Siempre me lo he pasado bien vendiendo libros en las ferias del libro. La primera experiencia en esta lid fue ni más ni menos que en la Feria del Libro de Madrid, dos décadas atrás. Entonces yo era joven, y trabajaba en una de las editoriales más preciosas de este país: Pre-Textos. Carlos Pardo también colaboraba con la misma editorial y, entre otras tareas propias del oficio como hacer informes de lectura o revisar galeradas, juntos compartimos la muy loable misión de vender sus libros en la caseta de la Feria. Aquellos días con Carlos vendiendo libros en el Paseo del Retiro, no los podré olvidar. Recuerdo que en una ocasión se acercó un autor novel, con su manuscrito bajo el brazo y la mirada cargada de esperanza… “¿Trabajas en Pre-Textos? ¿Crees que es una buena editorial para mi primer libro?”, me preguntó con una mezcla de timidez y determinación. La pregunta, aparentemente sencilla, encerraba una complejidad que merecía mucho más que una respuesta apresurada entre el bullicio de los paseantes y lectores. Aquella conversación improvisada se extendió durante casi una hora, y hoy, tantos años después, sigue resonando en mi cabeza como el germen de este artículo. Porque elegir la editorial adecuada no es un acto trivial ni debe dejarse al azar; es, quizás, una de las decisiones más trascendentales en la vida de un libro y, por extensión, en la carrera de su autor.
La idea romántica del editor como un cazador de talentos que descubre tesoros ocultos en manuscritos inéditos sigue vigente en el imaginario colectivo. Y no le falta razón a esta visión: buscar y pulir diamantes literarios es, sin duda, una de las funciones más nobles y gratificantes de nuestro oficio. Sin embargo, como señala Manuel Pimentel, “una editorial es también una empresa comercial que precisa que los libros que publica puedan llegar hasta el lector”. Esta dualidad —la tensión entre el valor cultural y el imperativo comercial— define la naturaleza misma del trabajo editorial y constituye el primer criterio que un autor debería considerar.
No todas las editoriales —aunque estén especializadas en el género literario al que pertenezca la obra— son las adecuadas para cada manuscrito. Existe una alquimia particular, una conjunción de factores que va mucho más allá de la simple afinidad temática. Entre estos factores, dos destacan por su relevancia y por ser, paradójicamente, los grandes olvidados en las reflexiones de muchos autores: la distribución y la comunicación.
Estos dos pilares, que analizaremos en profundidad a lo largo de este artículo, configuran la personalidad de una editorial tanto o más que su línea editorial o su catálogo. Son, si se me permite la metáfora, el sistema circulatorio y nervioso que permite que el corazón creativo de la editorial bombee con eficacia. Sin ellos, incluso el manuscrito más brillante puede quedar, como advierte Pimentel, “condenado al ostracismo en un oscuro almacén”.
La distribución: el camino del libro hacia su lector
La distribución es, volviendo a las prescripciones de Pimentel, “el conjunto de procesos, tanto logísticos como comerciales, que permiten que los libros que el editor publica lleguen desde la imprenta hasta el propio lector, normalmente a través de la librería”. Esta definición, aparentemente técnica, esconde una verdad fundamental: sin una distribución eficaz, el libro más brillante está condenado a permanecer invisible.
Las distribuidoras de las editoriales van educando y confeccionando con el tiempo estrategias específicas para cada sello, en función del público hacia el que se dirige el catálogo. No es lo mismo distribuir poesía contemporánea que novela histórica, ensayo político que literatura infantil. Cada género, cada tipo de libro, requiere canales y estrategias diferenciadas.
UDL Libros, una distribuidora independiente que trabaja con pequeñas y medianas editoriales, lo expresa con claridad cuando afirma que “trabajamos con los editores para diseñar y definir el lanzamiento comercial de cada libro”. Esta colaboración entre editor y distribuidor es crucial, pues de ella depende que el libro encuentre su camino hacia los lectores adecuados.
