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La lectura sobrevive

La lectura sobrevive

Corría el año de 1918 cuando la terrible pandemia de gripe española asoló los campos de medio mundo. Las medidas que se aplicaron entonces ya las conocemos hoy de memoria: desinfección, mascarillas y, por supuesto, confinamiento. Nuestro país, además, asistía pacíficamente a la tragedia que la Primera Guerra Mundial estaba esparciendo por todo el globo. Pese a esa neutralidad, se alimentaban las tertulias en los cafés patrios, debidamente rociados estos con alcohol desinfectante, de posiciones enfrentadas por el conflicto. Los germanófilos, entre los que podríamos encontrar nombres como Baroja o Benavente, se defendían de los ataques de aliadófilos tan insignes como Unamuno, Ortega o Pardo Bazán. El resultado es uno de los años más fecundos en impresión de libros y profusión de textos periodísticos. La pandemia y la guerra recluía a las gentes, que amontonaban libros como tesoros en las estanterías españolas. La explosión coincide, por cierto, con el inicio de una de las épocas doradas creativamente hablando de la cultura en nuestro país.

"La lectura ha dejado de ser un ejercicio burgués, la publicación de tal o cual obra ya no pasa por ser un privilegio"

Pese a que la pandemia que hoy nos recluye guarda muchas similitudes con aquella, lo cierto es que el contexto literario tiene muy poco que ver. La lectura ha dejado de ser un ejercicio burgués, la publicación de tal o cual obra ya no pasa por ser un privilegio, y el mundo del libro lleva ya tantas décadas transicionando que cabe la posibilidad de que ya sea una transición permanente. No obstante, en una coyuntura como la actual, donde todos los índices de consumo se desploman, donde quiebran negocios y profesiones por doquier, donde no queda nada en pie de aquello que fuimos, era de suponer que el descalabro del mundo literario adquiriese proporciones bíblicas dadas las últimas inercias de la industria. Sin embargo, pese a mi pesimismo prejuicioso, no ha sido así. Y bien que me alegro.

"Quizás nos hallemos, como en 1918, frente a una especie de renacimiento moderno. Quizás la plaga, como entonces, despierte el ingenio entre los muros de la reclusión"

Cierto es que la venta de libros ha caído, pero milagrosamente lo ha hecho tan sólo un 4% con respecto al año anterior. Por el contrario, todos los índices lectores han subido. Según el Gremio de Editores, el hábito de lectura subió cerca del 10% durante los meses de confinamiento. Siguiendo este mismo estudio, más del 80% de los encuestados reconocieron haber sentido alivio psicológico al abrir un libro, y la media lectora ha subido de seis a ocho horas semanales. Y todo esto sin poder contar con bibliotecas y librerías a pleno rendimiento, las grandes aliadas del lector medio. Quizás nos hallemos, como en 1918, frente a una especie de renacimiento moderno. Quizás la plaga, como entonces, despierte el ingenio entre los muros de la reclusión. Quizás este abastecimiento lector se convierta pronto en un tsunami creativo. Quizás algunos de estos hábitos de lectura hayan despertado para nunca más dormir. Quizás libreros, editores, autores y demás personajes asociados a esta historia se vean beneficiados a corto o medio plazo. Pero sobre todo este párrafo repleto de «quizás», una certeza: los libros, como siempre a lo largo de la historia, están ahí contra todo y pese a todo. Salve.

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