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La llamada de… Diego Zúñiga

La llamada de… Diego Zúñiga

Foto de portada: Lorena Palavecino.

Álvaro Colomer sigue indagando en el mito fundacional oculto en la biografía de todos los escritores, es decir, desvelando el origen de su vocación, el germen de su despertar al mundo de las letras, el momento exacto en que sintieron la llamada no precisamente de Dios, sino de algo acaso más profundo: la literatura.

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Escribir también es una forma de regresar al hogar. Diego Zúñiga entendió esto a una edad temprana, sobre los doce años, cuando su familia abandonó su Iquique natal para instalarse en Santiago. En aquel momento no reparó en la importancia que esta mudanza habría de tener en su formación, pero al empezar a escribir, al empezar a escribir en serio, se dio cuenta de que todos sus libros estaban ambientados en el norte de Chile. Diego Zúñiga cree, en consecuencia, que su despertar literario está vinculado al viaje, al abandono del paraíso y al anhelo del regreso, a la vuelta a casa a través del relato ficticio. Por resumir, a la conversión de nuestra infancia en territorio mítico.

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En 327 cuadernos, película documental de Andrés Di Tella sobre los famosos y en gran medida ya célebres diarios de Ricardo Piglia (publicados en varios volúmenes bajo el título Los diarios de Emilio Renzi), el escritor argentino comenta que él nació en Adrogué, ciudad sureña del Gran Buenos Aires, pero que sus padres se mudaron a Mar del Plata cuando él tenía dieciséis años, y que fue precisamente durante aquella mudanza cuando comprendió que la única forma de mantener el vínculo con el lugar que estaba abandonando sería a través de la literatura.

Foto: Lorena Amaro.

Los padres de Cristina Rivera Garza también se mudaban a menudo. Siempre andaban en la carretera, de aquí allá, de allá acá y de acá a acullá, y como el coche carecía de radio y la familia no era platicadora, ella se entretenía contándose historias a sí misma. Se montaba narrativas en la cabeza y, a partir de un acontecimiento inventado, imaginaba sus derivadas: si pasa esto, entonces no puede pasar aquello, pero sí que podría pasar eso otro… y así durante horas, con la frente apoyada en la ventanilla y la mirada en el arcén de las interminables carreteras del norte de México.

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Diego Zúñiga es coterráneo de Roberto Bolaño, otro escritor que convirtió el desarraigo en fuerza creativa. Ahora todo el mundo reivindica su figura, pero hubo un tiempo en que los chilenos no lo consideraban chileno, los mexicanos no lo veían como mexicano y los españoles no lo aceptaban como español. Y como se sintió forastero en todas partes, un día se levantó y se declaró ciudadano de Extrangilandia, que es ese país deslocalizado donde viven los desarraigados del mundo entero y donde, según puede comprobarse, se escriben las grandes novelas del siglo XXI.

Foto: Lorena Amaro.

A Clarice Lispector le ocurrió lo mismo que a Bolaño. Nació en un pueblo ucraniano, Chechelnik, en la época en la que no era buena idea ser judío en el orbe soviético, y sus padres huyeron primero a Moldavia, después a Rumanía y al final a Brasil, a donde llegaron con la niña de apenas un año. Aun así, Lispector siempre tuvo un acento raro, una extraña forma de hablar portugués que en realidad fue la base sobre la que cimentó su obra, pero que impidió que los brasileños la vieran como a una representante de su cultura. Ni siquiera cambiarse el nombre, de Chaya Pinjasivna a Clarice, sirvió para que la aceptaran del todo.

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En su novela El amigo, Sigrid Nunez define como «descarriados» a aquellas personas que «nunca se convierten en parte de la vida, al menos no del modo en que lo hace la mayoría de gente». Son individuos que van a los encuentros con amigos o con familiares porque saben que deben hacerlo, pero que en realidad desearían sincerarse con el anfitrión y reconocer que hubieran preferido quedarse en casa. Estos «descarriados» no son igual que los desarraigados que se agarran a la literatura para sentir que tienen una patria, pero, ¡caramba!, se les parecen tanto que no sería raro confundirlos.

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La última novela de Diego Zúñiga es Tierra de campeones (Random House).

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