Inicio > Blogs > Ruritania > La leyenda negra como excusa: el populismo imperial de Roca Barea

La leyenda negra como excusa: el populismo imperial de Roca Barea

La leyenda negra como excusa: el populismo imperial de Roca Barea

El filósofo José Luis Villacañas detalla las razones por las que ha escrito su contra-ensayo Imperiofilia.

Si tuviera que identificar el impulso que me llevó a detraer horas de mi trabajo habitual, por ese entones dedicado a escribir una biografía sobre el filósofo Juan Luis Vives, para entregarme a escribir una respuesta al libro Imperiofobia, tendría que preguntarme por la rara sensación de felicidad que experimenté al escribirlo. Varias veces había chocado con ese pasaje en el que Vives le escribe a Erasmo que viven tiempos muy difíciles, en los que tan peligroso es hablar como callar. Era el tiempo en el que Moro estaba en la Torre de Londres, pero también en el que el Inquisidor Valdés ya operaba con más libertad en España y se perseguía al grupo de humanistas de la Complutense, Vergara, su hermano Tovar, Celain, Castillo y tantos otros. El gran Juan de Valdés ya había huido enrolado en la corte, con su hermano Alfonso. Atrás quedaba el gran debate de Valladolid sobre Erasmo, en el que un muchachuelo, Servet, asistía al lado de su señor, el doctor Quintana, que luego sería confesor de Carlos V. Allí escucharon las acusaciones que contra Erasmo vertía el hermano de Francisco Vitoria, ni más ni menos que no existía una doctrina clara sobre la Trinidad en el holandés. Poco después, el propio Vitoria, en una de sus primeras relaciones en Salamanca, diría que el teólogo es el consejero universal. Todo cristiano tiene la obligación de seguir su consejo, tanto si es acertado como erróneo; la responsabilidad eterna recae en todo caso sobre el teólogo, no sobre el fiel. En suma: el cristiano debía entregar su conciencia al teólogo, como forma segura de salvación.

"Todo lo que ha construido el mundo moderno y erosiona la capacidad directiva de la Iglesia católica es condenado en Imperiofobia como enemigo de España"

No sé si ya había llegado al par de pasajes de Roca Barea en los que afirma con toda claridad que los pueblos han sido dichosos y felices, estables y pacíficos, mientras han seguido al pie de la letra las indicaciones de sus élites sacerdotales, pero todo en el libro llevaba a esa consecuencia. Así que conforme ganaba evidencias de lo que significaba realmente este criterio en la vida de Vives y de Erasmo, así como de sus discípulos, más me convencía de que al responder a Roca Barea seguía en medio de un combate histórico que me unía de forma intensa a Vives y a Erasmo. En realidad, pronto comprendí que Roca Barea no estaba interesada en la verdad de nuestro pasado, ni en parte alguna de nuestra historia. Lo que realmente le interesa es rehabilitar la capacidad directiva de la jerarquía católica sobre la vida y la conciencia de los españoles de hoy. Para ello escribe este libro. En él intenta dejar claro que el ser católico de España sólo concede capacidad directiva a sus legítimos dirigentes sacramentados, y sólo reconoce el estatuto de españoles a los que asumen como propia la ratio histórica de la Iglesia católica. De ahí se deriva todo lo demás como una consecuencia inapelable: el carácter nefasto de la Reforma, la actitud insumisa y tenebrosa del humanismo erasmista, las hirientes cautelas críticas de la Ilustración, las exigencias soberbias de autonomía moral del liberalismo. Todo aquello que ha constituido el mundo moderno, y que ha erosionado la capacidad directiva de la Iglesia católica, todo es condenado como enemigo de España. Como demuestro en mi libro, el apéndice inevitable del escrito de Roca Barea, lo que debería figurar como adenda del libro, es la última edición del Índice de libros prohibidos de la Iglesia romana, en vigor hasta 1966. Todo lo que el Índice condena es incorporado a la leyenda negra española y debe ser odiado por los buenos españoles.

"El libro no habla de España más que de forma lateral, contando anécdotas y curiosidades, por lo general deformadas"

Llegados ahí, comprendemos que la realidad histórica de España es lo de menos para Roca Barea. Los que de buena fe han hojeado el libro, o lo han leído por encima, no han sido capaces de descubrir que el libro no habla de España más que de forma lateral, contando anécdotas y curiosidades, por lo general deformadas. De lo que verdaderamente habla es de la inconfundible identidad de España y el Catolicismo. Se trata de una identidad metafísica, que no tiene nada que ver con la sociológica. El combate casi cósmico que describe con pasión frenética, y al que se siente vinculada de forma perentoria la autora, no es entre España y sus enemigos históricos; es el combate entre el catolicismo y el protestantismo. Sin embargo, se trata de un combate muy especial, porque por supuesto Roca detesta a Alemania (un país en el que la vinculación de las dos confesiones prácticamente ha llevado a una identidad religiosa), y desde luego a Inglaterra y Holanda, pero sin embargo lanza de forma continua señales de amistad a los Estados Unidos de América, el enemigo del fatídico año 1898. Aquí hay una innovación en el pensamiento de la hispanidad. Tradicionalmente, desde la generación del 98, desde Rubén Darío y Ramiro de Maeztu, Estados Unidos era el representante del materialismo, el nuevo Calibán salvaje y rudo, sin la chispa del Espíritu. Para Roca Barea no es así. Es como si, por un momento, Barea soñara con unos Estados Unidos capaces de abandonar el sueño protestante y así vincularse a la ratio católica. Por supuesto, es el sueño compartido por importantes fuerzas católicas mexicanas, que se prestan a servir de élites dirigentes de los más de cincuenta millones de hispanos al norte del Río Grande.

