No es como quedarse —y para siempre— a las puertas del Nobel de Literatura. Es muchísimo peor: un golpe que casi nadie está preparado para superar. Porque es el todo o el nada. Y aquí el todo es más de lo que cualquiera pueda imaginar, y el nada, es la nada absoluta, el pesar, la vergüenza, el rencor soterrado, la impotencia, el desastre… Estamos hablando del chico que estuvo a punto —a puntísimo— de protagonizar las películas de Harry Potter, y estamos hablando Número dos, y de David Foenkinos, el narrador que juega con tanto ingenio y habilidad con los lectores en este libro.
La novela, que tiene tres partes bien delimitadas y un epílogo muy significativo, comienza contando la historia de amor, convivencia y divorcio de los padres del protagonista: el niño Martin Hill, nombre ficticio, por supuesto. Son unas brillantes y apetecibles páginas muy a lo Foenkinos. Tras la ruptura conyugal, el niño se quedará a vivir en Londres con John, su padre, un buen tipo, hombre voluntarioso y y creativo, pero inepto para la vida real, y ya ahí se alumbra una idea que se repetirá: ¿es hereditaria la mala suerte?
En un momento el padre, que es utillero en el rodaje de Notting Hill, tiene que llevarse al niño al trabajo, ya que ese día les falla la canguro, y por allí —y por saludar a Julia Roberts— acierta a pasar David Heyman, el futuro productor de Harry Potter. El azar —o el destino— está muy presente en esta novela, al igual que en la mayor parte de las obras de Foenkinos. Como muestra, un botón: «Si no hubiera tosido, tal vez todo podría ser diferente». El joven productor, que estaba buscando una obra infantil para llevar a la pantalla, acababa de decidirse por la serie de J. K. Rowling. Y entonces, como quien no quiere la cosa, se fija en el el enorme parecido entre Martin Hill y el personaje de Harry Potter. Todo un descubrimiento. Un gran descubrimiento, ya que lo más importante del ambicioso proyecto cinematográfico es elegir al actor sobre el que se vertebrarán todas las películas —ocho años— que van a rodar.
A partir de este momento, la primera parte de la novela parece una crónica periodística de la prehistoria de Harry Potter —película y libro—, que nos recordará datos ya olvidados y nos iluminará de esos movimientos que están entre bastidores. Por aquí aparecen J.K. Rowling, el agente Cristopher Little, el editor de Bloomsbury y su hija Alice Newton, la niña que hizo posible que se publicara Harry Potter, el productor David Heyman, su secretaria Ann, que fue quien insistió en que leyera el libro, los actores Rupert Grint, Emma Watson y por supuesto Daniel Radcliffe; Susie Figgis y Janet Hirshenson, directoras de casting, el director Chris Columbus, el periodista Peter Taylor… Nombres que he buscado en Internet para asegurarme de su veracidad. Incluso se habla —en un aparte— de la historia de David Holmes, el doble de Daniel Radcliffe para las escenas peligrosas, que se quedó paralítico tras una explosión en la última película de la serie.
Hasta ahí el lector parece tener claro que Número dos se trata de una crónica novelada del inconformista David Foenkinos, como ya hizo su amigo Frédéric Beigbeder en su libro Oona y Salinger. Y con esta idea a cuestas entramos en la segunda parte, donde se narra la desesperada vida de Martin Hill tras haber estado a punto de convertirse en el niño más popular, querido y codiciado del mundo. Ya que «quedarse a las puertas de tanto por tan poco era como para volverse loco». No nos extraña que el rechazado sienta que le han robado su vida. «¿Cómo vivir con la idea de que otro ha ocupado nuestro lugar?»
