Caballero Bonald en el prólogo al libro Ciudades para a(r)mar: [Daniel Mordzinski] «Se fue encontrando con lo que no sabía exactamente que iba a encontrar, con lo que de pronto le salió al paso igual que una iluminación inesperada. Un muro, una silueta, un arbusto, una sombra, un escorzo, un reflejo, bastaban para desvelar esa teoría de emociones que hay detrás de las frías apariencias».
Buenos Aires, Argentina.
«Te amo cuando me llamas para que admire la huella rosa de un avión sobre el fuego del poniente», escribe Nabokov en Pálido fuego, un largo poema de 999 versos, «atribuido» a John Shade.
Dos versos para cada uno de los viajeros que, conmovidos, «miran por la ficticia lejanía del cristal de la ventana».
Esa idílica belleza de los aviones en el cielo de la tarde.
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