Hace ya siete u ocho años que la obra maestra de Charles Chaplin cumplió los cien. Se trata de una película de unos veinte minutos, o media hora, que lleva estos cien años compitiendo con los estrenos, primero en las salas, después en el ámbito doméstico (en copias de ocho, súper-ocho y hasta dieciséis milímetros), así como en la tele, más adelante en los video-clubes y recientemente en el yutube. Se titula Easy Street —Charlot en la calle de la Paz en España—, y durante los locos veinte —diez años después de producida y amortizada— seguía viva en las carteleras en dura competencia con el cine largo de ochenta minutos (todavía mudo) de Buster Keaton, John Ford, Fritz Lang y del propio Chaplin.
El secreto son veinte minutos de Cine y un esquema clásico: búsqueda-amor-redención. Una pobre convención folletinesca si no sirviera de marco a una desternillante comedia mecánica.
La integración de folletín y slapstick es la primera genialidad de Easy Street; la segunda, inventarse El Cine. Dicen que no, que ya estaba inventado por David Wark Griffith, el de Birth of a Nation e Intolerance, que son dos películas maravillosas y también dos películas insoportables: el que de verdad sacó partido al invento fue Chaplin.
El argumento de Easy Street es tan sencillo que casi da vergüenza despiezarlo: el característico Charlot tiene hambre (hambre, no apetito) y se mete en una reunión del Salvation Army a ratear para tratar de pillar algo, pero lo que pilla son los ojines de Edna Purviance. Dispuesto a hacerse merecedor de su atención, decide dedicar su vida al Bien, como ella, y se mete a guardia de la porra. Destinado a los barrios bajos, se enfrenta a rufianes, drogadictos y tratantes de blancas… y lo que empezó con una sonrisa acaba en una torrentera de carcajadas. Por último, y para dar descanso al pobre espectador, la joven del Salvation Army, arrobada, se hace novia del valeroso y cumplidor agente del orden.
Todo en veinte minutos.
¿La clave? La complicidad de un espectador que en realidad ya se sabe la historia (por eso se le sirve a un ritmo endiablado pero, sobre todo, preciso). Y, desde luego, la vistosidad de los gags que genera el delicioso contraste entre el matón-ogro (inolvidable Eric Campbell) y el tan enamorado como inerme guardia, émulo del Gato con botas, el Sastrecillo valiente o Ulises acosado por los dioses. El guiso se adoba con un condimento que Chaplin manejaba como nadie: la gracia no es que un pobre diablo se lleve un trompazo, la gracia es que se lo lleve un poderoso.
Hay que volver a Chaplin. Hay que volver a sus doce cortos para la Mutual Film Corporation, entre los que destaca Easy Street. Doce hilarantes obras maestras que siguen vivas al cabo de dos guerras mundiales (cerca ya de la Tercera), mientras Griffith hace tiempo que es carne de filmoteca. Doce películas que dieron carta de naturaleza al Cine y convirtieron en imagen del siglo XX al maltratado hombre corriente del siglo XX.
A Charlot.
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Más sobre esta película, escrito por el mismo autor: https://videoergoscribo.blogspot.com/2008/12/charlot-en-la-calle-de-la-paz-1917.html
No siempre hila fino el cosmonauta, pero aquí acertó de lleno.