Un escritor frustrado recibe la visita del espectro de su infancia, que lo invitará a iniciar un viaje por el infierno y el purgatorio, mostrándole de qué modo el miedo, el puritanismo, el fanatismo o la pasividad atormentan a los seres humanos. Su guía por el paraíso será un perro que tuvo en la infancia, que le mostrará que sólo se salvan los locos, los niños y los animales. Caronte, Lucifer, Bernarda Alba, el soldado desconocido, Paolo y Francesca, Moisés, Jesucristo, Othello, la paloma de la paz, un dinosaurio, un unicornio y hasta el niño que fue Hitler y que no sabe qué hizo de él el adulto que llegó a ser, son algunos de los personajes que hablan en esta reescritura lucianesca de la gran obra de Dante.
Zenda reproduce unos fragmentos de La divina comedia de Bernat Castany Prado.
1.- ACTO I, ESCENA 1
POETA:
En el medio del camino
de mi vida laboral,
entre mis primeras prácticas
y el paro estructural,
me hallé perdido en un bosque
sin saber qué hacer, y, al fin,
entre dos sendas iguales,
me tomé un trankimazín.
Entonces oí unos pasos
avanzar por el parqué
y luego una voz que dijo:
NIÑO:
Quién te ha visto y quién te ve.
POETA:
De la bruma surgió un niño,
cual barman de El resplandor.
«¿Quién demonios eres?», dije.
NIÑO:
Soy tu Mafalda interior.
POETA:
Había cenado en un wok
que hay en paseo San Juan
y en noche oscura de álmax
me tomé un clonazepán.
Al despertarme de nuevo,
el niño seguía allí
y, sentado a mis pies, dijo:
NIÑO:
Me esperaba más de ti.
POETA:
«Eres injusto —exclamé—.
Te he hecho un hombre respetable
con la conciencia tranquila…»
NIÑO:
… y el colon irritable.
En el purgatorio, el juez Minos no sabe si condenar o absolver al ser humano.
MINOS:
(Dando una palmada.)
Que salga el hombre al estrado
para ver si de una vez
queda absuelto o condenado,
y me jubilo de juez.
(Sale un hombre primitivo. Dos alguaciles le hacen subir a un tablón situado sobre un cilindro que hará las veces de balanza. El hombre hace equilibrios sobre el tablón.)
HOMBRE:
Comprender, cielos, pretendo
qué delito he cometido
para verme aquí subido,
y eternamente cayendo.
Si tiene el bruto naciendo,
sea león, sea buey,
bien acordada su ley
con su innata inclinación,
¿por qué, pues, mi corazón
hace surfing USA?
La mosca, que, en su simpleza,
come excrementos con ganas,
y el escorpión que a las ranas
siempre pica en la cabeza,
¡siguen su naturaleza!
¿Por qué tiene el animal
asentado el bien y el mal
sobre cuatro extremidades
y el hombre, con más facultades,
es un flamenco moral?
POETA:
¿Quién eres, tú, que te expresas,
en tono tan depresivo?
HOMBRE:
Yo soy la culpa de todo,
¡soy el hombre primitivo!
Haber bajado del árbol,
es lo que no me perdono,
iba a ser el primer hombre,
me volví el último mono.
Cerca del cielo vivía
—para mí cantaba el grajo—,
¿cómo iba a imaginarme
que iba yo a caer tan bajo?…
3.- ACTO 3, ESCENA 8
En el paraíso escuchan a un topo que asomó la cabeza fuera de la tierra y quedó espantado al ver al ser humano.
CORO:
Atravesó el purgatorio,
y el infierno, disparado,
y no pudiendo seguir,
aquí se quedó clavado.
POETA:
Pero ¿qué es lo que vio?
PERRO:
Él mismo te lo dirá.
(La voz del topo resuena bajo tierra):
TOPO:
Un día soleado,
estando ya en mi oscura madriguera,
recogido y cansado,
oí a la primavera
empujando las semillas hacia afuera.
A oscuras, desvelado,
escuchando aquel tránsito de orugas,
me pregunté, intrigado,
por qué ajos y lechugas
se daban tan ansiosos a la fuga.
Dejé, entonces, mi lecho
con ansias de saber qué las llamaba,
y atravesando el techo,
excava que te excava,
surgí hasta el exterior como la lava.
(El topo saca la cabeza de bajo tierra y empieza a moverse por el escenario, chocándose con muebles y personajes.)
Siguiendo mi camino,
al poco me topé con un canario:
«Oh, del hombre vecino,
del aire campanario,
¿no es el hombre de estrellas millonario?».
Y, entonces, el canario,
dejando de beber por un momento,
me hizo destinatario
de un discurso violento
que repetir me causa sufrimiento.
CANARIO:
Cuando contemplo al hombre
loco, rabioso, triste y agitado,
oh topo, no te asombre
que me sienta aliviado
de estar en esta jaula encerrado.
Fuera de estas prisiones
no hay más destino que el de pollo frito;
guárdate, pues, tus razones,
que es tanto su apetito,
que más parecen ser lindos gatitos.