El ecosistema de la distribución
El panorama de la distribución editorial en España es complejo y está en constante evolución. Según los datos más recientes, Madrid y Cataluña concentran más del 62% de la edición nacional, lo que configura un mapa de distribución con dos epicentros claros. La librería tradicional sigue siendo el principal canal de venta, concentrando aproximadamente el 35% de la facturación, mientras que las cadenas de librerías acumulan el 53% de las ventas.
Este ecosistema determina, en gran medida, las posibilidades reales de visibilidad de un libro. Un autor debe preguntarse: ¿tiene esta editorial una distribución que acceda a mi público potencial? ¿Cuenta su distribuidora con comerciales que visiten regularmente las librerías? ¿Tiene presencia en las principales cadenas?
Recuerdo el caso de Gioconda Belli, quien reconoce que “empecé a escribir en medio de una revolución que estaba en el foco de atención. Eso me propulsó, digamos, a ser llamativa”. Su testimonio ilustra cómo las circunstancias externas —que en este caso aluden a la revolución sandinista— pueden influir decisivamente en la visibilidad de una obra. En un contexto menos excepcional, esta visibilidad depende en gran medida de la eficacia de los canales de distribución.
La distribución no es solo una cuestión de alcance geográfico, sino también de profundidad y calidad de la presencia del libro. Esta labor comercial, invisible para el lector pero crucial para el autor, marca la diferencia entre un libro que se exhibe en mesa de novedades y otro que languidece en el almacén.
La comunicación: el diálogo entre el libro y sus lectores
Si la distribución permite que el libro llegue físicamente a sus potenciales lectores, la comunicación establece conexiones significativas entre la obra y su público. Un departamento de comunicación editorial no solo informa sobre la existencia de un libro; construye un relato en torno a él, genera expectativas, crea comunidad y, en última instancia, transforma un objeto cultural en un fenómeno social.
Los departamentos de comunicación de una editorial se configuran con el tiempo en determinados sectores temáticos, cultivando contactos y relaciones con comunicadores afines. Esta especialización, a menudo invisible para el autor novel, es un activo estratégico de valor incalculable. Un ensayo de historia contemporánea requiere canales de comunicación distintos a los de una traducción de un texto clásico oriental o un poemario experimental. La editorial adecuada no es necesariamente la más grande o la más prestigiosa, sino aquella cuyos canales de comunicación están alineados con la naturaleza específica de la obra. Estos canales no se limitan a las secciones de cultura de los rotativos, los suplementos culturales, las revistas de literatura y los programas de televisión culturales. El elenco de los canales digitales es, regularmente, más decisivo y eficaz en su impacto a la hora de nutrir una comunidad de lectores interesada: los blogs, los boletines o newsletters, los podcasts temáticos y las redes sociales de los influencers tienen la mayoría de las veces más impacto que los mass media en los tiempos que corren.
La transformación digital de la comunicación editorial
El estudio de Almudena Gómez López y Pedro Antonio Hellín Ortuño sobre las estrategias de comunicación de las editoriales literarias en España (se puede encontrar fácilmente en internet) revela un “uso progresivo de la comunicación digital como medio de información, publicidad y fidelización de lectores”. Esta transformación digital ha reconfigurado radicalmente el panorama de la comunicación editorial.
He observado con atención cómo pequeñas editoriales independientes, con presupuestos limitados pero estrategias digitales inteligentes, han logrado posicionar sus títulos con mayor eficacia que grandes grupos editoriales anclados en paradigmas comunicativos tradicionales. Blackie Books es un modelo de eficacia en esto, además de en otras cosas. Como señala el estudio mencionado, existe “una mejor adaptación a las redes sociales de una editorial pequeña, pero con mayor uso de sus herramientas de publicidad que una editorial grande”.
