En el ámbito de la cultura occidental hubo un tiempo, no tan lejano, del pasado siglo en el que existía la costumbre de clasificarlo y jerarquizarlo todo y a todos. Se organizaba todo en escuelas o generaciones: que si la generación del 98, la del 14 o la del 27, la del 50 o medio siglo, los novísimos, etcétera. Hoy huimos de etiquetas, y hacemos bien. Todo es ecléctico, híbrido. La superproducción intelectual y artística global ha abierto una brecha insalvable entre lo que se puede conocer por un solo lector o espectador y lo que se puede generar en cuanto a contenidos culturales. En el caso de la literatura y la industria editorial se ha llegado a decir con sorna que ya hay más escritores que lectores. En español, por ejemplo, se publican casi doscientos mil nuevos libros al año en el mundo panhispánico y el número crece cada año (más de 185.217 en 2020, en donde casi el 57% se imprimieron en ciudades americanas). Casi siete de cada diez libros en español tienen ISBN en editoriales de las Américas (en 2001 se imprimían en España más del sesenta por cierto de los libros en español). El español es la tercera lengua en la que se publican más libros, tras el inglés y el chino. Pero ha superado hace tiempo al francés y al alemán, algo impensable en el siglo veinte.
Esta superproducción hace imposible conocer a todos los buenos autores, no ya del pasado, sino del presente. Ya saben, ars longa vita brevis. Y no se organiza a los autores por cuestiones generacionales sino por temáticas, géneros, estilos o afinidades. Este circunloquio viene a cuento porque, leyendo a autores que conozco personalmente y que aprecio, como Pilar Adón, Ernesto Pérez Zúñiga, Antonio Domínguez Leiva, Ezequiel Szafir o Eva Díaz Pérez, me di cuenta de la cantidad ingente de escritores españoles que habían nacido todos en el año 1971. Había leído dos novelas de Szafir —Marina de Buenos Aires, París 2041—, otras dos de Pérez Zúñiga —No cantaremos en tierra de extraños y Escarcha—, dos libros más de Adón —El mes más cruel y De bestias y aves—, de Díaz Pérez leí El sueño del gramático, y de Domínguez Leiva varios de sus ensayos y una novela inédita. Y de Mariano Peyrou, con quien coincidí en la caseta de El Corte Inglés de la Feria del Libro, ambos firmando libros, yo los míos de Galaxia Gutenberg y él su libro Free jazz, un ensayo breve que voy a leer ahora, publicado por Anagrama. En mi lista de libros pendientes de comprar (que precede a la lista de libros que poseo y están pendientes de leer), está también otro autor de 1971, Carlos Augusto Casas, en concreto su novela policiaca Ya no quedan junglas adonde regresar. Mi interés aquí surgió porque fui invitado al rodaje en San Sebastián de la película homónima que adapta esa novela y que ha sido dirigida por el mexicano afincado en Estados Unidos Gabriel Beristáin y protagonizado Ron Perlman. Busqué el libro en Google y, ¡zas! Otra vez apareció otro autor nacido en ese año, 1971: Carlos Augusto Casas.
Los autores de 1971 me perseguían. Casualidad, pensé. Pero exploré. Y caigo ahora en la cuenta de que en los últimos cincuenta o sesenta años no ha habido un año en España en el que naciesen más escritores de talento. Y digo escritores en sentido amplio, es decir, novelistas, ensayistas, poetas, dramaturgos y guionistas. Dejo aquí una lista apresurada, en orden alfabético, de autores que han publicado libros en España nacidos en 1971, sin ningún ánimo de exhaustividad. Pilar Adón, Sergi Bellver, Carlos Augusto Casas, Mercedes Cebrián, Marcos Chicot, Eva Díaz Pérez, Antonio Domínguez Leiva, Xesús Fraga, Máximo Huerta, David Jiménez, Irene Lozano, José Ángel Mañas, Ricardo Menéndez Salmón, Ana Merino, Ernesto Pérez Zúñiga, Mariano Peyrou, Alexis Ravelo, Mamen Sánchez, Javier Sierra, Ezequiel Szafir, Ignacio del Valle y Domingo Villar. Hay más (Pilar Adón me apunta en un mensaje WhatsApp que puedo añadir a Daniel Heredia), pero sirvan estos como muestra. Si consideramos autores a los cineastas que son también escritores, por ser guionistas y directores, la generación se podría completar con el sevillano Alberto Rodríguez, el lucense Jorge Coira, el madrileño Esteban Crespo o el dramaturgo y guionista barcelonés David Desola. ¿Qué les une más allá de lo aleatorio del año de nacimiento? ¿O qué les separa? ¿Una formación parecida en los años setenta y ochenta? ¿Unos parecidos códigos culturales? ¿Gustos, afinidades, inquietudes artísticas? No tengo la respuesta. Pero quizá los jóvenes investigadores del futuro acaben analizándolos, leyendo y estudiando sus libros, escribiendo de ellos como cuando nosotros, en nuestra niñez, estudiábamos a la Generación de 1927, Lorca, Cernuda, Guillén, Salinas, Aleixandre, Alberti, Miguel Hernández… Quien sabe.
Lo primero, por supuesto, es leerlos. Hay que leerlos.
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Seis libros recomendados:
París 2041, de Ezequiel Szafir
El sueño del dramático, de Eva Díez Pérez
De bestias y aves, de Pilar Adón
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