Cuando José María de Cossío publicó en 1943 el primer volumen de lo que iba a ser el Tratado Técnico e Histórico Los Toros, inició dicho volumen con un Vocabulario Taurino Autorizado, de 127 páginas a dos columnas. Lo primero, el verbo, la palabra, el lenguaje con el que nos vamos a entender. Escribió: “Presento a continuación la mayor junta de vocablos referentes a la fiesta de toros y usados por escritores taurinos que nunca se ha reunido”.
Desde hace algunos años y ante la escalada social del fútbol sobre la desescalada (sic) de los toros, las gentes del balón tratan de reunir una jerga característica de este próspero negocio millonario camuflado de deporte. El problema es que las palabras y frases que va componiendo el diccionario futbolero o jerga futbolística, o son traducidas del inglés o hay que inventarlas. Hemos anotado en un papel las últimas que hemos oído.
Al balón le llaman “cuero”, pese a que todo el mundo sabe que el cuero ya no se usa para la fabricación de balones. Se usa un producto de mezcla que no pesa más cuando se moja, como ocurría con el cuero, y es más ligero y perfecto en su esfericidad, además de que no lleva correa que dañe la frente de los cabeceadores.
Cuando uno de los dos equipos mete un gol, suelen decir que “se abrió la lata”, expresión poco futbolística, a no ser que se trate de un equipo muy “conservador”.
Ya no vale decir que el futbolista Fulánez avanza por el campo, también llamado “terreno de juego”, con el balón. ¡Qué vulgaridad decir «avanza»! Hay que decir “progresa” (como los escolares).
La ingesta de artículos y preposiciones es muy frecuente entre los narradores de la épica futbolera. El otro día oí las dos siguientes composiciones: “Hay que tener un poco paciencia”, y “Fulanito se sitúa en banda derecha”. Lo correcto sería decir “un poco de paciencia” y “se sitúa en la banda derecha”.
Los que suelen denominar a determinado tipo de jugador como “carrilero” quizá no sepan que en Hispanoamérica llaman “carrilero” al embaucador o engañador; al trilero tramposo y tahúr. Recuerdo que cuando se acuñó la palabra, a Gerardo Coque, con quien solía compartir ascensor, le molestaba mucho que hubiera carrileros en el fútbol.
La utilización de palabras mal usadas por no decir lo que se quiere decir, las considero puyazos mal dados por un incompetente varilarguero que merma la fuerza del idioma. Analicemos una muy usada en Prensa, Radio y Televisión que tiene por protagonista el verbo “arropar” como sinónimo de “acompañar”. Suele leerse y oírse, con hartura de mosca, en textos semejantes a este: “Fulanito, en tan doloroso trance, se vio arropado por sus familiares y amigos”. Arropar, según el diccionario de la RAE tiene los siguientes significados: 1. Echar arrope al vino. 2. Cubrir o abrigar con ropa. 3. Cubrir, abrigar. 4. Dicho de los cabestros: Rodear o cercar a las reses bravas para conducirlas. 5. Cubrir la vid injertada con un montoncito de tierra para preservarla de la acción del calor y del frío. Como expresión irónica se dice “arrópate, que sudas” para referirse a quien, habiendo trabajado poco, aparenta estar muy cansado”. No se menciona en ningún momento el verbo “acompañar”. Si acaso, muy de refilón, en la operación campera.
Mezclar unas expresiones camperas con otras científicas suele darse poco entre los comentaristas de la especialidad. Pero hay una, muy graciosa, que suele utilizarse con persistente frecuencia: “Ha fallado la línea medular” o “la zona medular estaba sin ideas”. Así indican el mal juego de los futbolistas de la línea media, fracasada su labor de bajar a la defensa en los momentos de peligro y sacar el balón jugado para entregárselo al delantero mejor situado o “posicionado”, que esta es otra.
Se conoce que a alguien que estudiaba medicina le dieron un día un micrófono en un partido de fútbol y para presumir de lenguaje soltó lo de línea medular cuando quiso decir línea media. Que yo sepa, lo medular es lo alusivo a la médula espinal, “región del sistema nervioso central que se encuentra alojada en el conducto raquídeo encargada de llevar impulsos nerviosos a los 31 pares de nervios raquídeos, comunicando el encéfalo con el cuerpo, mediante dos funciones básicas: la aferente, en la que son llevadas sensaciones sensitivas del tronco, cuello y los cuatro miembros hacia el cerebro, y la eferente, en la que el cerebro ordena a los órganos efectores realizar determinada acción, llevando estos impulsos hacia el tronco, cuello y miembros. Entre sus funciones también encontramos el control de movimientos inmediatos y vegetativos, como el acto reflejo, el sistema nervioso simpático y el parasimpático”.
¡Díganme qué tiene esto que ver con el fútbol!
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