Nadie duda de que la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que ha comenzado este fin de semana en esa ciudad tapatía, es uno de los grandes eventos internacionales con los que México limpia su imagen de país violento, corrupto y desorganizado. Todo en ella hace pensar en una nación ejemplar, educada, moderna y festiva. Así que los políticos deberían mantenerse al margen de su escaparate para no enturbiar su curso con reclamos de cualquier índole, por muy bien intencionados que sean, y dejar que sea el mundo literario el que cuaje cualquier asomo de crítica social, si el caso lo requiere. Es bien sabido que las aguas en México están un tanto revueltas con la llegada de un nuevo gobierno y los peces nadan para todos lados, buscando acomodo en distintos estanques. Pero la FIL no es un altavoz de posiciones partidistas, sino un aquelarre literario que gozan miles de personas, y el lugar de encuentro y promoción de cientos de editores que buscan hacerle un hueco a sus mejores esfuerzos para sacar adelante proyectos literarios. Ese es el santo y seña de esta fiesta, no el chismorreo político que se escucha en los pasillos tratando de generar corrientes de opinión de todo pelaje. Así que una vez hecha la foto, el protagonismo es de los que hacen literatura, no lo de los políticos. Avisados quedan.
¿QUIÉN ES EL CABRÓN?
LA OBRA PÓSTUMA DE NACHO PADILLA
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