Decía David Trueba en una entrevista que “la única revolución posible es la honestidad personal”. Acaba de publicar una novela, Queridos niños (como siempre, en Anagrama) que teóricamente retrata el cinismo de los políticos; yo creo que nos retrata a todos: a esta sociedad de principios líquidos con los que siempre sentenciamos al otro. “Es que la gente…”, decimos, censurando en los demás comportamientos que nosotros practicamos.
Basilio, gordísimo (“hipopotámico”, se define él mismo) es inteligente y feroz. Por eso ha sido elegido por Amalia Tomás, candidata de un partido cualquiera (con su legado de corruptelas, escándalos y promesas incumplidas). La tiene que acompañar en sus tres semanas de campaña, asesorarla, escribirle los discursos, serle leal aunque ni ella misma sepa cuáles son sus lealtades.
Y Basilio, que como cualquiera de nosotros se cree que el de enfrente, inmune a las tretas y a los tratos, acabará relatándole a ella, solo a ella, ese viaje, un viaje en el que el cínico observa lo de fuera sin mirarse mucho por dentro porque cree conocerse: fuerte, impermeable, entero. El relato de Basilio es un recorrido por la miseria moral, por el desencanto; es también un espejo para el que se atreva a verse y cambiar: su voto, su firmeza y, sí, su honestidad personal.
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Autor: David Trueba. Título: Queridos niños. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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