TOPO:
«Oh ave descreída,
que de su mano espléndida comiste;
tú, desagradecida,
dime: si Dios no existe,
¿quién te repone, entonces, el alpiste?»
Continué escarbando,
atravesando etéreos escombros,
con las patas buscando
la fuente de mi asombro
que es el ser cuyo nombre siempre nombro.
Y en un laboratorio
hablé con un ratón amaestrado.
Desde un blanco escritorio
le dije, ilusionado:
«¿No es cierto que es el hombre nuestro amado?».
RATÓN DE LAB.:
Si aún sigue mi cola
fatigando este dédalo cansado
no es por el gorgonzola,
es porque he averiguado
que en los humanos hay gato encerrado.
Y aunque el mundo es inmenso
y sueño con vagar por la alameda
no saldría ni por pienso,
pues corriendo en mi rueda
mi vida es mucho más serena y queda.
4.- ACTO 3, ESCENA 9
En el paraíso, el poeta escucha, en forma de égloga, el diálogo de una oveja y un lobo que están enamorados.
POETA:
El silencio ruidoso
que hace el viento en el ambiente,
hace el lugar tan ameno
que el tiempo apenas se siente.
POETA:
Bajo las sombras del cielo,
se oyen volar las abejas,
que acompañan el coloquio
que mantienen dos…
POETA Y CORO:
… ¡¿ovejas?!
PERRO:
Te lo explicaré, poeta,
mas, como lo vale el caso,
lo haré al modo de las églogas
del poeta Garcilaso:
El dulce lamentar de dos ovejas,
la Dolly juntamente y la Joyosa,
oyes aquí, sus quejas exhalando;
cuyos pastores, sordos a su hermosa
voz, que mata de envidia a las cornejas,
están sobre la hierba dormitando.
Su sueño aprovechando,
en el lugar ameno
de brotes verdes lleno,
que un río atravesaba lentamente,
como si se olvidara la corriente
de la deuda que el tiempo le exigía,
la Dolly tristemente
se duele de que amor todo lo lía…
DOLLY:
¡Oh más ciego que la justicia humana,
más torcido que el tronco del olivo,
oh amor, que me tienes trasquilada
en el gélido invierno en el que vivo!
¿Cómo has podido errar esta diana
dejándome de un lobo enamorada?
Tenme bien vigilada,
compañera, pues temo
que el fuego en que me quemo,
que no duerme, ni calla, ni reposa,
al fin me abrase, como a mariposa,
y siendo la más guapa de mi grey,
con mi lana esponjosa
no se pueda tejer más que un jersey….
5.- ACTO III, ESCENA 14
En el paraíso, el poeta escucha a una coliflor hacer el elogio de la vida vegetal.
COLIFLOR:
¿Queréis mi versión de helecho?
EL RESTO DE PLANTAS:
¡Hecho!
COLIFLOR:
Un hombre nos espía.
EL RESTO DE PLANTAS:
¡Corred, que está a dieta!
COLIFLOR:
¡Quietas!
Conservad la savia fría.
Le hablaré en su algarabía
imprecisa y ruidosa
(con la que llega a pincharse
con el nombre de la rosa).
(Dirigiéndose al poeta):
¿Qué haces, hombre, ahí plantado
en el medio de esta huerta?
¿Quieres comer ensalada?
¿Engordaste en Nochebuena?
¿Te crees un campesino
cuidando sus tomateras?
¿Ignoras que en poco tiempo
tú serás nuestra cosecha,
pues algún día tu cuerpo
ha de estercolar la tierra?
¡Oh, más que falso capullo
que no brota ni verdea!
¡Oh, baobab vanidoso
que da la espalda a la tierra!
¡Oh, nenúfar inestable
que en vano el limo desea!
¡Oh, injerto de cizaña
y narciso en mala hierba!
Observa bien las patatas
y las coles de Bruselas,
que tachonan los sembrados,
y del suelo son estrellas,
pues representan la vida
filosófica y perfecta.
Prueba de ello es que su sangre
corra savia por sus venas,
y los campesinos suden
para regar sus cosechas,
y mil barcos se fatiguen
paseando mil especias;
y los amantes se maten
para teñir rosaledas;
y el poeta se desvele
por cantarle a la azucena;
y hasta los reyes inclinen
ante el laurel su cabeza;
y el viandante se inmole
por salvar a una maceta;
¡¡y al final todos los hombres
por criar malvas se mueran!!
Sigue, pues, hombre, tu ruta
y, pensando en esta idea,
como el camello que rumia
sin que su andar se detenga,
vuelve a tu vida marchita,
estéril, podrida e inquieta,
sin olvidar que, en el fondo,
es el hombre el que vegeta,
y su destino es morir
PLANTAS Y CORO:
¡para abonar nuestras huertas!
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Ilustraciones de Daniel Montero Galán
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Autor: Bernat Castany Pardo. Título: La divina comedia. Editorial: Renacimiento. Venta: Todostuslibros
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