En 1925, en la Universidad de Marburgo, se conocieron dos personas tan distintas que no pudieron más que acabar amándose: Martin Heidegger y Hannah Arendt. Él era un profesor de 35 años que acabaría militando en el partido de Hitler; ella, una estudiante judía de 18 años que acabaría encabezando la filosofía sobre la maldad que asoló el continente europeo durante la II Guerra Mundial. Y ahora un escritor, Miquel Esteve, ha novelado aquella extraña, pero a la vez fascinante, historia de amor.
En este making of Miquel Esteve cuenta el origen de Amor sin mundo (Navona).
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Descubrí a Martin Heidegger gracias a un panchakarma. Como decía Lennon, la vida es lo que te pasa mientras planeabas otras cosas. En ese retiro ayurvédico y a través de un advaita del siglo XX, Nisargadatta, llegué hasta Martin Heidegger, gracias a la doctora en Filosofía Mónica Cavallé, que tiene publicado un fenomenal ensayo comparativo en Kairós sobre ambos.
Se conocieron en Marburgo. Corría el tempestuoso año de 1925, entre guerras, asfixiante, convulso, inquietante. Ella era alumna suya, 17 años más joven. Él estaba casado y con dos hijos. Se encontraron. Se citaron. Se amaron a escondidas, con todos los ingredientes de los grandes amores clandestinos…
Busqué en sus mejores biografías las huellas de esta historia de amor. Devoré hojas persiguiendo su estela vital y en especial sus encuentros y desencuentros. Me estremecí al leer su correspondencia publicada en español. Faltan muchas cartas que dejan el momento incompleto, como un par de calcetines desaparejados. Seguramente Martin las destruyó porque su esposa Elfride receló casi hasta el final de esa relación. No así el segundo marido de Hannah, Heinrich, que incluso parecía complacido con la cercana amistad entre su esposa y el gran filósofo alemán.
La historia de ambos hervía en mí cabeza y volé hasta la Selva Negra. Paseé por Friburgo y los escenarios de gran parte de sus encuentros, la morada del matrimonio Heidegger, la ciudad, la Facultad de Filosofía y acaricié el bronce de las colosales estatuas de Aristóteles y Homero, en la entrada, que otro tiempo saludaron a mis protagonistas durante muchas jornadas.
Eché un vistazo, en la Universidad, a algunos archivos. Olía a Ser y tiempo a pesar de que, por el pasado nazi de Heidegger, no hay ninguna imagen suya de reconocimiento como pensador.
Subí hasta Todtnauberg para pisar los caminos del filósofo hasta su cabaña. Me demoré en aquellos escenarios de naturaleza sin par y pude atisbar parte de la filosofía de Martin que se me había resistido.
De vuelta a casa, estuve unas cuantas lunas masticando toda aquella información. Seguía sin acabar de entender aquella historia de amor que empezó en Marburgo en 1925 y se detuvo en 1933 —Hitler había tomado el poder— cuando Martin fue nombrado rector de la Universidad y Hannah decidió huir a través de Checoslovaquia hasta Suiza, porque su condición de judía era un pasaporte a la muerte en Alemania. Él no movió un dedo para ayudarla.
En 1950 se reencuentran. Tras casi 20 años. Ella con dos matrimonios a cuestas. Gunther Anders y su por entonces ya marido hasta la muerte, Heinrich Büchler. Domiciliados en Nueva York. Un país con una sola bandera, según ella: el consumismo. Martin ha sido depurado como docente tras la caída de los nazis. Se le aparta de la docencia y la Universidad. Ningún contacto entre ellos. Se saben vivos por terceros. Y en 1950 se reencuentran durante el regreso de Hannah a Alemania para realizar un inventariado. Se ven en un hotel de Friburgo, pasan largas horas juntos y surge lo que Hannah llama “la confirmación de toda una vida”.
A partir de ahí prosigue una historia de luces y sombras, tan increíble como apasionante.
¿Cómo es que ningún escritor ha novelado esta historia?, me pregunto una y otra vez. Y me decido a hacerlo. Porque hay historias que no pueden ni deben quedar en el olvido. Como la de Martin y Hannah. Como la que explico en Amor sin mundo.
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Autor: Miquel Esteve. Titulo: Amor sin mundo. Editorial: Navona. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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