Esta paradoja ilustra un principio fundamental: en la era digital, el tamaño y los recursos económicos de una editorial no determinan necesariamente su eficacia comunicativa. Lo que importa es su capacidad para construir comunidades de lectores comprometidos y para generar conversaciones significativas en torno a sus publicaciones.
El autor como comunicador
La relación entre el autor y el departamento de comunicación de su editorial es uno de los aspectos más delicados y potencialmente conflictivos del proceso editorial. Muchos autores asumen, erróneamente, que su trabajo concluye con la entrega del manuscrito final, y que la tarea de comunicar y promocionar la obra corresponde exclusivamente a la editorial.
Esta concepción, comprensible pero anacrónica, ignora una realidad fundamental del ecosistema editorial contemporáneo: el autor es, cada vez más, un agente activo en la comunicación de su propia obra. Las editoriales más eficaces no son aquellas que “hacen todo por el autor”, sino las que establecen una colaboración estratégica con él, potenciando sus fortalezas comunicativas y compensando sus debilidades.
Laura Esquivel reflexiona sobre su experiencia con Como agua para chocolate: “Al principio me preguntaban muchas cosas que yo no tenía la menor idea ¿por qué el éxito?, he ido desarrollando todo un discurso pero, de pronto, el mismo discurso se ve rebasado por lo que sigue pasando con Como agua para chocolate. Entonces ya no te lo explicas ¿no?”. Su testimonio revela cómo el autor a menudo se ve obligado a construir un discurso comunicativo sobre su propia obra, incluso cuando no estaba preparado inicialmente para ello.
La seducción como estrategia
En un contexto de sobreabundancia informativa y atención escasa, la comunicación editorial no puede limitarse a informar sobre la existencia de un libro; debe seducir, provocar, intrigar. Debe generar no solo conocimiento, sino deseo. Las editoriales que comprenden esta dimensión erótica de la comunicación cultural son las que logran que sus libros trasciendan el ruido ambiente y establezcan conexiones significativas con sus lectores potenciales.
Isabel Allende lo expresa con precisión cuando afirma que “las historias son la única forma en que el corazón puede hablar y el espíritu escuchar”. Esta concepción del libro como un puente entre corazones, más que como un mero objeto cultural, debe guiar las estrategias de comunicación editorial.
La seducción, sin embargo, no debe confundirse con el engaño o la hipérbole vacía. La comunicación editorial más eficaz es aquella que, como la buena seducción, se basa en la autenticidad y en la promesa de una experiencia genuinamente satisfactoria. Prometer lo que el libro no puede cumplir puede generar ventas iniciales, pero destruye la confianza a largo plazo, tanto en el autor como en el sello editorial.
Otros factores relevantes: especialización temática y supervisión editorial
Si bien la distribución y la comunicación constituyen dos pilares fundamentales en la elección de una editorial adecuada, existen otros factores que un autor debe considerar cuidadosamente. Estos elementos, aunque quizás menos evidentes, pueden resultar igualmente determinantes para el destino de una obra y para la satisfacción del autor con el proceso editorial.
Cada editorial, incluso aquellas con catálogos aparentemente generalistas, desarrolla con el tiempo una personalidad propia, una sensibilidad particular hacia determinados géneros, estilos o temáticas. Esta especialización no es solo una cuestión de marketing o posicionamiento; refleja las pasiones, intereses y competencias específicas del editor que está detrás de todo.
La intensidad y naturaleza del proceso editorial varía enormemente entre diferentes sellos. Algunas editoriales practican una edición profunda y minuciosa, con múltiples rondas de revisión y un diálogo constante con el autor; otras adoptan un enfoque más ligero, respetando casi religiosamente el manuscrito original.
Ninguno de estos enfoques es inherentemente superior al otro; lo importante es que el autor encuentre el que mejor se adapte a sus necesidades y expectativas. Un escritor novel puede beneficiarse enormemente de un proceso editorial intensivo que le ayude a pulir su voz; un autor experimentado con una visión muy definida puede preferir una editorial que intervenga mínimamente en su texto.
