Muchas veces la literatura es el camino por el que las historias del pasado encuentran un espacio en el presente. Personajes que creemos ficción descubrimos que existieron y que su vida real no fue tan diferente de lo que acabamos de leer.
Esa última noche Geillis recibe la visita de Iris, y ambas alternan sus voces en un centenar de páginas en las que lo único sobrenatural, es la existencia de la propia Iris. Fagan no habla de magia, esa parte la descarta rápido con hierbas y paseos bajo las estrellas: su novela trata del poder. La autora establece un paralelismo entre una sociedad que mataba mujeres sin que importara a nadie y la actual que ve como siguen muriendo mujeres sin que la justicia acuda con la fuerza necesaria como para impedirlo. Depende del poder y del dinero, dice Iris en un momento dado tras haber escuchado la historia del capataz de Geillis y cómo la denunció. Sin embargo no es una historia que hable simplemente de la mujer y su situación, habla también de clases y de importancia: las brujas de antes, son las que hoy viven en los barrios más pobres, marcados por la miseria y la delincuencia, esos que quienes no viven en ellos ni siquiera se dignan a mirar. Son los que tienen las pérdidas asumibles. Ese trato que se les da y una y otras, es el parentesco que ambas dicen saber que existe entre ellas y, aunque no logran precisar en qué modo puedan tener relación una niña de quince años del siglo XVI con una mujer adulta actual, el lector no tarda en encontrar el hilo que atraviesa la noche. Y la novela se va tiñendo del enfado silencioso de las voces que jamás se alzan. Iris les dice cómplices, señalando con un dedo acusador a quienes no protestan y permiten que se sucedan las injusticias año tras año. Siglo tras siglo. Iris también es la esperanza y la lírica, Fagan la transforma en pájaro, pero no en el ángel que Geillis hubiera esperado como compañía, Iris es un cuervo. Si la mujer es la puerta de entrada del hombre al mundo, el cuervo es el paso de la vida a la muerte: de ahí su presencia antes de desvelar el maleficio.
En conjunto estamos ante una novela brutal que ataca directamente al lector dejándole, en el fondo, la llama de una luz que tal vez nunca se agote. Y es que, tal y como se dicen en la novela, “existen hombres buenos, solo hacen falta más” para que las cosas cambien. Una propuesta interesante con una brillante ejecución.
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Autora: Jenni Fagan. Título: Maldición. Traductor: Jesús Cuéllar. Editorial: Alba. Venta: Todos tus libros.
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