Leopoldo Alas “Clarín” publicó la primera parte de La Regenta en 1884 con solo 33 años, y el segundo volumen en los primeros meses del año siguiente. Entonces, el autor supo que había “escrito una obra maestra”, aunque ese pensamiento estaba muy lejos de lo que dijeron sus críticos, cuyas reseñas en los periódicos fueron escasas, breves y nada edificantes. Una de las más sangrantes fue la de un semanario ovetense llamado Tambor y Gaita, que con ese nombre no me extraña que publicara una crítica anónima con el siguiente encabezamiento: “Contra el insomnio”. Claro que eso de la mala leche lo tuvo que imaginar de sobra Leopoldo Alas, que conocía bien la ciudad de la que habla en su novela, como lo sabemos quienes hemos vivido en ella. Lo que sí alcanzó a ver el escritor “nacido en Zamora” antes de morir en 1901, y que le dio más satisfacción, fue una segunda edición prologada por su amigo Benito Pérez Galdós. A nadie le extrañó que el entonces Obispo de Oviedo condenara la novela en una Pastoral.
La novela tuvo una vida aciaga durante buena parte del franquismo porque no se publicó hasta el año 1962, aunque anteriormente el profesor de la universidad de Oviedo, José Mª Martínez Cachero había hecho una edición, además de otra de Juan Antonio Cabezas, pero ambas pasaron con más pena que gloria hasta que Alianza editorial la sacó del olvido. Yo vi esa edición en 1969 en el escaparate de una librería y fui inmediatamente a pedir a mi madre las cien pesetas que costaba el libro. Lo compré y al regresar a casa mi madre miró la portada y dijo: ¡Ah!, Polín Alas, este escritor fue amigo de mis tías, Teresa y Amparo. Venía siempre por casa, según contaban ellas”. Mi madre había nacido en 1922 y “Clarín” había muerto 21 años antes, por lo tanto estas tías, pertenecientes a la burguesía ovetense y algo menores que él, podrían haber sido dos señoritas interesantes para el maestro. De hecho, cuando hace años le conté este episodio a Caroline Richmond, especialista en “Clarín”, me dijo con su divertido gracejo norteamericano: “Mira tú que si una de esas tías de tu madre fue una de las amantes de Leopoldo Alas…”.
Hoy recuerdo la figura de este insigne escritor y polemista para quien la literatura significaba mucho más que publicar una novela o un ensayo. Lo hacía también como escribía en los periódicos o discutía de política en el Casino o en el Ateneo, como un arma ideológica contra los poderes de la Iglesia o los conservadores de la época. Durante sus años en Madrid escribió artículos periodísticos de pensamiento filosófico, político y también literario. No hay que olvidar que el joven Alas había estudiado en una universidad en donde los maestros más estimulantes eran krausistas, sobre todo Francisco Giner de los Ríos. Una influencia que avivó en él su vena idealista, y como Larra, uno de sus maestros, un sentido racional a la vida. Los dos mantuvieron una preocupación en sus obras por las formas y el culto a la belleza.
Esta es una lectura de La Regenta con visos de guía turísticocultural. Propongo pasear con estos datos por las vetustas calles de la “bien novelada” y ver con los ojos de “Clarín” aquella heroica ciudad que dormía la siesta, reconocible hoy con nombres muy parecidos.
VETUSTA Y OVIEDO
Empezamos con el capítulo 1: La catedral– “La torre de la catedral, poema romántico de piedra…”.
De la Rúa– “Aquel don Fermín que allá abajo en la calle de la Rúa parecía un escarabajo”. (Esta calle va desde Cimadevilla, al lado del ayuntamiento, hasta la calle San Juan).
La Encimada. Actual Cimadevilla.
La Encimada- “Alrededor de la catedral se extendía, en estrecha zona, el primitivo recinto de Vetusta. Comprendía lo que se llamaba el barrio de La Encimada y dominaba todo el pueblo…” (La Encimada es hoy la calle Cimadevilla, entonces la más importante de la ciudad, con comercios y cafés famosos y actualmente una de las más distinguidas del Oviedo antiguo).
