El escritor cubano Reinaldo Arenas fue un hombre valiente hasta la temeridad, y su homosexualidad chocó con la idea del «hombre nuevo» propugnado por Ernesto «Che» Guevara para la revolución cubana, según el poeta cubano José Pérez Olivares, autor de la biografía Morir cerca del mar (Verbum), sobre el escritor disidente.
«Morir cerca del mar no es un libro que yo comenzara a escribir con un propósito definido, lo concebí como un diálogo sobre un autor y una época porque, como quiera que se analice, esa época forma parte también de la mía», ha señalado Pérez Olivares, quien ha publicado trece libros de poemas y durante tres décadas ejerció en Cuba como profesor de Artes Plásticas. «Arenas fue muy valiente, incluso temerario, como demuestra su alzamiento contra el ejército de Batista a la edad de catorce años. Es un tema sobre el cual Arenas no cesó de escribir. Aparece en su autobiografía, pero también en novelas como El palacio de las blanquísimas mofetas, y en el cuento «Comienza el desfile» fue el momento en que brotó su espíritu de rebeldía, su necesidad de ser libre», según el biógrafo. Pérez Olivares ha asegurado que sin ese hecho biográfico «no es posible comprender la actitud de Arenas, porque es el motor que mueve y da sentido a su obra literaria y a su vida».
Sobre el desprecio de Arenas sobre el castrismo, ha asegurado que «fueron muchas las formas en que lo mostró, no sólo contra el régimen cubano, sino contra todo cuanto procediera de él. Es cierto que entre el poder y el individuo subsiste una lucha, más o menos tensa según las circunstancias, pero Arenas llevó la suya al paroxismo. No conozco a ningún otro escritor que haya hecho lo mismo». Arenas recibió un trato «degradante» por parte del régimen y, según Pérez Olivares, «una cosa es la aspiración social y política de un Estado y otra su puesta en práctica, porque el excesivo celo e intolerancia en la realización de un determinado proyecto humano abre con relativa facilidad las puertas al dogmatismo».
El biógrafo ha comparado a Arenas con Rimbaud, tanto por sus rasgos de genialidad como por su malditismo, si bien ha aclarado: «Nadie nace maldito, es la sociedad la que te hace maldito. Me quedo corto si no digo que en Arenas hay rasgos de genialidad que lo convierten no sólo en uno de los mejores escritores cubanos del siglo XX, sino en la continuidad de grandes modelos contemporáneos, como Rimbaud. Su necesidad de avanzar en sentido opuesto a los cánones literarios existentes y de crear un modo inédito de entender la creación basta para entenderlo; hasta su vida coincide con la del poeta francés, ninguno de los dos tuvo padre, fueron escritores malditos y murieron, aún jóvenes, de enfermedades terribles«, ha añadido.
De las virtudes literarias de Reinaldo Arenas ha destacado «la de ser dueño de una extraordinaria fantasía y de una insólita capacidad para fabular. Bien entendido, la obra que nos dejó es su propia vida contada desde distintos ángulos y con diferentes personajes, todos perfectamente reconocibles, porque Arenas nunca ocultó nada; quizás por eso la mayoría de sus libros, no sólo los que integran su «pentagonía», avanzan en una dirección similar y en todos hallamos los mismos ingredientes, violencia, decepción, erotismo… A mí me sigue asombrando su capacidad para abarcar, igual que lo hicieron Virgilio Piñera y José Lezama Lima, distintos géneros».
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