"El problema de la Leyenda Negra, que estudia de una manera muy deshilachada y desconcertante, le sirve en realidad a Roca Barea para diseñar una geoestrategia del presente"

Por eso, podemos decir que el problema de la Leyenda Negra, que estudia de una manera muy deshilachada y desconcertante, le sirve en realidad a Roca Barea para diseñar una geoestrategia del presente. Cierto que este asunto recorre el libro de forma subliminal, pero en firme y poderosa asociación con la estimulación del orgullo patrio mediante el recuento de ciertas hazañas de nuestros grandes hombres. En este sentido, el dispositivo psíquico del libro es certero. Por supuesto, primero desprestigia a los malos españoles, a los traidores, apóstatas, intelectuales vendidos a las oligarquías (una vieja idea católica es que allí donde los obispos son desplazados del poder, allí surgen las oligarquías), coautores o cómplices de la leyenda negra; luego promueve la autoestima de los que no soportan la herida narcisista de verse humillados por los independentistas catalanes; posteriormente exige el pago por esta autoestima —enrolarse en la defensa del integrismo católico—, y por último ofrece el encuadramiento oportuno dentro de la geoestrategia mundial: implicarse en la alianza con Estados Unidos en la medida en que este será pronto un país de mayoría católica entre la población. Ese catolicismo hispano se encargará de sustituir al decadente catolicismo irlandés, aunque hermanados en el odio a Inglaterra, en su papel directivo de las masas católicas.

"He desvelado sus aspiraciones supremacistas, he descubierto su lógica de alineamiento político, he mostrado la debilidad de sus afirmaciones para la división y el enfrentamiento"

Por eso mi impresión, cuando miramos el libro más allá de lo que ofrece, consiste en que no estamos ante un libro de historia, sino de intervención política. La prueba que ofrezco en mi libro es que todo lo que se dice sobre el pasado español está escrito a la ligera, sin argumentos y sin pruebas. Se limita a recoger los rasgos más gruesos de la Leyenda Negra y a lanzar un tu quoque sobre los demás pueblos que, en su opinión, la han fomentado. En suma, es un libro de agitación, y el efecto que se quiere conseguir es que España es un país normal, que todos los demás hicieron más o menos lo mismo, que todos mataron, quemaron y explotaron, pero que España fue la que menos incurrió en esas prácticas justo por el nivel civilizatorio de la iglesia católica. Con ello, toda pregunta genuinamente histórica queda cortocircuitada. Por supuesto que la Leyenda Negra desconoce por completo nuestra historia, pero la forma en que Roca Barea le contrapone su relato no nos permite conocerla un ápice más. En realidad, ella no está interesada en la verdad. Su único objetivo, como confiesa al final del libro, es lograr que el lector se posicione en la relación amigo/enemigo. Si es amigo, ya está inmerso en un cosmos de creencias y opiniones del que será muy difícil desprenderse, ya que tiene implicaciones muy profundas. Si es enemigo, entonces es uno más de esa antiEspaña de traidores, apóstatas, negrolegendarios, intelectuales pagados por las oligarquías, reacios a entregar su conciencia a los únicos que tienen autoridad para definir el bien y el mal. En todo caso, que las cosas españolas fueran así y no de otra manera, ese conocimiento de lo singular que busca la historia en su narratividad, no lo obtendremos de su libro, que desde el punto de vista de su metodología narrativa usa más bien la técnica de la asociación histérica que hace saltar tiempos y espacios unidos por el hilo conductor de un enojado dolor. Con motivo de él he escrito un libro para iniciar una conversación democrática sobre nuestra historia. He desvelado sus aspiraciones supremacistas, he descubierto su lógica de alineamiento político, he mostrado la debilidad de sus afirmaciones para la división y el enfrentamiento, he intentado desmontar su dispositivo populista cuando se contrasta con un mínimo rigor historiográfico, y finalmente he propuesto algunos relatos que explican la genealogía de los déficits de sentido comunitario de los españoles y su incapacidad para forjar un pueblo seguro de sí mismo. Y por último he propuesto que esa comunidad segura de sí misma sólo se puede forjar desde las energías morales e intelectuales necesarias para dejar atrás nuestra historia una vez que sepamos que fue así y no de otra manera. Pero ello impondrá lo más difícil, forjar élites profesionales (en sentido weberiano, vale decir, responsables y eficaces) capaces de tener una idea nueva de España como comunidad cívica y así sustituir a las inflexibles y dogmáticas elites de la jerarquía católica hispánica.

—————————————

Autor: José Luis Villacañas. Título: Imperiofilia y el populismo nacional-católico. Editorial: Lengua de Trapo. Venta: Amazon y Fnac 

3.1/5 (207 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios