No tanta gente es conocedora del hercúleo proyecto que, por culpa de la censura, acabó desembocando en una única y simple —aunque maravillosa— novela llamada La colmena. Y es que la idea inicial de Camilo José Cela, ya por entonces escritor de éxito gracias a La familia de Pascual Duarte, consistía en una ambiciosa tetralogía llamada Caminos inciertos, que nunca se llegó a completar. Y es una pena, porque los trescientos personajes que se mueven por el tablero de La colmena hubieran podido, perfectamente, moldear un cosmos similar al que Galdós traza en su obra, con un pasado, un espacio y un tiempo propios; en definitiva, una vida propia en torno a una serie de novelas. Pero fue tal la odisea que hubo de pasar para publicar el primer volumen, que el resto, historias que ya tenían incluso título —La cesta de agua, Un niño vaga por los caminos inciertos y El puente—, nunca vieron la luz. Es más, la propia obra hoy conocida tuvo que publicarse fuera, en Argentina, todavía con más amputaciones a manos de la censura peronista.
Publica La Sexta ahora una magnífica información firmada por Ángela R. Bonachera donde puede apreciarse la relación que más tarde Camilo José Cela entablaría con los responsables del aparato censor y propagandístico del régimen. Es curioso ver cómo esos escritores de la literatura franquista en España tenían que ingeniárselas para sortear los recovecos de la moral imperante, simpatizar con el interventor, comprar al juez, paladear la propia usura de quien se oponía a ellos. Ángel González contaba cómo tenían que explorar los límites de la metáfora, de la ironía, para no caer en sus redes. Buero Vallejo se encaró con un funcionario por sus palabras contra La doble historia del doctor Valmy, obra que tardó once años en publicar y que casi le cuesta un calabozo. Tarea titánica que a menudo tiende a dejar de reconocer el mundo cuando soplan tiempos de libertad. Y aun así, ¿cuántas obras maestras geniales se habrán quedado en el limbo por no alcanzar la castidad del servil funcionario o el indignado meapilas? ¿Hubiera sido aquel proyecto de tetralogía camilojoseceliana un nuevo hito para la literatura patria?
Y lo peor de todo, además de aquella censura, detectable y feroz, ahora este grupo de autores deberá defenderse frente a la censura de la historia, mucho más sutil y delicada. Precisamente por convivir por aquel contexto represivo, hoy Luis Rosales, Dionisio Ridruejo, Manuel Machado, Carmen Laforet, Leopoldo Panero, Sánchez Ferlosio o Alfonso Sastre, por citar algunos, no son más que una pequeña nota en el margen de la literatura hispánica. Como siempre, el relato inserta la parte en el todo, y a muchos de estos autores se les ha puesto la etiqueta de fascistas, falangistas o franquistas, qué más da, sin importar su obra e incluso, yendo más allá, su sentido de la supervivencia. Pretende esta pequeña columna reivindicar ese instinto para sobrevivir culturalmente frente al aparato déspota del franquismo, y esta necesidad de encontrar en sus obras la misma supervivencia a ojos de la historia. No me parece La colmena un mal camino para empezar a hacerlo, francamente.
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