En febrero se cumplió un año de la aparición de Letraversal, editorial independiente que ha publicado hasta la fecha un total de ocho libros y que prevé alcanzar los quince a finales de 2021. Para celebrar el nacimiento de esta nueva casa para la poesía, de esta perfecta rosa afilada diríamos poniéndonos al más puro estilo de e.e. Cummings, rescatamos una selección de textos del libro con el que plantaron su semilla en el mundo editorial e inauguraron la colección “Letra Bastarda”: En esta casa, segundo poemario de Alberto Conejero.
Alberto Conejero es un dramaturgo nacido en Vilches, Jaén, en 1978. Licenciado en Dirección de Escena y Dramaturgia por la Real Escuela Superior de Arte Dramático y doctor por la Universidad Complutense de Madrid. De su producción dramática destacan: La geometría del trigo (2019), Premio Nacional de Literatura Dramática (2019); Los días de la nieve (2017), Premio Lorca 2019 Mejor Autor; Todas las noches de un día, ganador del III Certamen de Textos Teatrales de la AAT; La piedra oscura, Premio Max al Mejor Autor Teatral 2016 y Premio Ceres al Mejor Autor 2016, entre otros; Ushuaia, Premio Ricardo López de Aranda 2013; Cliff (acantilado), ganador del IV Certamen LAM 2010; Húngaros, Premio Nacional de Teatro Universitario 2000; Fiebre, accésit Premio Nacional de Teatro Breve 1999. Ha sido también responsable de diversas dramaturgias y reescrituras: Medea (Teatre Lliure), Electra (Ballet Nacional de España y Teatro de la Zarzuela, 2017), Fuenteovejuna (Compañía Nacional de Teatro Clásico, 2017); Troyanas (Festival de Teatro Clásico de Mérida, 2017), Rinconete y Cortadillo (Sexpeare Teatro, 2016), Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (Festival de Otoño a Primavera / Metatarso, 2016), Proyecto Homero / Odisea (La Joven Compañía 2016), entre otras. En 2017 publicó su primer poemario, Si descubres un incendio (La Bella Varsovia).
***
Salmos del padre
Mira cómo resplandece, padre, todo lo que no fuimos.
Mira cómo resplandece, padre, todo lo que no fuimos.
Dos puntos
tú y yo
juntos, hablando de hombre a hombre
en un bar cualquiera, riendo
o lo contrario,
¿qué importa eso?, juntos tú y yo
recordando aquel febrero, ahora imposible,
en el que sobre tus hombros yo iba aprendiendo
que la vida no es justa ni buena
pero hay que intentarla,
y OTAN NO y bases fuera.
¿Qué hay más brillante, padre, en esta tierra,
que aquello que no fuimos?
Dos puntos
tú y yo juntos
en una furgoneta, escuchando
salmos de tu juventud
que todavía humean
(al menos en el radiocasete)
aquí se queda la clara
la entrañable transparencia
de tu querida presencia
mientras se hace la carretera noche,
y buscamos en el mapa iluminado apenas
a aquel Alberto soldado del que me diste
nombre, ausencia,
porque una vez fuiste joven
y allí, en la lejanía del Estrecho,
decidiste prolongar
en mí
el nombre de tu amigo.
¿Qué hay más brillante, padre, en esta tierra
que lo que nunca fuimos?
Dos puntos
tú y yo haciendo
inventario de las horas, paredes, cemento,
cables sepultados, y sacos de yeso,
para darnos un futuro, eso decías,
mientras íbamos desapareciendo tú y yo,
padre, detrás de tu cansancio, de tu rabia,
sin decir nada,
porque los hombres se limpian
los ojos con la palma de la mano
pero no lloran
ni piden perdón
ni dan las gracias.
¿Qué hay más brillante, padre, en esta tierra
que lo que nunca fuimos?
Dos puntos
tú contándome
“Yo fui el menor de ocho vivos y una muerta.
Y quise que la lluvia viniera hasta mi mano,
pero la vida es esto: golpear, agachar
la espalda, y nada, y luchar, y nada, y ahora estoy cansando,
estoy cansado, ¿qué quieres de mí?
¿qué quieres de mí?
Yo no quise ser tu padre, hijo mío”.
Si me dijeras eso, si algún día me dijeras eso,
entonces yo por fin sería
tu hijo.
¿Qué hay más brillante, padre, en esta tierra
que lo que nunca fuimos?
******
Precipítate así
tu ausencia en el caballo de los días
César Moro
Precipítate así, lento como la tormenta;
con todas las horas llega, con tu cuerpo llega,
con la luz que no me alcanza
llega;
como un pájaro secreto
cruza ya el cielo de tu ausencia y llega.
******
Nuevos juramentos
Tendrás que romper tus juramentos:
partir en dos cada palabra,
mirar
por vez primera
lo que nombras
sin nombrarlo,
desligar el cielo
de sus letras,
probar allí
un sonido imprevisto,
cualquiera de tu lengua,
sin querer nada,
sin esperar nada.
Tendrás que quedarte así,
en la intemperie,
sentirte
extranjero de ti mismo,
para empezar de nuevo.
******
Madre (Fragmentos)
I
¿Por qué recuerdas hoy
las manos de tu madre
cada vez más pequeñas
como asustados pájaros
en la rama del tiempo?
IV
De todo lo que fuiste qué recuerdan tus manos,
madre, qué recuerdan,
dime,
la fiebre de las aves,
la costilla desnuda que emerge de la tierra,
el nombre de tus muertos para que sean míos.
Voltea todavía con ojos aterrados
tu padre en la trinchera, y luego el fantasma
de tu abuela la loca, limpiando los cubiertos
en el cielo imposible de los manteles rotos;
el rebaño aterrado de rezos y plegarias
que tu madre empujaba escaleras arriba
para que tú, nacida después de tres varones,
tuvieras por escuela la voluntad de otros.
De todo lo que fuiste qué recuerdan tus manos,
las casas que dejaste, fatigas que ninguno
te agradecimos nunca, multiplicando insomnios,
desayunos, dejando la rabia para luego,
tu hambre para luego, tus ganas para luego.
La niebla ha madurado, el tiempo ya se cumple
De todo lo que fuiste, ¿qué recuerdan tus manos?
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: