Hay escrituras intrincadas, recargadas, barrocas hasta la locura y con la pretensión de hacer ver que, en esos malabarismos sintácticos, se acurruca una verdad totémica en sus intersticios lingüísticos. Forma presuntuosa, en la que por desgracia sobran los ejemplos en la historia de la literatura, de abordar una apuesta tan vertiginosa y abismal como es el de la escritura. Ortega decía que la claridad es la cortesía del filósofo. De ahí que haya otras propuestas que, a través de una aparente sencillez, con una fluidez que desliza el discurso sin sobresaltos ni vaivenes por los rincones más sombríos de lo real. Hay escrituras abismales que, por serlo, no necesitan de la pretenciosidad lingüística. Y aquí es donde se sitúa la apuesta de Hilario J. Rodríguez, cuyo discurso brillante, fluido, veraz, trufado de erudición, exige un lector atento, cómplice, en buena medida, de los mecanismos laberínticos que articula para exponer sus temas de abordaje, pero que es capaz de horadar las compuertas de lo falaz para situarse en una región de la experiencia que va más allá de lo preestablecido.
Una de las cosas más interesantes del libro es la necesidad de plantear la escritura como una aventura abismal, terrorífica por momentos, angustiante en otros, pero ineludible para quienes la palabra se erige en un motor vital irresistible e irrenunciable. Asimismo, lo literario es vida que persigue la complicidad, la búsqueda de una comunidad, más o menos secreta, más o menos personal, cuya culminación se proyecta en la idea de la biblioteca como centro de gravedad, como espacio que proporciona seguridad y sostenibilidad a la existencia. La biblioteca es el topos que garantiza unidad, cuajo, compostura, frente a la dispersión de nuestra identidad. En este punto, Hilario concilia una potente paradoja, una aporía mejor dicho, que como tal refuerza sobremanera el relato: la lectura (y escritura) ensancha la identidad al destrozarla, descuajarla, al verse penetrada hasta sus recovecos presuntamente más inaccesibles que, tras abordarlos y contagiarlos, provoca finalmente una mutación de la misma. La lectura es un ejercicio de (auto)destrucción, de desmembramiento de la solidez de nuestras creencias, valores y juicios. La lectura nos atraviesa y nos descoyunta. Sin embargo, tenemos la necesidad de establecer un mínimo de estabilidad, aunque sea puntual, ante el vaivén disperso de fragmentos de nuestro yo. De ahí la necesidad de la biblioteca.
Tener una biblioteca es tener un cuerpo y una memoria. Materia y espíritu se confabulan ahí donde el olvido siempre acecha, y para ello los libros se erigen en herramientas fundamentales para condensar ese ensamblaje que expulse definitivamente lo amnésico. Biblioteca construida desde la paciencia, el silencio y, por qué no decirlo, desde la clandestinidad y el estraperlo. Para Hilario hay rebeldía, lucha, revolución en todo lo que está relacionado con su bibliofilia.
La construcción de nuestro presente, pasado y futuro, que se gestan en las lecturas que hacemos, no es algo dado de antemano. Se reconfiguran, reconstituyen, mutan perpetuamente siguiendo los atisbos que la literatura no deja de generar en nuestra experiencia. Construyendo Babel es construir una pirámide en la que dar cobijo a lo muerto, pero también aquello que permanecerá, se quiera o no, incólume, pese a las resistencias del tiempo; es una novela que sabotea su género para fundar uno nuevo, ya que para Hilario lo esencial son libros que sean capaces de fundar memoria en el lector y, por consiguiente, dotarles de una experiencia que corrompe la que estaba dada de antemano.
Narrar la vida, hablar con la memoria, mentirse para forjar el hueco por el que se cuela la autenticidad. El libro es una contraseña, un código, un lenguaje que busca un diálogo inacabado en el que la imaginación llevará el timón del mismo. El libro como tumba, sepulcro, cripta, como el contenedor de los fantasmas literarios que asedian a Hilario, pero que no lo inmovilizan sino que, por el contrario, lo mueven para percutir en su aventura escritural. El libro, en definitiva, como forma de agujerear la membrana inerte de la cotidianidad.
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Autor: Hilario J. Rodríguez. Título: Construyendo Babel. Editorial: Editorial Contraseña. Venta: Todostuslibros.
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