De Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) había leído hasta ahora —no necesariamente en el orden que voy a dar— libros como La ciudad y los perros (1961), Los jefes (1959), Los cachorros (1967), Conversación en La Catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977), Elogio de la madrastra (1988) Lituma en los Andes (1993), La fiesta del Chivo (2000), La casa verde (1966) e Historia de Mayta (1984), y me había propuesto volver a su obra leyendo La guerra del fin del mundo (1981), que era una de sus magnas obras que me quedaban por leer. De un modo quizás artificioso, mentalmente he considerado que la gran obra de Mario Vargas Llosa acaba en La fiesta del Chivo (2000) y, por tanto, en ese espacio inicial de su producción me faltaba por leer La guerra del fin del mundo, un libro que había hojeado muchas veces en la biblioteca de Móstoles, sin decidirme a sacarlo y leerlo. A principios de marzo de 2024, el escritor español Miguel Ángel Zapata escribió en su muro de Facebook que se estaba preguntando si La guerra del fin del mundo no sería la mejor novela escrita en castellano del siglo XX, a lo que el escritor peruano Gustavo Faverón le contestaba que, para él, era la mejor novela en castellano después del Quijote. Ante tan grandes elogios, pensé que, incluso mejor que sacar el libro de la biblioteca de Móstoles, sería comprarlo. Entré en Iberlibro para ver si había alguna edición de segunda mano apetecible, y en un Tik Books de la calle López de Hoyos encontré una edición del 2000 de Alfaguara con muy buena pinta por solo 8 €. Llamé por teléfono y esa misma tarde me pasé a recogerlo. Recordé también que cuando estuve en Ciudad de México en 2017, en una librería de la calle Donceles pude haber comprado la primera edición de esta novela por 8 o 10 €, y no lo hice porque consideré que de México debía llevarme a Madrid solo libros mexicanos. Sin embargo, esta edición que he comprado ahora del 2000, viene acompañada del membrete «edición definitiva», lo que me hace pensar que ha pasado por algunas revisiones de Mario Vargas Llosa y eso me tranquiliza.
En el prólogo del libro, Vargas Llosa le cuenta al lector que no hubiera escrito este libro sin la lectura del libro Los sertones (1902) del brasileño Euclides da Cumba. Gracias a ella descubrió al personaje de Antonio Consejero y su relevancia en la llamada «guerra de Canudos», que acabó siendo una guerra civil en Brasil. La acción de la novela se sitúa a finales del siglo XIX en el interior de Brasil, en el estado de Bahía. Una serie de acontecimientos de la historia de Brasil van a marcar el trasfondo de los sucesos de la novela: en 1888 se abolió la esclavitud en el país. En 1889, los antiguos propietarios de los esclavos apoyaron un golpe militar republicano, que acabó con el imperio de Pedro II. La primera fecha que se cita en la novela es la de 1896 y el primer personaje que aparece retratado es el de Antonio Consejero: un personaje enigmático que recorre los pueblos del Sertón en el estado de Bahía predicando —al estilo de los viejos profetas— la palabra de Dios. La región descrita en la novela ha sido tradicionalmente pobre y asolada por la sequía, lo que ha hecho, en el pasado, que muchos de los pueblos quedaran deshabitados y que la población se empobreciera mucho. Cada vez más personas empiezan a seguir a Antonio Consejero y a vivir según sus enseñanzas.
Antonio Consejero se siente incómodo con la nueva república, sobre todo después de enterarse que permite el matrimonio laico, en detrimento del matrimonio religioso. Para Antonio Consejero el nuevo gobierno de Brasil pasará a ser el Anticristo, y empezará a soñar con una restauración monárquica, un tanto fantasiosa, ya que el rey Sebastián iba a resucitar, saliendo del mar, para volver a gobernar Brasil. Antonio Consejero y sus seguidores van a ocupar las tierras de Canudos, en Bahía. Estas tierras pertenecen al barón de Cañabrava, que pasa largas temporadas fuera del país. En Canudos empezará a crecer una ciudad que sigue sus propias reglas, donde, por ejemplo, no son aceptados como dinero legal los nuevos billetes republicanos. La llamada «rebelión de Canudos» empezará a convertirse en un problema de más envergadura para la recién nacida República de Brasil porque se empezará a utilizar políticamente: los enemigos políticos del barón de Cañabrava (que ha participado en política) van a acusar a este de haber promovido la invasión de sus tierras para fomentar una vuelta a la monarquía. La república de Brasil empezará a mandar soldados a Canudos con la idea de derrotar su rebelión. Pero en Canudos cada vez hay más personas dispuestas a luchar por el sueño de un Brasil religioso, sin miedo a morir por su fe, y además cuentan con algunos líderes, que en su pasado fueron bandidos temidos y que conocen las técnicas de la lucha y los enfrentamientos con la autoridad.
