Inicio > Blogs > Ruritania > La escritura ondulante de José María Arguedas

La escritura ondulante de José María Arguedas

La escritura ondulante de José María Arguedas

Existen novelas compiladoras, en cuya escritura se desgranan los mitos y las leyendas de una tradición literaria. Y novelas generadoras, si no de una tradición, sí de una nueva cosmovisión literaria. Los ríos profundos de José María Arguedas puede parecer, en su afán por recoger y reivindicar el acervo incaico quechua una novela compiladora, pero sobre todo es una novela generadora de la gran literatura latinoamericana de la segunda mitad del pasado siglo, junto a Pedro Páramo de Juan Rulfo. No resulta extraño, por ello, la admiración y el respeto que se tenían estos dos autores, pioneros de una literatura todavía hoy difícil de describir si no se transita por ella, y cuyos alcances sitúan al lector ante los deslindes de la otredad.

En Los ríos profundos, como señala la literalidad del título, cobra importancia el agua que requiebra, rompe y transita las quebradas de las montañas andinas, alcanzando su pleno significado en su connotación metafórica, al situar al lector ante las aguas profundas de la memoria donde el tamiz del tiempo desgrana sus significados. El agua como símbolo de la naturaleza, como interlocutor natural con el que Ernesto —el protagonista de la novela— conversa con los númenes de su tierra, enseguida se desdobla para asumir una función depuradora de las culposas hediondeces de la memoria.

"El narrador nos da buena cuenta a través de su alter ego, Ernesto, de su epifánica revelación al tocar con los dedos la ondulante juntura de las piedras alzadas por los incas"

El agua tiene su importancia, pero también las piedras, como reflejo de una cultura viva que en su ruinosa permanencia se niega a perecer. El narrador nos da buena cuenta a través de su alter ego, Ernesto, de su epifánica revelación al tocar con los dedos la ondulante juntura de las piedras alzadas por los incas, como si deletrease un texto en braille: «el muro parecía vivo, sobre la palma de mis manos llameaba la juntura de las piedras que había tocado». En Cuzco, los viejos edificios incaicos se encontraban asediados y postergados por las nuevas construcciones que iban desdibujando la antigua trama urbana. Pero su decadencia no impide que Ernesto establezca una profunda conexión con sus ruinas, llegando a percibir los ondulantes significados de sus piedras que a su paso parecen adquirir movimiento y cobrar vida: «Papá —le dije— cada piedra habla». La confrontación de las dos culturas, la quechua y la española, adquiere en esta novela connotaciones constructivas. Las mismas piedras, reutilizadas por los españoles para construir la imponente catedral, pierden parte de su magia al haberlas golpeado y alineado con «cinceles». Incluso la naturaleza parece protestar ante la proliferación de la nueva geometría, y los árboles plantados en torno a la catedral se muestran «intencionalmente empequeñecidos».

Este animismo que permite una vinculación de índole mágico con la naturaleza queda simbolizado en el zumbayllu, trompo imperfecto o peonza que danza sobre el eje de la tierra y es capaz de comunicar espacios y tiempos, así como de enviar mensajes tanto a los vivos como a los muertos. El zumbayllu tiene sus variedades con sus respectivos atributos, los que tienen winku —una deformidad— «cantan distinto» porque «[t]ienen alma». Un alma que pierden cuando son bendecidos, aunque sea accidentalmente como ocurre en el capítulo décimo, desapareciendo el layk‘a —el brujo que los habita — y quedando, por lo tanto, invalidados para sus funciones mágicas. Una bendición que simboliza la implantación del sistema de vigencias de otro patrón cultural.

"La novela tiene muchas aristas y vertientes por las que fluyen sustantivos intereses narrativos, además de la fusión con la naturaleza y de la defensa de la cultura indigenista"

La novela tiene muchas aristas y vertientes por las que fluyen sustantivos intereses narrativos, además de la fusión con la naturaleza y de la defensa de la cultura indigenista que Arguedas profesaba en la línea de Mariátegui y de Valcárcel, como escritor, folklorista y etnólogo. La descripción del grupo de estudiantes del colegio de Abancay y de sus relaciones y estructuras de poder, basadas en la imposición y la violencia, se muestra como un estudio antropológico de la condición humana y de la influencia configuradora del acervo cultural. Este análisis tribal del alumnado del colegio religioso de Abancay emparenta Los ríos profundos con El señor de las moscas de William Golding, escrito curiosamente por las mismas fechas, y lo sitúa como un claro precursor de La ciudad y los perros de Vargas Llosa. No resulta demasiado arriesgado aventurar que el Colegio Militar de Leoncio Prado, institución educativa bien conocida de Perú, surge en la Ciudad y los perros —como la literatura rusa de El capote de Gogol— del patio, también de armas, del colegio religioso de Abancay.