La política de derechos
Los términos contractuales, especialmente en lo referente a derechos de autor, constituyen un factor decisivo que, sorprendentemente, muchos autores consideran solo superficialmente. El porcentaje sobre ventas, la existencia o no de anticipos, la duración de la cesión de derechos, las condiciones para la reversión de estos derechos al autor, los territorios incluidos, los derechos subsidiarios (traducción, adaptación audiovisual, etc.)… Todos estos aspectos configuran la relación económica y legal entre autor y editorial.
La editorial adecuada no es necesariamente la que ofrece las condiciones económicas más generosas a corto plazo, sino la que establece una relación justa y transparente, alineada con las expectativas y necesidades específicas del autor, y que sella un pacto de fidelidad con él.
La relación personal con el editor
Finalmente, pero no menos importante, está la dimensión humana de la relación editorial. Publicar un libro implica establecer una colaboración íntima y prolongada con un editor. La química personal, la afinidad de valores, la calidad de la comunicación interpersonal… Todos estos factores, aparentemente subjetivos e intangibles, pueden resultar decisivos para la satisfacción del autor con el proceso editorial.
He conocido a autores que han rechazado ofertas económicamente más ventajosas de grandes grupos editoriales para trabajar con editores independientes con quienes sienten una conexión personal más auténtica. Un ejemplo de esto que me concierne a mí directamente es Bunbury, que ha depositado su confianza en Cántico para publicar sus libros de poesía cuando podía haberlos publicado en Planeta con anticipos económicos con los que nosotros no podríamos competir. Esta decisión, aparentemente irracional desde una perspectiva puramente económica, ha resultado profundamente acertada a largo plazo.
La editorial adecuada es, en última instancia, aquella con la que el autor puede establecer una relación de confianza mutua, respeto y comunicación fluida.
Conclusión: la alquimia de la elección editorial
Elegir la editorial adecuada es, en esencia, un ejercicio de autoconocimiento. Requiere que el autor comprenda no solo la naturaleza de su obra, sino también sus propias expectativas, necesidades y aspiraciones. No existe una fórmula universal, una editorial objetivamente “mejor” que las demás; existe, en cambio, una alquimia particular, una conjunción de factores que hace que determinada editorial sea la adecuada para determinada obra y determinado autor en un momento específico de su trayectoria.
En mi experiencia como editor, he presenciado tanto el florecimiento de obras que encontraron su hogar editorial perfecto como el languidecimiento de textos valiosos que, por diversas razones, no lograron esa sintonía esencial. La diferencia no radicaba necesariamente en la calidad intrínseca de los textos, sino en la adecuación entre estos y el ecosistema editorial que los acogió.
En un paisaje editorial cada vez más complejo y fragmentado, donde conviven desde gigantes multinacionales hasta microeditoriales artesanales, la elección de la editorial adecuada se ha vuelto simultáneamente más difícil y más crucial. Más difícil porque la proliferación de opciones puede resultar abrumadora; más crucial porque, en un contexto de sobreabundancia informativa, la diferencia entre la visibilidad y la invisibilidad, entre la conexión significativa con los lectores y el olvido, depende en gran medida de esta decisión.
Como autor, como creador, tienes el derecho y la responsabilidad de buscar esa editorial que no solo publique tu obra, sino que la comprenda, la potencie y la conecte con sus lectores potenciales. No te conformes con menos. Tu libro merece encontrar el hogar editorial que le permita desplegar plenamente su potencial, que lo ayude a cumplir el destino para el que fue concebido: tocar la vida de sus lectores, dejar en ellos una huella perdurable.
Porque, en el fondo, eso es lo que todos buscamos, editores y autores: que nuestros libros vivan, que respiren, que establezcan diálogos significativos con quienes los leen. Y para eso, para esa vida plena del libro, la elección de la editorial adecuada no es un detalle menor; es, quizás, la decisión más trascendental que un autor puede tomar.
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