos el Prólogo de La costumbre ensordece (Ariel), de Miguel A. Delgado.

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Prólogo

Un día cualquiera, en el presente

Cada vez que suena el despertador, comienza una rutina que, invariablemente, se repite una y otra vez a lo largo de la mayoría de los días del año. Una rutina que consta de una sucesión de pequeños gestos, muchos de ellos ni siquiera pensados (lavarnos los dientes, hacer café, escuchar la radio, coger el metro, trabajar sentados o llevando una bandeja o cualquier otra cosa, comer, echar una cabezadita cuando no nos ven, ir al gimnasio, ir a clase, cenar, ligar, dormir o hacer el amor o sufrir insomnio…), a los que no les damos demasiada importancia. Solo de vez en cuando cambia algún elemento, a veces de manera trascendental (nos vamos a vivir con alguien, tenemos una hija, nos separamos, sufrimos una pérdida, nos echan del trabajo…), y entonces sí que reparamos más en el momento vivido. «La costumbre ensordece», decía Samuel Beckett en Esperando a Godot, y eso es algo que nos ocurre a diario. Y en realidad no es malo en sí, porque ayuda que nuestra mente y nuestro cuerpo realicen los miles de acciones que llenan cada uno de nuestros días, hasta las más nimias. Pero ¿qué pasaría si, solo una vez, nos planteáramos por qué hacemos lo que hacemos? Y no nos referimos a grandes cuestiones filosóficas sobre el sentido de la vida, no. Hablamos literalmente de eso, del porqué de cada pequeño gesto y de por qué nuestra vida tiene la apariencia que tiene.

La experiencia que hemos vivido desde la irrupción de la epidemia de la covid-19, aparte de sus evidentes daños en lo personal y en lo económico, nos ha situado, a muchos que vivíamos a lomos de esa rutina continuamente renovada, ante una situación inédita, la de plantearnos cosas que dábamos por sentadas porque estaban ahí, muchas de ellas ya cuando nacimos. Y, sin embargo, nos hemos hecho preguntas que quizá no habíamos considerado antes: ¿por qué nuestra casa no tiene balcones? ¿Por qué nunca nos habíamos fijado en que vivimos continuamente rodeados, e incluso invadidos, por microorganismos que pueden dañarnos? ¿Por qué nunca habíamos reparado en que el simple gesto de darse la mano puede contribuir a que una enfermedad dé la vuelta al mundo? Si de repente todos hemos descubierto lo peligroso y contraproducente que es vivir en una gran ciudad, ¿por qué en las últimas décadas hemos ido abandonando el campo a la carrera? ¿Por qué tenemos que acudir a trabajar a una oficina si la tarea se puede hacer perfectamente en casa? ¿Por qué existen los colegios?

Todas estas preguntas empezaron a abordarse, por primera vez, desde múltiples perspectivas más o menos tradicionales (ideológicas, políticas, sociales, económicas…), pero quizá la novedad es que, al menos aparentemente, se introdujo otro factor en la conversación general, aunque en demasiadas ocasiones se desvirtúe o se malinterprete: la ciencia y la tecnología, las grandes olvidadas en cualquier relato histórico o descripción social.

Los libros de historia con los que estudiamos en las aulas, o incluso los que leemos por entretenimiento, raramente las tienen en cuenta. En el peor de los casos, resumen siglos enteros en largos culebrones donde los reyes se casaban con alguien y por eso acababan guerreando contra no sé quién, sin que comprendamos muy bien por qué. Si el libro tiene algo más de ambición, incluye datos más apegados a la realidad: si en tal año hubo una gran sequía o si la hubo en otro territorio limítrofe, lo que obligó a sus habitantes a desplazarse e invadir otros países. En ese caso, mostrará cómo la economía cambió las sociedades de una manera más duradera de lo que pueden hacer solo las armas. Muy pocos libros introducen, además, la perspectiva científico-tecnológica, pero los que lo hacen nos cuentan cosas como que la epidemia de peste negra medieval alcanzó tal mortandad que los campos quedaron, prácticamente, sin manos que los trabajasen, y eso tuvo como consecuencia que los que hasta entonces solo eran siervos o vasallos del señor feudal pasaran a ser más apreciados y pudieran escoger a quién servir, lo que les permitió imponer condiciones a sus señores. Aquel fue el primer paso de los que acabarían desmoronando todo el sistema feudal, y favoreció que los campesinos ofrecieran su mano de obra donde mejor les parecía, con la consiguiente mejoría de sus condiciones y, a la larga, la aparición de una protoburguesía y una protoclase trabajadora. Y, sí, mientras pasaba todo eso, los reyes seguían casándose y guerreando. Pero ¿verdad que nos perdemos gran parte de la comprensión de lo sucedido si obviamos lo que un pequeño bacilo fue capaz de conseguir? Algo que, por cierto, ha ocurrido continuamente a lo largo de la historia. Lo raro han sido los períodos en los que los microorganismos no han provocado cambios sistémicos.