Nuestro protagonista no sólo tiene que soportar la pesadilla de los éxitos —que pudieron ser suyos— de Daniel Radcliffe; sino que su vida familiar se está convirtiendo en otra pesadilla: fallece su querido padre, se traslada a vivir a París con su madre, quien vive con un hombre divorciado que parece simpático, pero que alberga zonas muy oscuras. Y llegará un momento en el que la desgraciada vida familiar de Harry Potter con sus tíos y su odioso primo se va pareciendo cada vez más a la de Martin Hill, quien comprobará, con horror, de que su vida se está convirtiendo en la novela de J. K. Rowling. «Todo, realidad y ficción, se mezclaban en su cabeza. Martin estaba perdiendo pie…»
Tras tocar fondo, ya en la tercera parte se inicia muy suavemente la recuperación de Martin y su aversión existencial a todo lo que le recordara a Harry Potter y el éxito de Daniel Radcliffe. Finalmente encontrará consuelo en un museo, como una especie indolora de huida del mundo que le rodea. Así que deja de lamentarse para convertirse en vigilante de una sala del Louvre. Y, por un desacostumbrado golpe de suerte, pasará a ser el jefe de personal encargado de contratar a los vigilantes del museo. Es entonces cuando se da cuenta de que el mundo está lleno de segundones, como él, aunque nadie tuvo tanto que ganar (y perder): un finalista del Goncourt el año que ganó Patrick Modiano, una dama de honor de Miss Francia 1987, un actor para una importante película… Y tantos otros. Y es que en el número 1 sólo hay uno. Es preferible, por lo tanto, contemplar otras opciones.
Estas vidas moderadamente truncadas son las que le hacen reflexionar sobre lo que le ha pasado. El recurso al museo, a la huida de la realidad, y buscar un refugio al margen del tiempo y del espacio, como es ser vigilante de sala del Louvre, es algo que ya emplea David Foenkinos en la que consideramos su mejor novela, Hacia la belleza.
En Número dos se aprecian una serie de características propias de la mayoría de las novelas del autor, como son la ligereza para afrontar temas de profundidad, esos pequeños detalles que iluminan a un verdadero escritor (los yogures, por ejemplo), los puntos suspensivos de los diálogos para expresar el silencio del interlocutor, la inclusión de noticias o pequeñas historias dentro de la novela, como la de David Holmes o Pete Best y los Beatles, las adjetivos escasos pero luminosos, la mezcla de tragedia y ternura, una intriga mínima que te va arrastrando y hasta arrasando, unos planteamientos originales que a veces dan un largo rodeo para afrontar el verdadero tema, como se ve claramente en Hacia la belleza, y un continuo ingenio, marca de la casa, que tiene mucho que ver con esa aparente facilidad (casi felicidad) para contar historias originales y cotidianas.
David Foenkinos ama —y se nota— a sus personajes. No es temerario, por lo tanto, que la historia de Martin Hill acabe bien. O moderadamente bien. En el fondo, su trauma, por llamarlo así, se soluciona como cualquier otro, al margen de su magnitud: enfrentarnos a los que nos da miedo (aquí, Harry Potter), tener el apoyo de la familia o las personas que están cerca, enamorarse —con todo lo de ilusión y proyección de futuro conlleva— y, como colofón, darse cuenta de que lo que no se ha conseguido, esa pérdida que le parece irreparable, tiene sus luces y sus sombras, igual que todo en la vida.
En este aspecto nos acordamos de la película Paso decisivo de Herbert Ross, en la que dos bailarinas han de tomar una importante decisión que marcará su futuro. Al cabo de los años se reencuentran, convencidas de que ha sido la otra la que acertó: la que eligió ser una estrella de la danza, envidia la vida familiar y la maravillosa hija de su amiga, mientras que la que prefirió el amor, lastrada por la cotidianidad, envidia el éxito, el glamur, la gloria de su amiga. Aquí, en esta novela, en Número dos, sucede lo mismo, como comprobamos en su muy acertado —y en cierto modo, esperado— epílogo.
Como ya dijimos, todos esos personajes con nombres y apellidos de la primera parte son reales. Existen. Sin embargo, no hemos sido capaces de encontrar referencia alguna del niño que estuvo a punto de ser Harry Potter. Tan sólo solo Janet Hirshenson comentó en una entrevista del año 2016 que hubo cinco candidatos para Harry Potter, y de esos cuatro finalistas destacó «un chico genial y muy vulnerable que se parecía mucho al personaje», pero la decisión estaba clara. De hecho, señala que se eligieron los tres protagonistas casi al mismo tiempo; así que esos duelos finales de la novela y la intervención de los dos candidatos con Emma Watson y Rupert Grint es algo que sólo sucede en la ficción. No importa. Porque, como bien sabemos, una novela, por muy realista que sea (y esta no lo es tanto como parece) tiene sus propias reglas. De hecho, Número dos podría ser una de las obras más representativas de David Foenkinos, ese autor al que tanto queremos, y que tanto se esfuerza en crear historias diferentes, no solo para no aburrir al lector, sino para no aburrirse a sí mismo.
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Autor: David Foenkinos. Traductora: Regina López Muñoz. Título: Número dos. Editorial: Alfaguara. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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