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La juglaría de Serrat

En mi niñez, sin saber yo mucho de poéticas y versificaciones, sin contar tampoco con una familia de esas que abarrota con libros las estanterías de los pasillos, aun sin esos condicionantes, resulta que desarrollé un cariño por Antonio Machado que todavía hoy no he perdido, hasta el punto de pasar por ser mi poeta favorito. El motivo viene cargado con algo de melancolía, pero qué puedo hacer yo ahora que de todo hace ya muchos años. Me traslado a la niñez, cuando correteábamos por la ciudad de Segovia con inocencia y poderío. Por allí se hablaba de la casa del poeta como de un lugar mágico en la judería. Y es que ese era el sintagma elegido para referirse a ella: «la casa del poeta». Por eso, para los niños segovianos Machado era una especie de ente mágico, y su hogar una suerte de cueva de Montesinos. Más tarde, ya en mi juventud, recuerdo pasar por delante de la casa sin que me atrajese demasiado: al fin y al cabo, a efectos prácticos, no era más que un amasijo de cemento para alguien al que todavía no le había enamorado la poesía.

"Un cincuentón rasgaba en la guitarra Mediterráneo, uniendo así al poeta y al cantante en tan improvisado homenaje"

Mi amor por Machado, además de a esta especie de remembranza infantil, se la debo a dos hechos algo más concretos. Por un lado, a la aparición por mi casa de una edición de Campos de Castilla ilustrada que firmaba Enrique Baltanás, y que perdí en algún lugar de mi copiosa juventud. Y por otro al descubrimiento del disco que Joan Manuel Serrat le dedicaba al poeta, además en sentido estricto, pues recuerdo el vinilo con el título «Dedicado a Antonio Machado, poeta». Pese a que yo en aquella época ya había empezado a leer y estudiar literatura, recuerdo aquel disco como una iluminación popular, como la certeza de que la poesía, que en castellano nació de la mano del juglar y el trovador, terminaba siempre en una entonación, en musicalidad literaria. La memoria cierra el ciclo cuando se inauguró la estatua de Machado en la plaza Mayor ya en los dosmiles: un cincuentón rasgaba en la guitarra «Mediterráneo», uniendo así al poeta y al cantante en tan improvisado homenaje.

"Serrat fue la puerta de entrada a la poesía para muchos, diría que incluso para generaciones, y aunque sólo fuese por eso ya merecería este homenaje"

Serrat se retira, y es de justicia rendirle los honores pertinentes. Reconozco que no fue uno de mis ídolos. No me encaja el rollo político en el casete del coche, como no me encaja el vibrato de su voz en la cóclea. La última vez que lo vi en directo fue tres semanas antes del inicio de la pandemia, cuando cantó junto a Sabina en el WiZink, caída del flaco mediante. Huelga decir que yo iba, frente a tan selecto binomio, en calidad de seguidor sabinero. Aun con esta falta de pasión por el barcelonés, debe decirse aquí que Serrat fue la puerta de entrada a la poesía para muchos, diría que incluso para generaciones, y aunque sólo fuese por eso ya merecería este homenaje. Salve, Serrat. Gracias por acercarle, como hizo la vieja juglaría antes de que el mundo fuese mundo, la poesía al pueblo.

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