Son muchas las cuestiones que plantea esta obra maestra de la literatura, desde la explotación de los indios, reflejada en el pongo del capítulo primero y en la violenta requisa de la sal a las indias de la hacienda del capítulo séptimo, al desarraigo que siempre ocasiona la sensación de pertenencia a un mundo perdido. Pero, sobre todo, uno de los grandes temas que subyace y nuclea la narración es el de la culpa. Una culpa colectiva, como sociedad, y una culpa individual —todavía más dolorosa—, a la que a pesar de sus deseos de pureza no puede sustraerse Ernesto. Un símbolo de esa culpa, además de otras connotativas lecturas que podrían hacerse, estriba en la opa Marcelina, la deficiente niña a la que colectivamente violan, prácticamente cada noche, los alumnos internos del colegio de Abancay. Una culpa que persigue a Ernesto y que ni las cristalinas aguas del Pachachaca logra depurar.

"Los ríos profundos parece una novela compiladora, pero sobre todo es una novela generadora de la gran literatura latinoamericana"

Alfaguara, del grupo editorial Penguin Randon House, ofrece a los lectores una magnífica edición de Los ríos profundos, promovida y auspiciada por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. El libro forma parte de una canónica colección que las prestigiosas instituciones académicas avalan con la intención de preservar y difundir a los grandes autores del ámbito hispánico. El libro se encuentra jalonado, para acompañar al lector con un vivo diálogo literario, por un interesante conjunto de monografías y breves ensayos de Mario Vargas Llosa, Sergio Ramírez, Santiago Muñoz Machado, Marco Martos Carrera, Ricardo González Vigil, Alonso Cueto, Françoise Perús y Rodolfo Carrión-Palomino.

Arguedas, como Cervantes, también tenía una mano inválida, aunque de manera menos heroica, ya que no se la había inutilizado un arcabuz sino la rueda de un trapiche. Fue un hombre atormentado, con una infancia, como revela en Los ríos profundos, poco feliz. Se descerrajó un tiro en la cabeza, como si su zumbayllu hubiese dejado de rodar y de comunicarse con su amada naturaleza andina, con su sierra y sus serranos, y hubiese dejado de transmitir su escritura ondulante.

Los ríos profundos parece una novela compiladora, pero sobre todo es una novela generadora de la gran literatura latinoamericana. Su lirismo veraz, al tiempo que evoca y exalta los númenes quechuas, no cesa de ahondar el surco cervantino.

—————————————

Autor: José María Arguedas. Título: Los ríos profundos. Editorial: Alfaguara. Venta: Todostuslibros

4.5/5 (44 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
reCaptcha Error: grecaptcha is not defined
  • Exceso de empatía

    /
    abril 06, 2025
    /

    La empresa era compleja, toda vez que implicaba, entre otras cosas, analizar cómo nos han llegado las noticias a lo largo de la historia, o la creciente sensación de miedo que nos invade diariamente ante tanta información, pero lo verdaderamente complicado, al menos para mí, fue lidiar con la enorme cantidad de documentación que tenía y la que fui descubriendo mientras investigaba más y más. Como los deportistas, a menudo me obligaba a fijarme una meta y no dejar que cantos de sirena —léase libros o artículos interesantísimos— me apartaran de mi camino. Pero cuando flaqueaba, ante mí se superponía…

    Leer más

  • Diez años de Tenerife Noir

    /
    abril 06, 2025
    /

    Hablemos de Tenerife Noir. Cada evento cultural que nace debería ser motivo de celebración, de rompernos las manos a aplaudir. Que cumpla diez castañas ya es para quitarse el sombrero y el peluquín. Quien esto suscribe tuvo la suerte de asistir a su primera edición y ahora es testigo de la evolución que ha tomado. A mejor, mucho mejor. Aquellas jornadas de 2015 eran un niño ilusionado con su bicicleta nueva, pero ahora es puro músculo y ambición. Y todo ello lo ha hecho sin perder ni su identidad propia ni la sonrisa. Subamos al Delorean y viajemos al primer…

    Leer más

  • Cuentos selectos, de Irène Némirovski

    /
    abril 06, 2025
    /

    Irène Némirovski escribió tanto que todavía hoy aparecen inéditos. Muchos de sus relatos y novelas cortas fueron publicadas en revistas, sobre todo en semanales de corte femenino. Además, ante el avance de la guerra, se vio obligada a usar seudónimos para evitar la censura. En Zenda reproducimos un relato inédito presente en Cuentos selectos (Edhasa), de Irène Némirovski. Con prólogo de Pola Oloixarac. ****** EL MIEDO (1940) –La boda no será para mañana –dijo Léonce Péraudin. Y su vecino y amigo Joseph Voillot asintió con la cabeza tristemente, sin responder. Las tierras que cultivaban estaban cerca la una de la…

    Leer más

  • Hacer un Franky

    /
    abril 06, 2025
    /

    Lo que llevaba observando en estos meses es que había coches con una pieza de la carrocería de diferente color al resto. Una única pieza. Como cuando recibes un golpe y el chapista la cambia y pinta sin tener en cuenta el color original del vehículo. Al preguntarle a un amigo que se dedica a eso, él me ha dicho que no es lo habitual, que una vez se restaura la chapa dañada, se pinta con el número de color exacto del resto. No hay lugar a error. Entonces me lo ha contado, en petit comité. «Hay una moda ahora…

    Leer más