“Mi tío Patricio murió tres veces”. Así comienza una de las piezas que componen El calcetín de Hegel (Trabe; Oviedo, 2017), un delicioso libro de textos breves, unos de ficción, otros documentales, armado por el escritor, periodista, experto en medios audiovisuales y doctor en Filología Hispánica Francisco G. Orejas (Mieres, Asturias; 1957). El título: ‘Su cadáver nunca fue hallado’. La potencia de ese arranque está a la altura de otros inicios memorables, por supuesto clásicos, y pedía a gritos que las cinco páginas de aquella nota biográfica fueran trasladadas a un formato más extenso y apto para la exploración de los detalles; digamos una novela. Sin embargo, en el momento en el que puso punto final al relato, el escritor no sabía de su protagonista más que lo estrictamente contado en aquella acotación; en efecto, el tío Patricio no era sino una noticia sugestiva pero confusa, integrada por estampas deslavazadas e imposibles de recomponer en una narración coherente y verosímil. Aun así, es evidente que Orejas guardaba para sí la inquietud de un misterio con demasiadas grietas. Hasta que, como en todas las grandes historias, se produjo “un giro inesperado”: el aviso de que el capitán del ejército de la República Patricio González Quintanilla, leyenda familiar, de reconocido heroísmo, no había muerto en el frente del Ebro ni, algo más tarde, en la Francia ocupada por los nazis, tal como le habían referido al autor algunos de los que sirvieron a sus órdenes, sino en su cama de México, en 1980, después de haber ejercido con éxito como arquitecto e ingeniero pese a que jamás había recibido título alguno que lo habilitara para tales profesiones, y de alcanzar un importante prestigio social.
Podría tratarse de la narración de una impostura. Hay elementos que orientan hacia ese enfoque, como el hecho de que el protagonista no hubiera querido dar señales de vida ante su familia española, un silencio acaso vergonzante que delataría una supuesta actitud falsaria por su parte. Sin embargo, por ese camino nos habríamos quedado en la mera superficie de un drama de mucho mayor calado. Orejas, fino conocedor del género y de los materiales con los que trabaja, prefiere permanecer al margen de cualquier intento por calificar o juzgar una determinada conducta. Su ambición no se conforma con narrar un melodrama sino que, más radical aún, pretende indagar tanto en el contexto histórico del argumento principal —la Revolución del 34, la Segunda República, la Guerra Civil, el exilio republicano— como en el mismísimo proceso de investigación de los hechos examinados. De esta forma, el escritor debe introducirse en la historia como un personaje de la misma, pero no uno cualquiera, sino nada menos que el narrador en primera persona, recurso que lo obliga a redescubrirse a sí mismo —en el sentido aristotélico del término— o, lo que es lo mismo, a revelar el carácter ético de la mirada con la que examina las distintas peripecias vitales que se nos exponen, referidas no solo al tío Patricio, sino a buena parte de la familia y de su círculo de amistades, así como a otros personajes destacados de la Historia reciente de nuestro país, como Santiago Garcés, de quien se dice que estuvo implicado en el asesinato de Calvo Sotelo y que llegó a dirigir el Servicio de Información Militar, o Francisco Bajo Bueno, un viejo luchador anarquista a quien Orejas conoció en su casa de Tánger.
No cabe duda de que la estrategia compositiva elegida para encarar un trabajo tan dificultoso y sensible requiere de valentía personal, rigor intelectual y, por supuesto, dominio técnico del lenguaje, a mitad de camino entre lo ficcional y lo memorialístico. Orejas tenía acreditadas estas virtudes en su obra anterior, no tan extensa como nos habría gustado a quienes lo venimos leyendo desde sus primeros pasos literarios, pero sí profunda y diversa, compuesta por numerosos artículos periodísticos, dos libros de relatos y textos breves, una novela,varios ensayos de divulgación e investigación —alguno, como Guía de la cultura asturiana, de referencia ineludible para conocer y entender la Transición en el Principado de Asturias— y numerosos guiones para cine y televisión. Con todo, el proceso de destilación de esta singular trayectoria ha llegado a un punto de perfección con su última entrega, de la que estamos hablando: un libro absorbente, difícil de clasificar y que suma todas las características de la escritura de Orejas: ambición, erudición, densidad de pensamiento, calidad de estilo, fluidez y, en ocasiones, un fino sentido del humor, irónico y sarcástico. Y, siempre, honradez ante el lector, al que nunca oculta sus credenciales culturales y, por qué no, ideológicas, con constantes remisiones a sus referentes intelectuales, a los que cita explícita e implícitamente a lo largo del texto, y reseña en un apéndice bibliográfico que, además de mostrar las vastas y sugerentes lecturas de nuestro autor, constituye toda una declaración de principios. En resumen, en este libro oportuno y necesario encontraremos la neutralidad del periodista e investigador, pero, también, la pasión y la fuerza del novelista.
Una última indicación para quienes tienen la perezosa costumbre de saltarse los prólogos: no cometan el error de prescindir del que encontrarán aquí, titulado ‘Una falsa novela’, en el que Orejas vuelca sus hondos y finos conocimientos sobre teoría de la novela, ya exhibidos en su tesis doctoral sobre la metaficción en la novelística española, presentados en este libro desde una visión alimentada por la práctica narrativa, de la que Un giro inesperado es un gran ejemplo.
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Autor: Francisco G. Orejas. Título: Un giro inesperado. Editorial: Trea. Venta: Todos tus libros.
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