Pero este libro no habla de historia. O, al menos, no de la que se suele escribir con mayúsculas y números romanos. Este libro te plantea un viaje que te llevará adelante y atrás en el tiempo y en el espacio para conocer las íntimas relaciones de nuestros gestos cotidianos, lo que te hará descubrir hasta qué punto las cosas que creías permanentes y esculpidas en mármol llevan en realidad muy poco tiempo con nosotros. Es más, veremos que en realidad nuestra vida es como un fotograma extraído de una película, en continuo movimiento y cambio. Este viaje empezará justo en el momento en el que suena nuestro despertador y vemos los números digitales de la hora, algo que es prácticamente novedoso en la historia de la humanidad, porque lo cierto es que, durante millones de años, nadie sabía siquiera qué era un minuto y, si lo sabía, difícilmente pensaba que eso tuviera una aplicación práctica (de hecho, muchos relojes antiguos se las apañaban muy bien con una sola aguja para las horas).

A partir de aquí, recorreremos distintos aspectos de nuestra vida, como, por ejemplo: por qué comemos lo que comemos, y por qué lo comemos como lo comemos; por qué nuestras casas son como son, y no de otra manera; por qué los medios de transporte condicionan cómo son las ciudades; por qué la higiene ha ido abriéndose paso en nuestra vida; por qué vestimos como vestimos, o por qué existe una cosa llamada infancia, un concepto inexistente en la humanidad hasta hace poco. En definitiva, cómo lo aparentemente inamovible llegó a estar entre nosotros, quién sabe si para quedarse. Pero, sobre todo y ante todo, este libro pretende contar muchas historias que nos entretengan y absorban. En ellas, aparecerán nombres de personas que transformaron nuestra vida, muchas veces desde oscuros laboratorios o anodinas habitaciones, poniendo incluso sus vidas en juego para conseguir una mejora. Hablaremos también, claro, de los errores que hemos cometido a lo largo del tiempo. Pero, por encima de todo, haremos un canto a la capacidad de imaginación e innovación del ser humano, y es que, para bien o para mal, somos nosotros quienes hemos configurado el mundo, al cual necesitaremos tener de nuestro lado para enfrentarnos a los retos de un futuro que parece precipitarse hacia un cambio desbocado, solo porque nos falta perspectiva para ver que nunca ha dejado de cambiar, ni nosotros con él. Decía antes que este libro no habla de historia con mayúscula, pero quizá eso merezca matizarse: en realidad, nuestra vida diaria se compone de muchos pasos hacia delante y hacia atrás, de muchas pruebas y errores e incluso de un punto de irracionalidad que nadie sabe explicar del todo por qué sigue ahí. Porque, en definitiva, las consecuencias últimas de los cambios históricos no solo se reflejan en los trazados de las fronteras, sino en los objetos que acaban componiendo nuestro salón o nuestra cocina. El punto y seguido de la historia lo marcamos nosotros, por ejemplo, cada vez que nos cepillamos los dientes antes de acostarnos, un rito que es la cristalización de muchos cambios e innovaciones. Y este libro te lo cuenta.

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Autor: Miguel A. Delgado. Título: La costumbre ensordece. Editorial: Ariel. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

Miguel A. Delgado (C) Fundación Telefónica, Javier Arias.

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