El trasfondo histórico del libro es real y también algunos de sus personajes lo son. Vi una entrevista a Mario Vargas Llosa en YouTube en la que hablaba de La guerra del fin del mundo y decía que no había mucha información sobre Antonio Consejero, pero se sabía, por ejemplo, que en Canudos tenía una mano derecha al que llamaban «el Beatito». Este Beatito está en la novela, y Vargas Llosa va a inventar una vida para él. También es constatable el nombre de los militares brasileños que participaron en esta guerra, pero, decía Vargas Llosa, que existían pocos datos sobre ellos, y por eso los hace aparecer en su novela con vidas inventadas por él.
El título, La guerra del fin del mundo, hace referencia tanto a lo remoto de la región en la que va a tener lugar esta contienda como a la creencia de los habitantes de Canudos de que el fin del mundo se acercaba según el calendario llegara a la cifra de 1900. El tema de la superstición de las personas está presente en esta novela como un tema de fondo; como si esas ideas primitivas, fruto de la ignorancia, fuesen el caldo de cultivo de algunos de los problemas de las sociedades latinoamericanas. Este tema lo volvería a tratar Vargas Llosa en su novela Lituma en los Andes, de 1993. En este sentido, en la página 270 podemos leer el credo de los habitantes de Canudos: «Juro que no he sido republicano, que no acepto la expulsión del emperador ni su reemplazo por el Anticristo (…). Que no acepto el matrimonio civil ni la separación de la Iglesia del Estado ni el sistema métrico decimal. Que no responderé a las preguntas del censo».
La guerra del fin del mundo es una novela coral, donde Vargas Llosa nos va a acercar a la vida de más de cuarenta personajes. De muchos de ellos, además de sus andanzas en la guerra de Canudos, nos va a contar su pasado; con una excepción: Antonio Consejero, en gran medida el personaje central de la novela, siempre será esquivo para el lector. Los personajes que se mueven a su alrededor sí tienen un pasado, pero no él, cuya vida será siempre un punto de fuga, un misterio, para el lector.
En el elenco de personajes destacará, por ejemplo, el periodista miope, del que el lector nunca conocerá el nombre, un periodista de un periódico de Bahía que acompañará a los soldados en una de sus incursiones en Canudos y que pasará a convivir con los rebeldes. Durante la primera mitad de la novela, los personajes viven sus andanzas, que les conducirán hacia Canudos, y Vargas Llosa nos hablará también de su pasado. En la última parte de la novela, será el periodista miope quien le narre al barón de Cañabrava los sucesos de los que fue testigo en Canudos y el lector recibirá alguna información importante de la historia de forma adelantada, para, después, adentrarse en los acontecimientos cuyo final ya conoce.
Otro personaje peculiar será Galileo Gal, un escocés perdido en Brasil de ideas revolucionarias y que, aunque no comparta todos sus preceptos, verá en la revolución de Canudos lo más parecido a la revolución social con la que siempre ha soñado. Entre las páginas 70 y 75 se encuentran las únicas páginas del libro escritas en primera persona, que parecen recoger un artículo escrito por Gal para una revista revolucionaria francesa.
También se contarán en la novela las historias de varios bandoleros, que se acabarán uniendo a las filas de Antonio Consejero, como João Grande o João Abate. El narrador expondrá las vidas de los personajes sin juzgarlas, y todos estos personajes serán capaces de cometer las mayores vilezas o las mayores heroicidades. En la narración se habla tanto de los personajes de Canudos como de los militares; o de los poderosos de Brasil, como el barón de Cañabrava. Todas estas vidas acabarán siendo trágicas, con momentos de esplendor y de profundo patetismo, un patetismo contado siempre con dignidad. En este sentido son especialmente sentidas las páginas dedicadas al Circo del Gitano y la descripción de sus artistas, donde Vargas Llosa demuestra una especial sensibilidad para hablar de los más débiles. Aunque tampoco tendrá ningún problema en adentrarse en los palacios de los nobles brasileños. En este sentido, debemos considerar que el modelo artístico de Vargas Llosa al componer esta novela es Guerra y paz, de Lev Tolstoi.
La novela está salpicada de términos brasileños (cangaceiros, caboclo, etc.) que le dan riqueza al texto, poseedor de una prosa pulida y exquisita. Respecto a otras novelas de Vargas Llosa, me ha parecido que la estructura era menos experimental, pero no menos ambiciosa; de hecho, junto con Conversación en La Catedral, La guerra del fin del mundo debe de ser la novela más ambiciosa de la obra de Vargas Llosa. No sé si esta es la mejor novela escrita en castellano en el siglo XX, como apuntaba Miguel Ángel Zapata, o si es la mejor novela escrita en castellano desde el Quijote, como apuntaba Gustavo Faverón, pero sí que puedo asegurar que es una grandísima novela, ejecutada con una ambición que fue milagrosamente común en muchas obras del boom latinoamericano, y que ya parece un tanto olvidada. La guerra del fin del mundo se va de cabeza a mi lista de diez mejores lecturas del año.
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