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La escritora en verano

La escritora en verano

Hay muchos lectores que, al escuchar el nombre de Elvira Lindo (Cádiz, 1962), piensan inmediatamente en Manolito Gafotas, el personaje que se inventó en la radio y cuyas andanzas comenzó a narrar en las páginas del Pequeño País. Es algo lógico: al menos dos generaciones se aficionaron a la lectura gracias a las andanzas de aquella simpática pandilla que constantemente hacía de las suyas por las calles de Carabanchel (Alto) y somos muchos quienes de vez en cuando regresamos a esos textos con la jovialidad con que se sale al encuentro de viejos conocidos. No estoy seguro de que todo eso, que en otros países de nuestro entorno sería motivo de agradecimiento perpetuo, se haya valorado convenientemente en España, un país donde todo lo que no huela a solemnidad suena intelectualmente sospechoso y la literatura infantil y juvenil se suele contemplar como una anécdota y no como lo que verdaderamente es: la forja con la que se construyen y se consolidan futuros lectores. También porque en estos pagos suelen mantenerse, al menos de un tiempo a esta parte, relaciones conflictivas con el humor y sus implicaciones. De ahí que la publicación de Tinto de verano (Fulgencio Pimentel), un volumen en el que se compendian todos los artículos que Lindo publicó bajo ese epígrafe en las páginas estivales de El País, entre 2000 y 2004, resulte tan oportuna, además de divertida.

"Sorprende, por lo triste, que un humor como el que Elvira Lindo despliega, ácido y elegante al mismo tiempo, resulte llamativo o transgresor en nuestros días, en los que la sátira acostumbra a oscilar entre la corrección política y la grosería."

La propia autora reconoce, en el pertinente preámbulo que ha escrito para la ocasión, que ella misma se lo pensaría dos veces antes de publicar hoy esos artículos, dado el estado inquisitorial en que las redes sociales han sumido a la denominada opinión pública. En algún texto bromea a cuenta de su condición de «escritora de niños» y de cómo algunos amigos le piden que interceda en su favor en el periódico, dado que algún contacto importante tendrá allí si le permiten publicar sus «chorradas». Son dos ejemplos pertinentes, por cuanto le afectan en primera persona y dan la exacta medida del tono general del libro: un conjunto de textos independientes, aunque vinculados por un inquebrantable hilo de continuidad, en el que la autoparodia, propia y familiar, se conjuga con una visión tan lúcida como irónica de las distintas realidades en las que se mueven los personajes, perfilados con tanta sutileza y tanto tino que logran ser y no ser a la vez las personas de carne y hueso a las que encarnan.

Sorprende, por lo triste, que un humor como el que Elvira Lindo despliega, ácido y elegante al mismo tiempo, resulte llamativo o transgresor en nuestros días, en los que la sátira acostumbra a oscilar entre la corrección política y la grosería, hallando rara vez términos medios. Fiel seguidora del absurdo y de algunos de los autores que más y mejor han hecho reír en esta España nuestra —no es la primera vez que Lindo desvela públicamente sus querencias hacia Jardiel Poncela, Miguel Mihura o el siempre añorado Gila—, los artículos de Tinto de verano están escritos con tanta libertad como alegría, y también con la rebeldía de quien decide asumir que esos factores pueden resultar una inconveniencia en determinados ámbitos, dadas sus circunstancias y la propia posición del periódico en el que se publican. La dedicatoria a su marido, Antonio Muñoz Molina, dice mucho para quienes la sepan entender. Porque también es en este libro tan importante lo que se sugiere entre líneas como lo que se muestra, con todas las de la ley, en ellas.

tintodeverano

Pero hay algo más. Si el rescate de ese sabroso Tinto de verano tiene ya relevancia por sí mismo, por recuperar esos artículos y por la valiosísima concepción del humor que se reivindica desde ellos, sería injusto no reparar en algo que quizás pase más inadvertido y que, en mi opinión, está estrechamente relacionado con la trayectoria que Elvira Lindo ha venido manteniendo desde entonces. La propia autora ha comentado cómo su paso a la llamada literatura «adulta», tras haberse volcado durante la década de 1990 en los textos infantiles y juveniles protagonizados por Manolito Gafotas y por la algo menos conocida Olivia, le supuso no pocas incertidumbres. La novela El otro barrio, que casi podría considerarse una obra de transición dada la amplitud de públicos a la que puede dirigirse, tuvo continuidad en Algo más inesperado que la muerte (2002) y Una palabra tuya (2005), con la que obtuvo el Biblioteca Breve. Estas dos novelas fueron escritas a la par que iban viendo la luz, en tiempo real, sus peripecias de escritora en verano, y se mantienen fieles, con sus peculiaridades, a una concepción más o menos canónica de la novela. Es muy posible que a partir de sus experiencias estivales en El País —y de los artículos dominicales que comenzó a publicar por esos años—, gracias a ese atreverse a glosar sus propias experiencias adquiriendo la suficiente distancia como para relativizarse y observarse desde fuera, fuese incorporando el bagaje que propició el arranque de su periodo de plena madurez literaria. Éste comenzó en 2010 con Lo que me queda por vivir, novela importante por lo que tiene de plasmación de una catarsis en la que la autora dejó mucho de sí misma, y ha seguido hasta alumbrar el que es hasta la fecha su último libro, sin contar el que constituye el motivo principal de este texto, y también, en opinión del que suscribe, el mejor. Me refiero al autobiográfico Noches sin dormir, en el que Elvira Lindo da cuenta del que fue su último invierno neoyorquino con sinceridad e inteligencia, alternando cabalmente la gravedad y la ironía al combinar sus propias vivencias con el despliegue de todo un fresco de personajes que actúan como síntesis y emblema de una ciudad tan difícil como fascinante. Tengo para mí que esa evolución, y ese estado de gracia, deben bastante a este Tinto de verano que vuelve ahora a refrescarnos la memoria. También que el crescendo, lejos de remitir, continuará haciendo que Elvira Lindo depare nuevos hallazgos. En algún pasaje de Noches sin dormir duda de su vocación y afirma estar planteándose la posibilidad de abandonar la escritura. Sus lectores cruzamos los dedos para que así no sea.

Título: Tinto de verano Autora: Elvira Lindo Editorial: Fulgencio Pimentel Venta: Amazon y FNAC

La foto de portada de este artículo es de Sion Fullana   

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