Doce años en barbecho. Así califica Hipólito G. Navarro la larga temporada que ha estado sin publicar libros. Desde que apareció Los últimos percances han transcurrido doce años de silencio editorial, que se justifican porque el cuento no es un género que se lleve bien con la repetición. Es un género propicio más bien para experimentar con él, para buscar nuevas formas de contar historias. Un género apropiado para el riesgo, que exige resultados contundentes. Julio Cortázar lo expresó con una imagen clara: el cuento tiene que dejar en el lector el mismo impacto que un golpe seco.
Por esa voluntad de innovación, Hipólito G. Navarro es uno de los más importantes autores del cuento actual. Publicó su primer libro hace casi treinta años. Lo tituló El cielo está López y en esa colección, compuesta por dieciocho cuentos escritos con fórmulas distintas, señaló ya el territorio en el que se iba a mover su literatura: renovación, búsqueda, experimentación. El cuento como banco de pruebas. La literatura como indagación. Desde entonces ha ido publicando con una cadencia acompasada cada cuatro años Manías y melomanías mismamente (1992), El aburrimiento, Lester (1996), Los tigres albinos (2000) y Los últimos percances (2005). Y ahora, después de doce años de barbecho, regresa a las librerías con La vuelta al día, que desde el título es un homenaje a Cortázar, el autor de aquel almanaque titulado precisamente La vuelta al día en ochenta mundos.
Es cierto que un autor da vueltas en cada uno de los libros que escribe a las mismas obsesiones, de las que no es fácil escapar. Pero en este libro Hipólito G. Navarro abre una línea narrativa nueva en algunos relatos que tienen un tono autobiográfico, memorial, basado en recuerdos y vivencias personales. El libro tiene cinco partes. La primera, Ángeles de la guarda, reúne breves escenas de iniciación, escritas en primera persona, que evocan el inicio a la lectura, a la música, a los saraos editoriales. En el fondo de la memoria son unos cuentos de tema no tan raro en la literatura como el autor indica en el prólogo. Tratan de la alegría y la felicidad: la dicha que se busca; la felicidad perdida, la alegría como terapia. Con los relatos de Los artistas cautivos quiso formar una novela pero aquí vuelven a su estado primitivo de narraciones independientes. Son historias curiosas de pintores, de pianistas anónimos o que pudieron haberlo sido si la tragedia no hubiese destartalado su infancia, como le sucede al desgraciado niño que protagoniza Tantas veces huérfano. La sección Cuidado con quién se junta recibe el título del comentario de un amigo del autor: “tenga cuidado con quién se junta. Lo que vende es la catástrofe, y lo suyo no se le acerca” (pág. 17).
La vuelta al día es un libro de cuentos heterogéneos, que revelan su origen disperso y el trabajo de reelaboración de textos de diferentes procedencias. Transmiten una mirada original sobre la literatura, con unas pinceladas de tragedia, un poco de disparate, algunos recuerdos personales, mucho trabajo de estructuras narrativas y unas dosis de humor, a ratos. “El humor está para salvarnos”, ha declarado el autor; y ese humor se lleva hasta el pie de imprenta del libro, que constituye un ingenioso microrrelato: “Esta primera edición de La vuelta al día de Hipólito G. Navarro se terminó de imprimir el miércoles 14 de septiembre de 2016, intentando a toda costa que no se terminara de imprimir el día anterior. Por si las moscas”.
Hipólito G. Navarro ha compuesto este libro con desparpajo, evitando el estereotipo. Se basa en los principios que han sustentado siempre su trabajo literario. El primero justifica estos largos doce años de barbecho y lo formula él mismo así en uno de estos cuentos: “algo dicho brevemente quizá sea el fruto de algo largamente meditado” (pág. 245). El segundo confirma su búsqueda de una voz personal desde la que contar las historias, porque “la realidad tiene más ángulos de los que uno imagina” (pág. 176).
Autor: Hipólito G. Navarro. Título: La vuelta al día. Editorial: Páginas de Espuma. Venta: Amazon
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