El Espolón– “…y ya las Hermanitas de los Pobres tenían coronado el edificio de su propiedad, tacita de plata que brillaba cerca de El Espolón, o sea el barrio nuevo de los americanos y comerciantes del reino”(…), y en el capítulo 14: “Era el Espolón un paseo estrecho…”. (Es el tramo del campo de San Francisco, al pie del kiosko de la música, donde estuvo hace años la sala de fiestas La Herradura en la que la Sociedad Ovetense de Festejos organizaba los bailes por San Mateo).
Calle del Rosario– “Quién era un embozado que de noche, a la hora de las criadas (…) salía muy recatadamente por la calle del Rosario… (Es la calle de El Rosal).
La Plaza Nueva. De frente está San Isidoro; a la dcha. el Ayuntamiento. Esta es la actual plaza del ayuntamiento, ahora plaza de la Constitución. Hay autores que aseguran que era donde vivía Ana Ozores.
Calle Quintana– “…torcía entre las sombras por la de Quintana…”. (Es la calle de Quintana actual).
Capítulo 6:
El Casino– “El casino de Vetusta ocupaba un caserón solitario, de piedra ennegrecida por los ultrajes de la humedad…”. (El casino lo sitúa “Clarín” en el Palacio de Valdecarzana-Heredia. Es la sede de la Audiencia provincial, en la misma plaza de la catedral).
Capítulo 9:
Calle del Águila, parte desde la Plaza de la Catedral: “La calle del Águila era una pendiente rápida…”. La calle se llama igual y va desde el jardín de los Reyes caudillos, pegado a la catedral, hasta la calle Jovellanos. Autores como Ernesto Conde la sitúan en la actual calle de Jesús. A mí me parece que la descripción que hace “Clarín” se parece más a la actual del Águila, aunque en los capítulos 9 y 12 menciona el caserón de los Ozores en la Plaza Nueva, la que hemos mencionada ya, del ayuntamiento, muy cercana a la calle de Jesús, que sale a la calle Fruela, continuación de la céntrica calle de Uría.
Capítulo 10:
Tras la cerca– “Ana, lánguida, (…) por la calle de Tras-la-cerca”. (Es la calle de Jovellanos, cerca del Teatro Campoamor).
Capítulo 12:
La Corralada– “Se dirigió a Palacio. Así se llamaba por antonomasia el del Obispo. Sumido en la sombra de la catedral (…) y estrecha que se llamaba “la Corralada”. (Se conoce ahora como la Corrada del Obispo; uno de los laterales es la fachada del claustro de la catedral, otro es el palacio del arzobispado y enfrente la casa del deán Payarinos, hoy Conservatorio de música).
Parroquia de san Isidro– “Era en la parroquia de San Isidro, un templo severo, grande. (Es la Iglesia de San Isidoro, en la plaza del ayuntamiento, al lado de la famosa plaza del Fontán,en la que situó Pérez de Ayala, otro asturiano insigne, su novela Tigre Juan).
Capítulo 14:
Lateral del Paseo del Bombé. El Paseo grande– “…los pollos advirtieron que el paseo de los curas (El Espolón) era más corto y más estrecho que el Paseo grande…”. (Es el llamado Paseo del Bombé, en el Campo de San Francisco, y va de lado a lado del parque, desde la Fuentona hasta la fuente de les ranes).
Universidad– “El reloj de la Universidad dio tres campanadas…” (Es la universidad, en la calle de San Francisco, frente al hotel Principado, y la fundó el Gran Inquisidor Valdés y Salas en 1608).
Capítulo 16:
Coliseo de la Plaza del Pan– “El teatro de Vetusta, o sea nuestro coliseo de la plaza del Pan se le llamaba…” (Antigua Casa de las Comedias en la Plaza Daoiz y Velarde, al lado de la plaza del Fontán. Fue después Teatro y hoy es la Biblioteca Pública Ramón Pérez de Ayala).
(Existe información en la Ruta clariniana del Ayuntamiento de Oviedo: https://www.rutaclariniana.es/)
La Regenta da para mucho más pero por esta vez, y para que el lector se sienta con ganas de emprender la ruta literaria propuesta, nos tomamos un respiro. Si se anima, debe saber que aunque la sidra le salpique la ropa, no mancha, lo digo porque en Asturias hay que comer y beber, y porque el pixín con patatines también es literatura. O un buen bonito, si se va en pleno verano. En definitiva, alimentos para el cuerpo y para el alma.
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