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La importancia de llamarse García

Córdoba es poesía hasta en esos barrios que son más feos que una nevera por detrás. Hay más poetas que losetas en el suelo, le pegas una patada a una lata y rebota rimando. Otras ciudades tienen equipos de fútbol de relumbrón, aquí tenemos poetas en racimos, e incluso sueltos o, quizás, asemejan planetas, algunos con sus satélites, unos cercanos y otros lejanos y muchos abrasados por su cercanía al ascua; las uvas se arraciman orgánicamente compartiendo savia, y estas gentes parece que basculan según la ley de la gravedad de sus egos y se relacionan fuera de sus sistemas a través de una tupida red de odios bien destilados.

Estos días Córdoba es la capital poética de la galaxia y, ya ven: anda el panorama como en las pelis de Lucas con el Imperio y la Rebelión arreándose estopa, pero ese no es hoy el tema.

En Córdoba la poesía abunda más que los García. Hay más posibilidades de llamarse García que, por ejemplo, Piqueras, pero si te llamas García en Córdoba, ya tienes renombre de poeta y no de telediario. Sin ser exhaustivos y abreviando, con Concha Gª, Eduardo Gª, José Daniel Gª, Pablo Gª Baena y su tocayo Gª Casado, José Gª Obrero, José Miguel Gª se podría hacer una antología por la G, incluyendo a Victoria García Gómez, a la que traigo aquí, y nos dice:

“Oh, rombo creador de mis palabras,

apiádate de los poetas que de ti nada saben.

[…]

Por él yo tacho y elimino versos,

poemas enteros que no le han complacido…

Este rombo que aparece cada vez que cierro

los ojos como una voz que grita para impedir mi salto

al vacío. Aunque en el fondo quiere que salte.” 

Escribir es borrar, me dijo una amiga, y escribir poesía debe ser exasperante: por eso el gremio va mayormente irritado por la vida, habiendo excepciones. Victoria es excepcional, no tanto por la falta de irritación —no hay poeta sin genio— como por su capacidad de avanzar en varios frentes exitosamente y por la audacia con la que afronta tareas que harían palidecer al más veterano. Acostumbrada a ganar premios en Córdoba desde chiquitita —con 14 años uno de la Coca-Cola de Relato Corto, luego vinieron más, de poesía— poeta kamikaze, letraherida, historiadora, también del arte, editora de mesa en Cántico desde los 21 años, haciendo en equipo ese trabajo interno, callado y meticuloso de leer, corregir, comunicarse con los autores para que todo llegue a término a su gusto y dentro de los cauces de la editorial; gestora cultural capaz de programar y ejecutar desde los medios de nuestra pequeña escena una o dos faenas literarias a la semana, todas las semanas, y hacerlo bien.

"Fue como la michelada para la cruda, dándole sitio a la autora y citando a la distancia adecuada que la conversación pide en cada momento"

El año pasado, después de la resaca que deja un acto público en el que la presentadora, que habría desayunado egos revueltos, pasó por encima de todo un premio Nobel de Literatura colando su propio discurso, sin dejar apenas espacio para la reflexión, hablando más de ella que de él —tanto, que no recuerdo el nombre de la eminencia—, Victoria García vino a presentar a la librería Cinco Estaciones opera prima de la poeta donostiarra Eva Garner. Fue como la michelada para la cruda, dándole sitio a la autora y citando a la distancia adecuada que la conversación pide en cada momento, dando paso al respetable no al final, sino cuando viene a cuento, permaneciendo en elipsis entre unos y la otra, y brillando por la pertinencia y la profundidad de las preguntas. Veníamos de ver chapotear al Nobel en una lata de anchoas y una autora novel y Victoria García nos abrieron una oceánica atmósfera literaria que no podíamos dejar escapar: desde entonces, y va a hacer un año, todas las semanas la tenemos aquí con una programación lasaña: presentaciones, recitales, conferencias, sesiones de micro abierto de poesía, donde además de temáticas, Victoria intercala poetas de consolidada carrera con brillantes emergencias que podrían ser fugaces, o no. Toda una proeza.

"Porque Victoria es audaz, atrevida, avivada, osada, desea con fuerza los objetivos a los que apunta y le mete los riñones y la inteligencia, la organización y la pasión"

Porque Victoria es audaz, atrevida, avivada, osada, desea con fuerza los objetivos a los que apunta y le mete los riñones y la inteligencia, la organización y la pasión: por eso es capaz de acometer tareas que harían palidecer, les decía, al más veterano, culminando en proezas, que como todos ustedes saben, en su acepción más provenzal son actos de un hombre bueno, vigilante y de provecho.

La última hasta ahora ha sido la traducción de la edición bilingüe de Pretty Boys Are Poisonous / Los chicos guapos son tóxicos de la colección de poesía Doble Orilla de la Editorial Cántico, dirigida por mi admirado Raúl Alonso, y escrito por la súper estrella del celuloide Megan Fox. Confieso mi ignorancia para reseñar la obra, y mucho menos la traducción, pero sí sé que hay que tenerlos muy bien puestos para meterle mano al asunto en la primera traducción, ahí está la clave: es importante llamarse García, pero ser Victoriano va tomando las trazas de ser Currista, que en los ambientes del toro y de la poesía en Córdoba es lo más que puede ser un aficionado.

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